miercoles 26 de diciembre de 2007
Un dilema electoral aquejado de inquietantes variables
Ismael Medina
L EÍ hace tiempo a un sociólogo norteamericano, ahora no recuerdo su nombre, que las encuestas se acomodan al interés de quienes las pagan. De ahí que los cuestionarios suelan ser capciosos. Y trufadas las muestras. Menudean los sondeos de opinión a medida que se aproxima la convocatoria de elecciones generales. Los resultados de unos y otros desembocan en lo que se ha dado en llamar “empate técnico” entre el P(SOE) y el PP. Luego hay que leer entre líneas, como ha hecho “ABC” con la reciente del CIS, parta deducir posibles desplazamientos del voto descontento de unos y otros partidos. Resulta asimismo revelador, y la experiencia lo confirma, que muchos de los consultados ocultan su verdadera intención por temor a que no esté garantizado el secreto y puedan ser identificados. El “no sabe” o “no contesta” suele ser abultado. Es el motivo de que me incline hacia un análisis histórico de los resultados electorales. Alguna vez he aludido en mis crónicas a este tipo de análisis, los cuales me han llevado a la conclusión de que el resultado electoral lo decide un porcentaje de votantes que suele oscilar, según las circunstancias, entre un 2 y un 13 por ciento, como máximo, de los que acuden a las urnas. Un fenómeno que se repite desde las elecciones de 1931 a las de 2004. Y no sólo en España. La traslación de los resultados a la composición parlamentaria guarda asimismo una estrecha relación, no pocas veces arbitraria, con el sistema electoral vigente en cada régimen político. Es de sobra sabido que el cómputo nacional de votos dio el triunfo a las candidaturas favorables al régimen monárquico, aunque por escaso margen. La proclamación de la II República fue un golpe revolucionario al que se plegó Alfonso XIII al sentirse desamparado por quienes estaban obligados a defenderlo. Prefirió un exilio deshonroso a salir con los pies por delante. Son asimismo elocuentes los resultados de las elecciones de febrero de 1936, las cuales dieron paso a un radical proceso revolucionario que acabó con la II República. Estos son los datos: Frente Popular, 4.519.929 votos; conjunción derechista, 4.511.931; centro, 512.921; PNV, 148.581. El PNV decidió adscribirse al Frente Popular, anteponiendo su inclinación nacionalista a su condición conservadora y de la gran mayoría de sus votantes. Defecciones similares de dieron en algunos minoritarios partidos centristas. Lo subrayo por cuanto el fenómeno se reproduce hoy con muy superior entidad y gracias a él se mantiene Rodríguez en el poder. LO QUE ARROJARON LAS URNAS DESDE 1977 A 2000 ¿Y que ocurrió en las elecciones generales celebradas en España entre 1977 y 2004? Conviene advertir de entrada, aunque sea de sobra conocido, que la ley electoral todavía vigente favoreció el acceso a las cámaras parlamentarias de un gran número de partidos minúsculos, además de potenciar los nacionalistas. La importación de la ley D´Hont favoreció al partidos más votados en cada circunscripción al atribuirle el candidato en disputa. Me limitaré por tanto a los dos partidos mayoritarios. Pero no sin advertir que el hundimiento de UCD, consecuencia de una conspiración interior, favoreció de manera ostensible al partidos socialista hasta que la derecha se reagrupó partiendo de la minoritaria Alianza Popular. Elecciones de 1977.- UCD, 6.310.391 votos; PSOE, 5.371.866 Elecciones de 1979.- UCD, 6.292102 votos; PSOE, 5.477.037. Elecciones de 1982.- PSOE, 9.836.579 votos; AP-PDP, 5.412.401; UCD, 1.549.447. Elecciones de 1986.- PSOE, 7.601.985; Coalición Popular, 5.247.677; CDS, 1.838.799 Elecciones de 1989.- PSOE, 6.996.593 votos; Partido Popular, 5.117.049; CDS, 1.617.716. Elecciones de 1993.- Partido Popular, 8.089.235 votos; PSOE, 7.872.245. Elecciones de 1996.- Partido Popular 9.224.696 votos; PSOE, 7.894.535. Elecciones de 2000.- PP, 10.321.178 votos; PSOE, 7.918.752. Elecciones de 2004.- PSOE, 11.026.163. votos; PP, 9.635.491. No es el momento de analizar la incidencia que en los resultados tuvieron en cada convocatoria los índices de paro, de precios u otros de carácter económico. Aunque sí recordar que las elecciones de 1982 se vieron afectados por la voladura interna de la UCD y la acción institucional del 23 de febrero de 1981. Y que en los resultados de 2004 adquirió decisiva influencia el ilícito y revolucionario aprovechamiento de la matanza del 11 de marzo por el P(SOE). Otros factores a tener en cuenta son el aumento del censo electoral y el porcentaje de abstención en cada convocatoria. La inclusión del CDS en los resultados de 1986 y 1989 me pareció aconsejable para una mejor valoración, habida cuenta de que sus votos se sumarían en gran medida a los del PP a partir de 1993. EL EQUILIBRIO ELECTORAL ENTRE PSOE Y PP UNA mínima depuración de las subidas o bajadas adventicias nos sitúa ante la evidencia de un habitual equilibrio electoral entre del PSOE y el PP. Ambos partidos mayoritarios disponen de una masa de seguidores