La España canina
La España canina, con la dentadura asfaltada de piorrea, asoma por doquier su sonrisa apaleada y famélica
JUAN MANUEL DE PRADA
Día 04/09/2010 - 03.21h
LA España canina nos depara anécdotas de un patetismo conmovedor y tremebundo. El mismo día en que se anuncia el hundimiento en la venta de coches publicaba ABC una gacetilla digna de aquella España canina de la posguerra que Zapatero, en su condición de apóstol de la memoria histórica, se dispone a resucitar, después de haber resucitado la España cainita del «paraíso republicano». En un hospital de Alcalá de Henares, dos hombres convalecientes comparten habitación: podemos imaginarlos en la penumbra con olor a desinfectante, amarrados ambos al gotero, intercambiándose esas confidencias quejumbrosas que fomentan la amistad y el consuelo recíproco entre los enfermos. A uno de los convalecientes le dan primero el alta, y se despide con palabras de ánimo de su compañero, quien no tarda en descubrir que le faltan las llaves del coche, que su compañero le ha birlado, para reclamarle un «rescate» de dos mil euracos. Es una anécdota que Rafael Azcona no habría desaprovechado, si aún estuviera entre nosotros; una de esas anécdotas tristísimas y enternecedoras, a la vez que hilarantes, que podrían haberse incluido en películas del estilo de El verdugo o El cochecito. La España canina, con la dentadura asfaltada de piorrea, asoma por doquier su sonrisa apaleada y famélica.
Claro que para signos epifánicos de esa España canina con las tripas horras y rugientes ninguno como la frasecita del bueno de Zapatero, caudillo del desaguisado, comparando el futuro de España con Miguelín, ese bebé mastodóntico que ha colocado en Shanghai, para escarnio del orbe entero, mientras su fábrica de parados trabaja a destajo. Es santo y seña de las sociedades acechadas por el fantasma del hambre urdir fantasías de opulencia hipertrófica y monstruosa; y así como Carpanta, el mandria de los tebeos de Escobar, soñaba con pollos asados del tamaño de hipopótamos, Zapatero sueña con un futuro con niños rollizos del tamaño de cachalotes, en una fantasía que incorpora ribetes freudianos, siendo el caudillo de la España canina el que ha puesto a trabajar a destajo, junto a la fábrica de parados, la trituradora de los abortorios. Estas fantasías de opulencia propias de las sociedades famélicas a veces invaden también sus fantasías eróticas, que incorporan infaliblemente señoras jamonas a las que, antes que echar un polvo, el soñador desearía lanzar un mordisco, para acallar el rugido de las tripas horras. Como expresión canónica de esta fantasía erótica contaminada por los efluvios del hambre contamos con la estanquera de Amarcord, en la que Fellini encarnó su adolescencia hostigada por el racionamiento y las privaciones cuaresmales; y como expresión hodierna de esta fantasía tenemos el empeño de Zapatero, caudillo de la España canina, en entronizar a la ajamonada Trini, con la que espera desbancar a la amojamada Espe (las fantasías eróticas con mujeres amojamadas son más propias de las épocas de abundancia).
Claro que para desbaratar las fantasías de opulencia del caudillo de la España canina tenemos a Tomás Gómez, que es el Jimmy Jump o espontáneo full-time del socialismo necesitado de morder carne. En la foto en la que le robaba el protagonismo a la lozana Trini sonreía con la misma sonrisa apaleada y famélica que hemos visto en los personajes de Berlanga y Ferreri. Es la España canina que vuelve, con su patetismo conmovedor y tremebundo.
www.juanmanueldeprada.com
http://www.abc.es/20100904/opinion-columnas/espana-canina-201009040217.html
sábado, septiembre 04, 2010
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