viernes, diciembre 14, 2007

Juan Urrutia, Todos somos medicos

viernes 14 de diciembre de 2007
Todos somos médicos
Juan Urrutia
L A actualidad política no me deja otra opción que evitar tratar sobre ella por motivos de salud. Sí, mi médico me recomienda que no fume, beba, ni hable de asuntos tan efervescentes como tediosos. Pero a todo esto seguro que se han preguntado alguna vez qué es un médico, de qué se alimenta o si es ilegal mantenerlo en cautividad. Hay muchos misterios en torno a los discípulos de Hipócrates, yo no los puedo resolver pero les plantearé mis evolutorios por si les animan a reflexionar sobre el tema. Una de las cosas que más me sorprende de los médicos es su insistencia en tratarnos de usted. ¿Por qué tanta distancia? Creo yo que lo mínimo que uno puede permitir a cualquier persona, e incluso a un doctor, con la que ha pasado quince minutos en una camilla en estado de cuasidesnudez es que le tutee. Así, vemos claramente que el interfecto sufre de cierta timidez, problema gordo trabajando con tanta gente. Podemos afirmar, sin temor a morir alcanzados por un rayo, que el especialista nos dirá siempre la verdad en detritus de la mentira. Sólo existe una excepción a esta regla y es cuando, previamente a introducirnos una sonda o aguja por pecaminosos lugares, afirman laxativamente:”no se preocupe, no sentirá nada...” Pero eso son mentiras piadosas, como decía aquel, pequeños adornos de la verdad para evitarnos el mal rato de sufrir terror, pavor y la vergüenza de salir del hospital corriendo en calzoncillos. Imaginen que, por poner un ejemplo, el traumatólogo nos dijera: “caballero, al lavarse los dientes tan enérgicamente se ha luxado un hombro. Ponerlo en su sitio le resultará penosamente doloroso y, con toda seguridad, aullará usted hasta perder el sentido.” No, no les gustaría ¿verdad? No respondan a eso, es una pregunta retórica. En este país todos somos ingenieros, damos consejos sobre lo que sea, y la medicina no iba a ser una excepción, sí, también somos todos médicos. No desperdiciamos la oportunidad de regalar ese bote de guarrimentolfenilanina, que tan bien nos fue para curar las paperas, a nuestro amigo Manolo aquejado de agmildalitis. Así, sabios como somos, acudimos a la consulta del facultativo con la malévola e ignorante idea de que nos recete aquel medicamento tan divertido y original que vimos por la tele o que nos recomendó el vecino del quinto asegurando que sanó la alopecia de su gato en quince días. El problema viene cuando nuestro querido galeno se niega a recetarnos lo solicitado porque resulta que el gato de nuestro vecino padecía algo muy distinto al mal que nos acucia. Entonces, ah, entonces, nos ponemos como fieras, arrojamos un zapato a la cabeza del acongojado doctor y mordemos la pantorrilla de un ATS que pasaba por allí. No, el paciente actual no admite consejos: sabe que si la perfusión del plasma a través de la membrana capilar es superior al grado de humedad presente en la mucosa suprahemorroidal la solución es inyectar gaseosa estéril diluida al cinco por ciento en sulfateobrominadetodoslossantos, mecachis. Lo sabe porque lo ha visto en Hospital Central, urgencias o Aquí hay tomate, todos productos televisivos donde se muestran vísceras. Es sufrida la vida del médico, ha de curar y curar a personas a las que con gusto recetaría cápsulas de cicuta o dedalera, quizás un compendio de las dos para no fallar, pues no debe ser agradable que te exijan tranquilizantes contra la diarrea al tiempo que categóricamente descalifican diagnósticos, agnósticos y flautismos. Pero como defensa a esta incorregible actitud de los pacientes están el virus indeterminado y el colesterol que liberan a golpe de septicemia e infarto a los nombrados doctores de pacientes pelmazos e inconscientes. Esto lo resume muy bien la cita de ese gran científico inglés que fue Isabel la Católica: “ay Rascayú cuando te mueras serás un esqueleto.” No obstante, respondiendo a los interrogantes del principio, les diré que un médico es una persona que cubre sus vergüenzas con un estetoscopio, se alimenta de todo tipo de vitaminas, proteínas y oligoelementos varios y, sí, es ilegal enjaularlos o comercializarlos como mascotas. Si hay algún aludido entre mis lectores, ruego que no se ofenda, pues estas líneas están dedicadas con todo mi cariño a esos profesionales del bricolaje humano, los médicos.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4323

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