que difícilmente cambiarán su voto por muchos y grandes que sean los errores de una u otra clase dirigente. Una adscripción a la que en el caso del P(SOE) se une el llamado “voto cautivo”, especialmente voluminoso en Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha, una parte importante de cuya base electoral vive de las subvenciones, casi sin dar golpe. Prevalece en unos otros sectores del electorado el viejo tópico de izquierda y derecha, acentuado en los últimos años por la calculada exhumación de la “mentira histórica”. La izquierda histérica, que no histórica, enarbola la bandera del antifranquismo para resarcirse de su derrota y ocultar las tremendas culpas de sus antecesores. Y la etiquetada como derecha abjura de la victoria los suyos para que no la acusen de franquista e incluso de fascista. Fraude histórico de una parte y cobardía histórica de la otra. La consecuencia es el retorno a una fractura similar a la de los años treinta, pese a que tanto la izquierda como la derecha han perdido sus señas de identidad, atrapadas como están por quienes manejan los hilos del poder mundial. Se ha escrito que el partido que gana unas elecciones municipales vencerá en las siguientes generales. No creo que sean comparables unos y otros comicios. Los partidos de ámbito local se multiplican por doquier y enmascaran el tópica anclaje de izquierda y derecha. La diferencia fue mínima en el global nacional de las municipales de 2007 entre PSOE (7.758.783 votos) y PP (7.915.014): sólo 156.231 votos más para los populares. También las anteriores cifras evidencian la realidad antes descrita de que existe una masa casi invariable de votantes que permanecen emocionalmente fieles a las siglas a que se adhirieron. Y como las mayorías absolutas sólo se han registrado en tres ocasiones, habrá de admitirse la dificultad de que se repita un tal desenlace electoral en marzo de 2008, salvo conmociones susceptibles de acrecer la participación y de inclinar el voto del descontento en una determinada dirección. DEL VOTO VOLÁTIL Y LAS DEPENDENCIAS DEL INTERNACIONALISMO HE examinado varios de los estudios comparativos que se hicieron entre los resultados electorales y los índices socioeconómicos en cada coyuntura. Se obtiene la conclusión de que tales situaciones apenas si afectan a la masa de los electores fieles a los partidos en liza. Pero sí a los comprendidos en la franja del llamado “voto útil” que suele oscilar entre el 2 y el 13 por ciento a que me refería al comienzo. Un voto volátil que para algunos configura un difuso y eufémico partido centrista. Han existido partidos que se titularon de centro, si bien se trataba de iniciativas personales o de grupo que perseguían arrebatar votos a la izquierda y a la derecha para lograr escaños parlamentarios. Y hubo, y hay, personajes ambiciosos que se proclaman centristas, sea en la izquierda o en la derecha, por análogos motivos. Tampoco faltan aquellos cuyos desvíos de una u otra índole los tienen atrapados y son frágiles ante el chantaje de quienes pueden airearlos con pruebas. Suelen caer en claudicaciones deshonrosas ante el chantaje de su propio partido, del contrario o de concretos poderes mediáticos. O se ven forzados a despegarse de la línea programática o la disciplina de su partido para acercarse al contrario, aún a costa de provocar fricciones y desconcierto entre los suyos. De unos y otros casos hay ejemplos notorios. Tampoco cabe eludir la existencia de infiltraciones resolutivas de determinados poderes mundialistas en las estructuras de dirección de los partidos. Una cuestión nada desdeñable que tratan con asiduidad y conocimiento de causa algunos de los que comentan mis crónica en Foro. En más de una ocasión me he referido a la ficción de la alternancia entre izquierda y derecha en el gobierno de las naciones para consolidar la ficción de una democracia derivada en totalitarismo partitocrático. Y señalé que esa fue la causa de que Aznar, nada más ganar sus primeras elecciones, anunciase que no permanecería más de dos legislaturas al frente del gobierno. No quería ser abatido como lo fue González tras apalancarse en el poder en una tercera legislatura. Ahora ha anunciado Bono, el más pastelero y cínico de los políticos emergidos tras el transaccionismo democratizador, además de discípulo aventajado de Tierno Galván, muy activo miembro de la masonería, que Rodríguez no abordará una tercera legislatura. Da por hecho que seguirá en la Moncloa tras las elecciones de 2008. Y que él asumirá la presidencia del Congreso de los Diputados. ¿Será así? LAS ELECCIONES DE 2008 Y SUS CONDICIONAMIENTOS AL carecer de dotes de augur, debo atenerme a datos reales para aventurar el desenlace de la próximas elecciones generales. El diagnóstico debe tomar en consideración los factores que pueden inclinar la balanza del descontento a favor del Partido Popular, pese a la campaña de desgaste de la figura de Rajoy que desde hace tiempo mantienen las terminales mediáticas del P(SOE) y que él favorece a causa