30-XII-2007
Con la familia no se juega
La denominada por José Luis Rodríguez Zapatero “revolución cultural” que pretende producir en España tiene como uno de sus objetivos fundamentales la banalización y pérdida de autonomía de la familia
Hoy domingo, la Plaza de Colón de Madrid se llenará de personas venidas de todos los rincones de España, reunidas para celebrar una de las instituciones naturales más importantes de la civilización occidental y cristiana, la familia. Organizada por la Iglesia, esta concentración trasciende las denominaciones religiosas, pues se trata de reivindicar y valorizar un sustento básico de la libertad, la igualdad de derechos y la resistencia contra el abuso y la opresión de los poderosos. Unos valores elementales y universales con los que ningún gobierno que se llame democrático, ni ningún Estado que se precie de ser “de Derecho”, debería experimental, y menos aún subvertir.
Una manifestación oportuna y necesaria, ya que la denominada por José Luis Rodríguez Zapatero “revolución cultural” que pretende producir en España tiene como uno de sus objetivos fundamentales la banalización y pérdida de autonomía de la familia. El primer envite se lo llevó la propia definición de matrimonio, modificada de forma autoritaria y torticera en aras de la supuesta igualdad de derechos lograda gracias a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. Una igualdad que, como demuestra la experiencia de otros países europeos y algunos estados norteamericanos, no implicaba ni identidad ni equivalencia con el matrimonio, ni menos aún el enfrentamiento y la legítima sensación de fraude, ultraje y manipulación electoralista que millones de españoles de toda condición y orientación sexual sintieron cuando se aprobó la ley de matrimonio homosexual.
Sin embargo, esta polémica ley no fue sino el primer paso en una serie de medidas tendentes a socavar los cimientos de una institución libre y privada, anterior no sólo a la Constitución, sino al propio Estado-nación, y que garantiza como pocas la autodeterminación y la solidaridad frente a la injerencia de los que ejercen el monopolio de la violencia. Así, el llamado “divorcio exprés” y la desigualdad entre hombres y mujeres a la hora de ser protegidos frente a la violencia doméstica no han resuelto ninguno de los problemas que se suponía solventarían. Desafortunadamente ha ocurrido más bien lo contrario: un aumento de las agresiones con resultado de muerte producidas en el hogar y una cada vez mayor irresponsabilidad y frivolidad a la hora de contraer matrimonio y de disolverlo.
Junto a esto, la mal llamada Educación para la Ciudadanía, cuyo apartado dedicado a la educación afectivo-emocional consiste en el adoctrinamiento obligatorio de todos los niños en la llamada perspectiva de género y en el denominado “feminismo dialéctico”, que considera que hombres y mujeres son seres opuestos, antagónicos y por tanto incompatibles, y la llamada teoría queer, según la cual sufrimos una “dictadura heterosexual” de la que sólo nos libraremos destruyendo la familia tradicional. Que estas teorías, minoritarias y con poco sustento empírico, hayan pasado a ser política de Estado, ejemplifica el talante delirante y el sesgo radical del actual Gobierno de España.
Y como colofón a esta auténtica astracanada, el discurso equívoco sobre el aborto, que algunos socialistas pretenden convertir en un derecho inalienable de la mujer, con la consiguiente y peligrosa reducción del acto sexual a puro ejercicio gimnástico, y de la persona a un mero objeto de placer pasajero. Por no mencionar el alarmante aumento de los embarazos de adolescentes y de todo tipo de enfermedades de transmisión sexual que ha acompañado la adopción de este discurso por buena parte de las autoridades educativas y sanitarias.
Por tanto, y más allá de la religiosidad, ideología política y otras creencias y circunstancias sociales y personales, el acontecimiento de hoy merece el respeto y el apoyo de la inmensa mayoría de los españoles, quienes continúan manifestando, tanto en las encuestas como en su vida, que la familia sigue siendo el elemento más importante de sus vidas. Una celebración que no va contra nadie, sino por y para todos, inclusive el inquilino del palacio de La Moncloa.
http://www.libertaddigital.com/opiniones/opinion_41181.html
domingo, diciembre 30, 2007
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