jueves 29 de noviembre de 2007
Telebasura
El asesinato de varias mujeres amenazadas por sus parejas, que aparecieron en programas de la llamada telebasura, no se le puede imputar a las cadenas de la televisión, públicas o privadas, porque de ser así se habrían derivado muy claras responsabilidades penales que tendrían que ser perseguidas por fiscales y jueces con todas sus consecuencias. Pero ni todos los programas, en los que se hicieron denuncias contra la violencia de género son iguales, ni estas cuestiones se trataron de la misma manera y con iguales objetivos, porque parece claro que, en algunos casos, se ha querido buscar, más que una denuncia social, un espectáculo televisivo con el que conseguir cotas de audiencia y, en definitiva, negocio.
De ahí que en esta cuestión tan peligrosa y especial de la violencia familiar, doméstica o de relaciones, los responsables de las cadenas deban extremar su vigilancia e imponer todas las cautelas posibles. Y no solo en semejantes situaciones, que pueden tener consecuencias desastrosas para la vida de las personas, sino también en otras muchas situaciones porque, amparados en la libertad de expresión y sobre todo en la búsqueda de negocio fácil, están proliferando en nuestro país un sin fin de programas basura, muchos de ellos inmersos en ese proceloso y pintoresco mundo de la llamada prensa del corazón, que distan mucho de la función social de los medios y de unos canales de televisión, nacionales, autonómicos o locales, que disfrutan de una concesión del Estado.
Programas en los que, además de embrutecer o entontecer a los ciudadanos, se agrede con suma facilidad en aras de un supuesto interés informativo, a personas, familias, grupos e instituciones, muchos de los cuales carecen de los medios necesarios para interponer demandas judiciales que, además, se eternizan en sus sentencias finales y que, en sus condenas, no se alcanzan las cotas de compensación suficientes para remediar daños que, muchas no se pueden reponer con multas o dinero, y que en todo caso son inferiores a los grandes beneficios que la telebasura produce a sus propietarios. Y todo ello sin olvidar el daño a los menores que visualizan esos programas en los que, incluso, se ha puesto de moda el vilipendiar a los muertos, o enfermos que no pueden defenderse del infame manoseo.
Hay que hacer algo, y esto no puede seguir así. Hay canales de televisión que inician la telebasura a media mañana, siguen a primeras horas de la tarde y continúan por la noche, enlazando un programa con otro, y sin que los espectadores puedan asistir a otra cosa que al infame chismorreo, por el que deambulan personajes grotescos y falsos periodistas, convertidos en patéticos héroes —los dinios, lequios, cotos, etcétera— sociales que viven de su propia basura, a medias con los gestores de la cadenas, sus directivos y sus presentadores y tertulianos, convirtiendo el negocio mal oliente en una tarta de excrementos de las que todos se llevan un pedazo, en proporción, y los responsables de las cadenas su parte del león.
Ya está mal que los servicios informativos de casi todas las cadenas —y las públicas incluidas, con mayor responsabilidad— estén sometidos a intrigas e influencias de la partitocracia, en contra de la imparcialidad y la necesidad de un periodismo independiente que aborde con solvencia y seriedad todos los grandes temas del debate político, económico, social y cultural, para que, además, los gestores y propietarios de estas concesiones del Estado nos inunden de programas repugnantes, a la mayor gloria de sus bolsillos.
Es verdad que los límites a la libertad de empresa y de expresión, ante estos desafueros, solo pueden ser impuestos por la ley. Pues bien, si esto sigue así, habrá que cambiar la ley, o las leyes, para que no pueda continuar por ese camino de la infamia en el que han caído otros países, lo que en ningún caso justifica que en España semejantes modelos se tengan que copiar. Si los empresarios de televisión no quieren, como dicen, estar en la picota o en el punto de mira de una sociedad, cada vez más indignada con todo esto, ya saben lo que tiene que hacer.
Y mientras tanto, vamos a ver si los partidos políticos, ahora en campaña electoral, se atreven a incluir esta cuestión en sus programas electorales, incluso corriendo el riesgo de que las televisiones se venguen contra ellos por defender posiciones justas que puede dañar el dinero fácil de esta plaga que inunda la programación nacional.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=29/11/2007&name=marcello
jueves, noviembre 29, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario