jueves 15 de noviembre de 2007
Ante la Conferencia del PP
Pablo Sebastián
Imaginen, por un instante, que Mariano Rajoy aparece en la Conferencia nacional del PP de este fin de semana acompañado por Rodrigo Rato, Alberto Ruiz-Gallardón, Rita Barberá, Manuel Pizarro, Cristóbal Montoro, Jon Juaristi, Teofila Martínez y Pío García Escudero como los responsables del programa electoral del partido, candidatos al Congreso en las próximas elecciones generales y futuros ministros de su Gobierno en las áreas, respectivas, de Política Exterior, Justicia, Autonomías, Economía, Fomento, Cultura, Sanidad e Interior. ¿Imaginan el efecto que este equipo de gobierno tendría en la opinión pública y electorado español ante las próximas elecciones generales del 2008? Semejante elenco de dirigentes políticos ¿acaso no provocaría el aplauso cerrado de los militantes del PP y los desamparados votantes del centro español? Lamentablemente, para el PP y la vida política nacional, esto no va a ocurrir. Y no porque a nadie se le haya pasado por la cabeza, sino porque Rajoy no lo quiere. Y porque los adversarios internos del líder del PP —Acebes, Zaplana, Aguirre y Aznar— y el resto de los poderes fácticos de este partido, FAES, El Mundo, la COPE, la Conferencia Episcopal y la AVT, están en otra cosa. Están en la bronca nacional y en el fatalismo de la derrota que dan por cierta, para controlar, desde ahora, desde la misma Conferencia del PP, la que consideran como inevitable sucesión de Rajoy, después de su segunda derrota.
Como otras instituciones de España, empezando por el fin de la Transición y el consenso partitocrático que alumbró la Constitución de 1978, el Partido Popular está necesitado de una refundación política e ideológica. Pero nada ni nadie permite adivinar que, en el seno del PP, se vaya a producir semejante catarsis y necesaria reforma, y menos aún en las vísperas de la inminente campaña electoral. Habrá que esperar un tiempo de mayor serenidad —si es que llega—, o que las cosas se le pongan muy mal al PP, por ejemplo si pierden las elecciones del 2008, para que luego se pueda abrir en un Congreso (sin el mandato imperativo de Aznar) una reflexión y un debate que conduzca a la refundación del centro derecha español. Incluso si ganaran las elecciones, lo que no presagian las encuestas, el PP debe revisar su actual situación, si no quiere que el partido continúe su deriva hacia el flanco conservador, dejando expedito el camino para una escisión hacia el centro, o para la fundación de otro partido que ocupe ese espacio más moderado y tan codiciado, electoralmente, por el PSOE y el PP.
Naturalmente, la Conferencia que el PP ha convocado para este fin de semana no será el lugar más propicio para la citada refundación, aunque sí debería, aunque sólo fuera por interés electoral, ser la oportunidad para rectificar el vuelco a la derecha más radical y colocar la primera piedra del gran debate interno que, para bien o para mal del PP, acabará por llegar. Si Rajoy, en esta Conferencia, no consigue centrar el partido, ni avalar ese mensaje con personas de prestigio, como candidatos y como futuro Gobierno, respaldando todo ello con un buen programa de la gestión pública y de recuperación de la convivencia nacional, mal irán las cosas para el PP y para Rajoy en las elecciones del 2008. Salvo que Zapatero y el PSOE no cesen en su actual empeño de alterar todo lo que tocan y den, de aquí a las elecciones, el do de pecho de su mal gobierno y alboroto institucional.
Pero Rajoy no lo tiene fácil porque, en primer lugar, no sabemos si él está convencido de la necesidad del giro al centro —aunque sólo sea en su propio beneficio electoral—, y porque su habitual desidia y pereza ante cualquier desafío que necesite esfuerzo y un golpe de autoridad permite imaginar que las cosas seguirán más o menos como están. Se vio en su crítica a la sentencia del 11M, subiéndose, en la última estación, al tren de la fracasada conspiración. Además, el líder del PP sabe que sus notorios colaboradores, Acebes y Zaplana, están empeñados en la estrategia de la crispación y el frentismo nacional, y se han convertido en la “cabeza de playa” para facilitar el desembarco del futuro sucesor de Rajoy al frente del PP, jugando la carta de Esperanza Aguirre, quien ya se ha autoproclamado “lideresa” nacional y que pretende iniciar, demasiado pronto, su maratoniana carrera para alzarse con el control del PP, eventualidad que, de llegar, será mucho más compleja de lo que piensan los costaleros de la presidenta madrileña.
Entre otras cosas, por causa del regreso de José María Aznar a los primeros planos de la política con su estrategia de la “derecha sin complejos”, y su protagonismo incesante en la crisis de la sentencia del 11M, la guerra de Iraq y el más reciente enfrentamiento de Chávez y el Rey, que el PP pretende atizar, y que, seguramente, convertirá a Aznar en estrella de la Conferencia. Y en todo caso, y ante una batalla para la sucesión de Rajoy, Aznar será una persona clave en la nominación del sucesor de su sucesor, concurso en el que estarán Aguirre, Gallardón, Rato, y ya veremos si el propio Aznar.
De ahí que la Conferencia corre el riesgo de convertirse en escaparate para exhibición de los crispadotes habituales de la derecha más radical —curiosamente todos ellos con la escarapela liberal en la solapa, los Zaplana, Acebes, Aguirre y Aznar— y en paradigma de notorias ausencias o silencios de otros dirigentes como Rato, Gallardón, Montoro, Cascos, etc., mientras aparecen en el estrado las llamadas futuras promesas del PP que, salvo un par de excepciones, son sólo eso, promesas, que poco o nada pueden aportar al que se presenta como un necesario y urgente revulsivo electoral del PP. Un vuelco para el que sólo les quedan cuatro meses y que, hoy, resulta difícil o imposible de imaginar.
En especial porque, además del griterío y del neonacionalismo español mal interpretado con salves patrioteras, ni Rajoy ni el PP han querido soltar el lastre, en las políticas y personas —conspiración del 11M, guerra de Iraq, etc.—, que les hizo capotar su vuelo en las elecciones generales del 2004, derrota que siguen imputando a maniobras del PSOE y a la mano negra que no está en lejanos desiertos ni en remotas montañas. La consigna oficial, de la que es deudo Rajoy, es la de “a lo hecho, pecho”, y se acompaña con el otro dicho español de “con estos bueyes hay que arar”, en referencia a Acebes y Zaplana, los corresponsables con Aznar de la derrota del 2004, y que van a repetir en el 2008.
En todo caso Rajoy se juega mucho, todo, en esta Conferencia del PP, porque de ella ha de salir el cortejo y el programa del PP que le acompañarán para la campaña electoral. Y si no prepara muy bien esa cita y no ostenta todo el control, imponiendo su liderazgo sobre los agitadores habituales del PP, Rajoy y su partido reducirán sensiblemente las escasas oportunidades que tienen de triunfar en las próximas elecciones. Ofreciendo a Zapatero cuatro años más de gobierno, con lo que ello significa sobre refundaciones pendientes, éstas sí de alcance nacional. Las que se abrieron de manera desordenada y arbitraria en la legislatura que acaba y que nadie sabe a dónde nos pueden llevar. Sobre todo si no son fruto de un gran consenso nacional y sí de un pacto bilateral del PSOE con los nacionalistas, sin un importante apoyo popular.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=15/11/2007&name=manantial
jueves, noviembre 15, 2007
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