lunes 3 de diciembre de 2007
¿Dónde está el nacionalismo vasco?
LA Asamblea del Partido Nacionalista Vasco aprobó el pasado sábado y por unanimidad su nueva ponencia política, un documento que demuestra la incompatibilidad del ideario nacionalista alumbrado por Sabino Arana con el racionalismo político inherente a todo sistema de democracia liberal. En pleno siglo XXI, el PNV presenta su propuesta política con la credencial mesiánica de haber surgido «como herramienta para conseguir la supervivencia del Pueblo Vasco» y basa su propuesta en la existencia de un país con unos derechos políticos históricamente articulados que le fueron arrebatados por la fuerza, siendo origen primigenio de lo que hoy conocemos como «conflicto vasco». Con tales premisas, la oferta del PNV a la sociedad vasca lógicamente debe apoyarse en lo que el documento califica como «principios ideológicos» y que constituyen las pasarelas para que circule el frente nacionalista que va desde el propio PNV a ETA, pues la soberanía, la territorialidad y la conciencia nacional constituyen señas comunes a los nacionalistas vascos de todo signo.
Un estricto examen de adecuación a los tiempos y a la democracia permitiría constatar la similitud de los planteamientos recogidos por la ponencia del PNV con los movimientos totalitarios que fundían el pueblo con el partido y sublimaban los rasgos colectivos -etnia, lengua, tierra-, repudiando el valor político de los derechos individuales. Este es el PNV de 2007, anclado en una visión del País Vasco necesariamente patológica desde el momento en que comienza con una apología de Sabino Arana. El problema es que el PNV gobierna en el País Vasco y esta ponencia representa el guión de su acción política para los próximos cuatro años, de lo que habrá que extraer las lecciones pertinentes. Por lo pronto, la definición de «conflicto político» contenida en su ponencia es una legitimación de la existencia de ETA, aunque se rechace retóricamente su violencia. Para los nacionalistas, el conflicto actual, después de un cuarto de siglo de gobierno hegemónico por el PNV, no se deriva de la falta de libertades de los no nacionalistas, sino de la desposesión del pueblo vasco de sus «derechos históricos». ETA no necesita más para legitimar su terrorismo como la respuesta a una agresión previa. Esto supone que el PNV no quiere participar en la derrota incondicional de ETA, porque esta sería también la derrota de su estrategia histórica de exigir más poder para compensar un terrorismo que, al mismo tiempo, se retroalimenta con la expansión nacionalista. Si la historia reciente demuestra algo es que cuanto más se ha cedido al nacionalismo, más terrorismo ha habido.
En segundo lugar, este PNV quiere liderar el frente nacionalista, pero no promover una política pragmática de acuerdos con los no nacionalistas. La gran baza de esta apuesta es la constante alienación del Partido Socialista de Euskadi hacia el PNV -excepto el paréntesis 1998-2001-, acentuado en la actualidad, cuando el nacionalismo gobernante ha demostrado que en su proyecto de País Vasco no hay sitio para socialistas y populares. A pesar de esta cruda realidad, otra vez el PSE ha actuado como comodín de las necesidades de un PNV que tanto se apoya en ETA-Batasuna, para aprobar el proyecto de estatuto soberanista de Ibarretxe, como echa mano de los socialistas para aprobar los presupuestos de 2008 y quedarse con el gobierno de las tres diputaciones vascas. Si el Gobierno pretende ser creíble en su política antiterrorista debería instar sin demora a la ilegalización de ANV y situarse sin ambigüedades ni cálculos partidistas junto al PP, para juntos reeditar el bloque constitucionalista y hacer frente al desafío independentista del nacionalismo vasco.
Lo más lamentable es la unanimidad del PNV en respaldar un documento que define una estrategia incompatible con los intereses nacionales e imposible de transigir con un partido que aspire a gobernar España, como pone de manifiesto el discurso soberanista radical pronunciado ayer por su nuevo presidente, Íñigo Urkullu. Tampoco en el PNV hay moderados, y si los hay o aparentan serlo, como Josu Jon Imaz, son triturados por una maquinaria implacable con los discrepantes. Este es el PNV que necesitaba Ibarretxe para su plan de consultas populares, expresamente respaldado por la ponencia, pero también es el PNV que necesita ETA para seguir encontrando coartadas políticas y, llegado el caso, refugio institucional.
http://www.abc.es/20071203/opinion-editorial/donde-esta-nacionalismo-vasco_200712030257.html
domingo, diciembre 02, 2007
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