lunes 3 de diciembre de 2007
En el tiempo en el que los animales hablaban
Cuando era niño, gran parte de las historias comenzaban con dos posibles frases: la primera y más conocida decía «Érase una vez…». La segunda, también muy familiar para los brasileños, era: «En el tiempo en el que los animales hablaban…». Tal vez esta tradición comenzara con las fábulas de un antiguo esclavo, Esopo, que vivió hace más de 2.500 años. Su origen es también legendario; su lugar de nacimiento varía, según la enciclopedia consultada, de Grecia a Etiopía. Pero eso no tiene la menor importancia: su legado ha atravesado el tiempo, ha sido escuchado con atención durante todas estas generaciones y ha continuado vivo hasta nuestros días. A menudo releo sus enseñanzas, y me parecen más importantes que las de muchos filósofos actuales. Reúno a continuación algunas de las historias protagonizadas por la zorra. La fuerza de sus historias es tan intensa, que hasta nuestros días el pobre animal sigue siendo el símbolo de la astucia. La zorra y el rey mono Los animales decidieron que sería elegido como rey del grupo aquel que bailase mejor. Después de una gran fiesta en la que todos participaron, el mono recibió la corona. Con envidia, la zorra fue a pasear por los alrededores. Allí descubrió una trampa intacta, con la comida dentro. En un santiamén, ya la había llevado adonde estaba el grupo: –He encontrado este banquete y me he visto en la obligación de ofrecérselo a nuestro rey, que tendrá siempre la prioridad en todo. Sin pensarlo dos veces, el mono alargó la mano para coger la comida, y quedó atrapado en la trampa. –¡Me has traicionado!– gritaba éste. –¿Cómo? ¡Yo ni siquiera he intentado quedarme con la comida! Pero, por otro lado, por lo menos todos hemos podido comprobar que no estás preparado para el cargo: un animal inteligente nunca toma una decisión sin antes pensar mucho sobre todas las posibilidades y peligros que ésta puede acarrear. La zorra con el rabo cortado Una zorra fue a caer en una trampa y, aunque logró escapar, salió con el rabo cortado. Desde entonces se encontraba a sí misma monstruosa. Pero se le ocurrió una solución al encontrarse con sus amigas: –La nueva moda tiene que ser que nos cortemos el rabo: despierta la codicia de los cazadores, no sirve para nada y es un peso inútil que cargamos. –Querida hermana –respondió una de ellas–, ¿si tuvieses rabo nos aconsejarías lo mismo? Mira que somos lo bastante sabias como para saber cuándo alguien desea nuestro bien o cuándo sólo pretende que nos igualemos por tener las mismas deficiencias. La zorra y el labrador Cansado de que su cosecha fuese parcialmente destruida una y otra vez por aquel pequeño animal, el labrador consiguió por fin capturar a la zorra. Sin ninguna piedad, le echó aguardiente por todo el cuerpo y luego le prendió fuego. Sabiendo que iba a morir, la zorra se puso a correr por en medio de la cosecha, y todo a su alrededor comenzó también a incendiarse. Mientras se alejaba, decía: –¡La próxima vez procura ser comprensivo e indulgente! ¡Siempre es mejor dar un poco de lo que se tiene a querer guardarlo todo! ¡Siempre que hacemos un mal acaba volviéndose contra nosotros! La zorra y el cuervo El cuervo les robó a los pastores un pedazo de queso y fue a posarse en la rama de un árbol para comérselo. En ese momento pasaba por allí una zorra hambrienta que al verlo le pidió un pedazo, pero el cuervo dijo que no meneando la cabeza. Entonces, la zorra empezó a decirle al cuervo que él tenía todas las cualidades: era sagaz, volaba, tenía un hermoso plumaje negro… El único defecto que tenía era que no sabía cantar como el resto de los pájaros. Para probar que la zorra estaba equivocada, el cuervo abrió la boca para cantar, y el queso cayó al suelo. Ella lo agarró, rauda, y se fue de allí diciendo: –Querido amigo: ¡ése es el precio de la vanidad! ¡Cuando alguien te elogie mucho, desconfía!
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domingo, diciembre 02, 2007
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