viernes, diciembre 28, 2007

Pakistan se sumerge en un caos

viernes 28 de diciembre de 2007
Pakistán se sumerge en el caos
EL asesinato de la dirigente opositora y antigua primera ministra paquistaní, Benazir Bhutto, es uno de los mayores crímenes que ha cometido la galaxia del terrorismo islámico. La unanimidad universal de la condena que ha suscitado el crimen, como demuestra el voto del Consejo de Seguridad de la ONU, es la expresión más evidente de la preocupación general que suscita el futuro de uno de los países geoestratégicamente más importantes del mundo, una república islámica dotada de armamento nuclear y situada en el centro de un área donde la inestabilidad de unos acaba provocando la instantánea degradación de los vecinos.
El atentado compromete seriamente el futuro de Pakistán, que se había convertido en uno de los aliados más importantes de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo islámico. El regreso de Bhutto desde su exilio debía ser, según los planes de Washington, el principal ingrediente para intentar transformar a medio plazo el régimen militar del ex general Pervez Musharraf en un sistema de gobierno más homologable, que pudiera a su vez servir de apoyo a los intentos de estabilizar el vecino Afganistán, donde los esfuerzos de la OTAN empiezan a estar seriamente amenazados. El paréntesis del estado de emergencia decretado por Musharraf fue el primer tropiezo de estos planes. El asesinato de Benazir Bhutto deja ahora en el aire la posibilidad de que se celebren las prometidas elecciones parlamentarias el 8 de enero y pone en duda, incluso, la posibilidad de un futuro estable a corto plazo para el país. Es difícil saber si el régimen logrará contener los disturbios que el asesinato ha desencadenado sin utilizar otra vez medios extraordinarios, lo que a su vez podría tener consecuencias muy graves y encadenar una espiral de violencia generalizada de efectos imprevisibles.
Es posible que ni Estados Unidos ni Musharraf llegasen a evaluar hasta qué punto los fanáticos integristas estaban decididos a boicotear este proceso, precisamente atacando al eslabón más débil. La dirigente del Partido Popular de Pakistán ya escapó milagrosamente de un atentado el 18 de octubre, el mismo día en que regresaba al país después de más de seis años de exilio, y estaba claro que los que querían acabar con su vida estaban determinados a hacerlo. Bhutto representaba todo lo que los extremistas totalitarios pueden abominar en un país musulmán: fue la primera mujer que ocupó el puesto de primer ministro y era descendiente de una dinastía política vinculada a la era de la independencia y al objetivo de convertir a Pakistán en un país desarrollado y no en una teocracia cavernaria anclada en costumbres medievales.
La guerra que han desencadenado los adversarios de la libertad es ya un fenómeno global y va adquiriendo una orientación cada vez más perversa. Occidente puede proteger más los aeropuertos y los trenes, pero los terroristas han comprendido que no necesitan apuntar siempre hacia objetivos directos en nuestro entorno, si pueden sembrar el caos en aquellos países donde precisamente las ideas de la democracia y de la libertad están en juego. Pakistán no es un modelo de liberalismo. Al contrario, se puede considerar que cuando intentaban reafirmar su estatura de potencia regional y utilizaban las veleidades del ejército y sus servicios secretos con la galaxia del integrismo internacional, estaban inoculándose el virus que ahora intenta destruirles. La mayoría de las madrasas donde se extiende la doctrina del extremismo intolerante entre los musulmanes están en Pakistán y por eso no debe extrañar a nadie que el país sea lo más parecido a un polvorín en medio de un incendio. Por ello, es uno de sus principales objetivos, igual que lo ha sido recientemente Argelia, porque en sus planes criminales es más eficaz golpear allí donde las estructuras políticas son débiles. La situación después de este atentado es muy grave y nadie debería ignorarlo. La voluntad de los terroristas totalitarios es muy clara: imponerse a sangre y fuego. Hace falta que desde Occidente sigamos siendo capaces de mostrar que estamos dispuestos a seguir defendiendo nuestros principios.

http://www.abc.es/20071228/opinion-editorial/pakistan-sumerge-caos_200712280303.html

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