viernes 14 de diciembre de 2007
Un artículo con protesta incluida
Félix Arbolí
L A condición humana es incomprensible. A veces intentamos con todo nuestro entusiasmo y afán destacar el heroísmo, la abnegación y la grandeza de algo o de alguien y resulta que el halago se convierte en injustificada ofensa para el que lo lee entre líneas y cree ver maldad en lo que intentábamos destacar con admiración y respeto, sin detenerse a considerar la noble intención y sinceros sentimientos que tuvimos al escribirlo. Es como si en pleno sueño, cuando estábamos en esa parte que no quisiéramos que se interrumpiera jamás, nos echaran un cubo de agua helada para despertarnos. Comparación que me ha venido de repente y me ha hecho recordar para mi desgracia y horror, a siete años vista, algunos despertares cuando me hallaba en la UCI del hospital y me cortaban el sueño que tan difícilmente había logrado conciliar, con el baño de agua y gel al que me sometían sobre la misma cama para el lavado cotidiano. No sé cómo pude resistirlo sin que se alterara el curso de mi gravedad con tan desagradables procedimientos. Mi paralización y mutismo total impedían que pudiera protestar ante tales procedimientos a la desconsiderada enfermera que adquirió aires de bruja y aparición indeseable cada vez que me acercaba. Estoy curtido en decepciones, protestas injustificadas y ofensas inmerecidas, según mi propia opinión. Lo cual no significa que me dejen de doler más de lo deseado, el ser blanco de esas airadas reacciones. Lo reconozco, desde mi grave enfermedad, soy bastante sensible, excesivamente según criterio de mi mujer e hijos, a cualquier sentimiento bueno o perverso que me afecte directa e indirectamente. Me da verdadero coraje esta forma de ser y sentir e intento liberarme de este trauma, pero no lo consigo aunque lo intento una y otra vez. Me sale el lagrimeo con facilidad, imposible de contener, ante cualquier desgracia o pena que presencio u oigo, aunque no tenga relación directa que me obligue a involucrarme en el mismo. En casa se chuflean con mi exagerado sentimentalismo y mi mujer llega a incomodarse a veces ante mis reiteradas manías de querer ver al mundo como una balsa de aceite y no como la lucha constante y feroz de una jauría que, contra todo pronóstico, se califica de humana. De nada valen sus protestas para que abra los ojos y cierre los oídos a necedades e intemperancias de los que se obcecan en su mundo cerrado y no ven más allá de sus narices. En tales condiciones y con tal bagaje, cuando el zarpazo me afecta directa e inesperadamente, los resultados son catastróficos. Mi ánimo se precipita en caída libre hasta límites peligrosos para mi necesaria serenidad y mi fe en la familia, en la amistad y en la bondad humana desaparece como el jabón cuando se le somete a un buen baño de agua. Aunque en este caso no hay olores y burbujas, sino una enorme desilusión. Me gustaría ser insensible a cuanto me rodea, encerrarme en mi concha como el caracol y ponerme el mundo por montera, pasando olímpicamente ante el sentimiento, el dolor y la tragedia del prójimo. Seguro que viviría mucho mejor y sería más considerado y mejor tratado. Veo con pena y desaliento que en esta vida la sinceridad y el solidarizarse con el dolor ajeno, conduce en algunos casos a hacernos pasar un mal momento y decepcionantes días posteriores, ante la incomprensión y ceguera del que ve nuestra protesta y dolor como un intento o desafortunada postura de querer hacer daño y perjuicios al destinatario de nuestro cariño, admiración y alabanza. Mi anterior Contraportada sobre la carta abierta a esos padres tan trágicamente destrozados por el terrorismo, máxime en unas fechas donde debería imperar la solidaridad y el amor de forma generalizada, (hasta algunos criminales y bandos en guerra se dan una tregua en estas fechas), no ha sido bien interpretada por alguien muy especial para mi o puede que sea yo el que me haya equivocado al escribirlo y desafortunado en mi sincera intención de condolencia y adhesión a tan prestigioso Cuerpo. Donde creía poner corazón y sensibilidad ha visto insensatez y metedura de patas. No se puede hablar con claridad en este mundo tan lleno de miedos y propicio a tergiversaciones. Lo siento y pido perdón a ese prestigioso y respetado Cuerpo, llamado por algo la Benemérita, si alguno de sus miembros se ha podido sentir afectado y molesto con mi artículo. No era esa, por supuesto, mi intención. Siento haber podido mancillar mi apellido con un texto al parecer tan inoportuno. Alguien sabrá por qué digo estas cosas. Yo desde estas columnas pido perdón humildemente al que pueda haberse visto afectado con mis palabras y sentimientos, que me salieron desde lo más íntimo de mi ser, y le prometo que a partir de ahora habrá personas que deberé olvidar en mis opiniones, escritos y en cuantas cuestiones me puedan afectar, aunque sean dignas de destacar. No soy rencoroso, pero uno también tiene su corazoncito y su propia dignidad para que le estén machacando cada vez que intenta descubrir sus sentimientos, como si tuviéramos que vivir contando necedades y ocultando las propias realidades. Por lo visto, es lo que se lleva en la sociedad de nuestros días. Desde estas líneas, mis mejores deseos para ellos en estas fiestas, si es que leen este comentario, aunque tampoco es algo que me preocupa demasiado.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp
viernes, diciembre 14, 2007
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