miércoles, noviembre 28, 2007

Oscar Molina, Encestando en las urnas

jueves 29 de noviembre de 2007
Encestando en las urnas
Óscar Molina
D ICE mi amigo Iñaki que si ves los últimos cinco minutos de un partido de baloncesto, lo has visto entero. El “basket” es un deporte vibrante y muy entretenido de ver, pero a efectos del resultado final no le falta razón a Iñaki; la mayoría de los partidos son muy igualados en el marcador y no se resuelven hasta los minutos finales. De esto, y de la poderosa influencia de Zapatero, tuvimos taza y media en la final del europeo que jugamos contra Rusia, durante la cual fuimos ganando la mayor parte del encuentro y que acabó en el tiro fallido de Gasol para representar el perfecto ejemplo de lo que dice mi amigo: perdimos en los cinco últimos minutos. Lo mismo exactamente, podría ocurrirle a Rajoy. El Partido Popular empezó el partido de la legislatura perdiendo ampliamente, y fue remontando en escaladas milimétricas hasta ponerse por delante en estimación de voto, alcanzando el punto más álgido al final del tercer cuarto con la victoria en las elecciones municipales y autonómicas. La tendencia clara en el marcador de Rajoy era a subir, y la de su oponente a bajar; sin embargo, nos encontramos ahora en ante los cinco últimos minutos del partido, y el resultado vuelve a ser incierto. Esto es así, porque de no consolidar una ventaja clara y contundente a lo largo del encuentro te encuentras ante la tesitura de jugártela en el tramo final. Y en eso estamos. Rajoy ha jugado un partido en el que el adversario ha cometido errores enormes, y si bien ello le ha posibilitado el acercarse en el marcador, y hasta superarle tímidamente, no podemos afirmar que haya sido capaz de aprovecharlos para estar veinticinco puntos arriba, situación que sería enormemente complicada de voltear incluso en un partido de baloncesto como este. Ahora, los minutos finales no van a ser los de la basura, sino los que definan quién se lleva el gato al agua. Y no creo que sea una buena situación para el gallego, habida cuenta de la panoplia de expertos en el juego sucio con la que cuenta Zapatero. Un “cinco” que va a salir a la cancha ahora y que todos podríamos recitar de memoria, plagado de peritos en rodear y protestar al árbitro, parar el juego, perder tiempo en debates que nada tienen que ver con a pelota y sobre todo, en echarle al contrario al público encima. Porque es cierto que ninguno de los dos juega en casa, si tenemos en cuenta la zanja que los de rojo han venido ensanchando entre las dos Españas, pero no debemos olvidar que quien gestiona el pabellón y todas sus instalaciones son ellos, los de la camiseta roja con el escudo de la rosa. Aun así, creo que el Partido Popular tiene bazas en su mano que pueden darle la victoria final. Las que le proporciona la insolvencia de Zapatero, que de momento y ayuno de gestión que mostrar, tan sólo apela a su imagen, su mirada y la defensa de su posición con algo tan gastado y manido como “lo que se opone a la derecha”. Son argumentos flojos, de poco peso, porque la imagen de Zapatero anda bastante más amortizada de lo que él mismo cree, y su sonrisa, buenismo y apelación a la Paz, el Amor y las flores empiezan a no colar en la sociedad española, incluido un sector apreciable del electorado de centro izquierda que le votó, pero no para poner todo patas arriba. Del mismo modo los españoles no estamos mejor que hace cuatro años lo miremos por donde lo miremos; vivimos gobernados por quien no ha hecho nada que no sea potenciar todo aquello que nos separa ideológica y territorialmente, sin ocuparse de los problemas cotidianos y reales de sus administrados, que no tienen nada que ver con debates sobre el archivo de Salamanca, los matrimonios homosexuales o la memoria histórica. Andamos en una cuesta abajo económica que empieza a hacer complicado no ya mantener un nivel y calidad de vida aceptable, sino llegar a final de mes. Y por último porque existe una porción importante de la ciudadanía que le ha cogido miedo a Zapatero, pavor a no ver claro el final de una aventura insólita e improvisada que ha emprendido con los que desean destruir España como nación, y que tiene su exponente más lamentable en su negociación con ETA, que para colmo ha andado plagada de mentiras que el propio Presidente ha sido incapaz de ocultar. La mirada de ZP es eslogan electoral, pero son muchos los españoles que no olvidan la mirada y la expresión del Apóstol del Talante el día en que ETA mató a dos personas en la T4. Muchos se dieron de bruces con una realidad que les mostró a un Presidente que había iniciado un camino de forma irreflexiva, irresponsable y sin controlarlo en absoluto. Un camino por el que se había dejado a las Víctimas del Terrorismo, una senda jalonada de embustes sobre reuniones con los asesinos y por la que había muerto de inanición la salud democrática y la fuerza legal de un Estado que volvía a permitir a los representantes de los terroristas sentarse en el parlamento. Precios, precios y más precios para no obtener nada a cambio que no fueran dos muertos y un asidero patético sintetizado en el “dentro de un año estaremos mejor”. La cara de Zapatero aquel día, su mirada hoy electorera, fue el exponente máximo de un fracaso personal y sobre todo de una legislatura que nació tal y como la conocemos por un atentado terrorista, que manejó una banda terrorista y finiquitada de “facto” por unos terroristas. Lo que pasa es que ni siquiera todo esto va a ser suficiente para Rajoy si él no se decide a tomar la iniciativa. Me refiero a que ha de mostrar claramente que su acción de gobierno va a ir encaminada a la recuperación de un proyecto nacional, a la vuelta del orgullo por ser español y a nada que se parezca a las medias tintas con todos aquellos que se han propuesto descoyuntar España mientras viven de los impuestos de los españoles. Rajoy ganará en esos últimos cinco minutos si ofrece un proyecto transversal que atraiga a la gente independientemente de su filiación ideológica. Un proyecto de Nación, con todo lo que conlleva de solidaridad interterritorial, cohesión y mirada al futuro. Un trazo lo suficientemente grueso en temas capitales como para que todo el mundo se identifique con él; argumentos simples y decisivos para algo tan vital como es la calidad de vida de los españoles. Una vuelta a convertir lo básico en básico y lo accesorio en accesorio; la cesta de la compra, la concordia y el cumplimiento de la Ley otra vez a la altura de su importancia; y los debates sobre guerras de hace setenta años, el feminismo de salón y el pacifismo de pose a la altura de la suya. Un abrazo Iñaki.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4294

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