de su carácter melifluo. E incluso columnistas habituales de periódicos teóricamente conservadores como “ABC”, prisionero de las conveniencias de Vocento, instrumento de un sector autista del empresariado vascongado. Y a pesar también del progresismo laicista de Ruiz-Gallardón y del liberalismo bilbderbergiano de algunas de sus figuras. Seis factores sobre todo condicionan a priori un triunfo electoral de Rodríguez: su incitación y apoyo desmesurados a las derivas secesionistas; las también inconstitucionales cesiones de soberanía en el curso de las negociaciones con ETA y su desembocadura en el chantaje criminal del bandidaje terrorista; la intromisión partidista en las instituciones fundamentales del Estado de Derecho; una desastrosa política exterior que ha aislado a España dentro y fuera de la Unión Europea y nos ha convertidos en el hazmerreír internacional; la incitación a un nuevo despertar guerracivilista a cargo de la Ley de Memoria Histórica; y el derrumbe de la economía con sus perniciosos efectos sociales en cuanto a la capacidad adquisitiva de una gran mayoría de españoles. La masa de los electores socialistas le seguirá votando pese a todos desvaríos, aunque sean previsibles las defecciones. El sonado anuncio de Rodríguez Ibarra de que se da de baja en el partido puede tomarse como un indicio. El descontento beneficiará al PP, aunque su programa electoral no aborde con rigor y entereza propuestas, que aprovechen a fondo y sin ringorrangos los errores y desviaciones protagonizadas por Rodríguez. Tendrá los votos de al menos una parte de los descontentos y atemorizados. Es los más presumible que ganará por mayoría relativa más o menos acentuada, lo que le situaría en una posición comprometida: asumir una oposición recrecida o pactar con CiU y PNV a cambio de nuevas cesiones de soberanía del Estado a los secesionismos catalán y vasco, amén de traicionar a su electorado, una parte del cual lo votará tapándose las narices y guiado por la necesidad de que no gane el neofrentepopulismo centrifugador. Es el dramático reto histórico a que se enfrenta Rajoy y planteaba en una anterior crónica, la cual provocó en Foro una viva e ilustrativa polémica. Si las variables de las series electorales que he recogido prestan validez a la hipótesis de una mayoría relativa del PP, parece evidente que Rodríguez tiene harto más posibilidades de permanecer en el poder con el apoyo de las minorías taifales. Ha dicho que no seguirá al frente del gobierno si el PP le sobrepasa aunque sólo sea por un voto. ¿Pero quien puede dar crédito a un tramposo empedernido? EL DILEMA ENTRE OPTAR POR EL MAL MENOR O EL MAL MAYOR LA mayoría de los electores se enfrentarán en marzo de 2008 al grave dilema de si quieren apear del poder a Rodríguez y a quienes hasta ahora lo han mantenido. O si se avienen a una nueva legislatura socialista que llevará a España definitivamente al despeñadero. O dicho de otro modo: si optar por el mal menor, para muchos el PP, o por el mal mayor, sin duda Rodríguez. Pero el desplazamiento del mal mayor requeriría una mayoría absoluta del mal menor. Cada quien habrá de decidir según su conciencia, sin desconocer que el mal menor también es un mal. He pretendido analizar la situación con realismo y abstrayéndome de personales criterios, los cuales conocen de sobra quienes me siguen en Vistazo a la Prensa. Los argumentos de Mariana y de otros foristas son personalmente irreprochables. Y todos conocen que no pocos de ellos los he sostenido, según ponía de manifiesto A. García. Pero, insisto, perseguí en la anterior crónica, y ahora en ésta, dibujar el paisaje electoral en términos objetivos, aún a despecho de mis afecciones personales, de sobra conocidas. Lejos de mí la intención de convencer a nadie para que vote al mal menor, como parece que más de uno ha malentendido. El cosificado marco de la disputa partitocrática no cambiará mientras no irrumpa en la escena política una oferta patriótica y social capaz de encabezar la rebeldía de un amplio sector de españoles. Una eventualidad que el despotismo partitocrático se cuida de bloquear. Y que favorece la multiplicidad de ofertas de similar contenido patriótico. Considero algo más serio que una mera necedad el empecinamiento personalista de algunos en ser cola de ratón, en vez de buscar la unión para, cuando menos, abordar el intento de rugir como un león pese a los severos impedimentos del sistema. La historia enseña que sólo en situaciones de quiebra del sistema emergen de manera espontánea los líderes capaces de cambiar el destino de los pueblos. O que, como sostienen algunos astrofísicos, el desorden es manantial de nuevo orden. El problema desde esta perspectiva es el de atisbar qué nuevo orden puede emerger del caos a que nos conducen Rodríguez y, en general, quienes son instrumentos titiriteros del iluminismo a través de sus múltiples brazos.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4335
miércoles, diciembre 26, 2007
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