jueves 15 de noviembre de 2007
Esto es la guerra
Miguel Martínez
S EGURO que muchos de mis queridos reincidentes comparten con un servidor esa sensación de que cada mañana, al levantarnos, empieza una lucha sin tregua, no ya a fin de realizar grandes gestas o de llevar a cabo magníficos proyectos, sino al objeto de intentar, simplemente, evitar que a uno lo estafen, lo timen o lo tomen por el silbato del sereno. Aprovechando un momentillo de tranquilidad, un servidor echa un vistazo por Internet a sus cuentas bancarias y se da cuenta de que, por segunda vez, le han cobrado comisión por una tarjeta de crédito que rechazó en su día y de la que jamás ha disfrutado. Así que, tras respirar hondo para no agarrar el teléfono y poner de vuelta y media al primero que le atienda, y contando hasta diez, un servidor se dispone a consultar otra cuenta bancaria, esta vez en estado de alerta y diciéndose “a ver qué me han hecho en ésta” y, como no podía ser de otra manera, observa con desasosiego que le han cobrado dos veces la misma comisión de mantenimiento de la libreta. Se impone el diseño de un plan de ataque, o mejor dicho de contraataque, en el que se contemplen tácticas de abordaje, planificación de riesgos, evaluación de posibles daños -se valora la posibilidad de acudir al banco con una motosierra en marcha- y de sus consecuencias -no vaya a ser que lo tomen a uno por un atracador y lo enchironen-, y estrategias de retirada -por si hay que apartar todo el efectivo de esa entidad bancaria y llevárselo a otra- que valoran también el componente estratégico de la financiación de la zona de guerra después de la contienda -no sea que, al retirar todo el efectivo de la cuenta que atiende los pagos, me olvide de cambiar la domiciliación de algún recibo y el mes que viene me corten el agua o la electricidad-. Preparando la declaración de guerra -o llamada telefónica a la oficina bancaria-, surge un contratiempo. Uno, que tenía previsto enviar sus naves a luchar contra otras naves, y no contra los elementos, observa que ha sido neutralizado su servicio de telecomunicaciones. Un bombardeo de llamadas, provenientes del 609, servicio de atención al cliente de Movistar, en el que una grabación le pide que participe en una encuesta sobre la calidad del servicio que ofrece a sus abonados, cae cual bomba racimo en el teléfono móvil de un servidor a razón de dos por minuto –lo prometo, dos llamadas por minuto- e impide cualquier uso del teléfono que no sea responder una y otra vez a la misma encuesta. Pero si el banco tiene aliados, un servidor se busca los suyos y recaba la ayuda de una compañera quién, móvil en mano, intenta firmar un armisticio con Movistar para que cese el bombardeo, mientras que un servidor hace lo propio desde el teléfono fijo intentando atacar a Movistar por la retaguardia, objetivo prioritario para liberar el servicio de telecomunicaciones y emprender la batalla del banco con todos los operativos disponibles. Movistar responde al ataque con una maniobra evasiva, intentando que dirijamos nuestros esfuerzos a una campaña de desgaste encaminada a minar nuestra motivación y nuestras fuerzas, pretendiendo que centremos nuestros efectivos en lograr, llamando al 4407, que Movistar dé de baja el número en su base de datos de promociones comerciales, maniobra inútil –por imposible-, tal como recordarán aquéllos de mis queridos reincidentes que hayan leído la edición 138 de esta misma página. Quince o veinte llamadas después, en Movistar confirman que sufren una avería en sus equipos, por sublevación de los ordenadores, y que andan como locos atendiendo a multitud de clientes que, como un servidor, no paran de recibir, a razón de dos por minuto, incesantes llamadas del 609 donde la misma grabación les requiere para la misma encuesta. Toque de retirada. Apremia el repliegue y el acuartelamiento para diseñar una nueva táctica, si bien se mantienen, a modo de protección de la retaguardia, llamadas periódicas a Movistar para insistir -maniobra de contención- en el cese de su peculiar bombardeo. Vamos a sustraerle el objetivo. Desconexión inmediata del teléfono móvil –no hay quien lo aguante, no para de sonar- posponiendo a la caída de la noche el ataque al flanco Movistar, al tiempo que se posterga el ataque al flanco bancario hasta el día siguiente a fin de disponer de nuevo de todos los efectivos –incluido el de telecomunicaciones- en perfecto estado de revista y operatividad. Cae la noche. Las sombras protegerán al comando encargado de detener las hordas telefónicas en su incesante y devastador bombardeo. Al conectar el teléfono aparecen ciento catorce llamadas perdidas, cómo no, de Movistar y, antes de poder contactar con el 609, es el propio 609 el que llama de nuevo con la encuesta y la grabación. Nueva retirada y vuelta a la desconexión del móvil. Consultados los manuales de guerra psicológica, no encuentro nada al respecto ni en los archivos de West Point ni en los del CNI, por lo que se impone el paso a la guerra de guerrillas y a asesores menos ortodoxos. Desde Google me llega la confirmación de que se trata de un ataque masivo que se centra sobre centenares de afectados. Fracasa la tentativa de organizar una resistencia de todos ellos. Se pospone así la comunicación de declaración de guerra al banco hasta la mañana siguiente, a la espera de derrotar las fuerzas de Movistar que bloquean mis comunicaciones, merced a un bombardeo que dura ya más de doce horas. Último intento de contraataque. Utilizando la más alta tecnología, merced a mi propio terminal telefónico, intento desviar todas las llamadas provenientes del 609 al mismo 609, para que prueben de su propia medicina. A eso se le llama aprovechar la potencia del enemigo en su contra. “Opción no disponible, número incorrecto”. Era de esperar, el móvil es para uso exclusivo con Movistar y se han reconocido entre ellos. Resulta que tengo al enemigo infiltrado en mi propia casa. Desconexión del móvil –a las trincheras- y preparación de nuevo plan de ataque por la mañana. 10.00 a.m. Cuartel Central de Operaciones de Defensa. Sector antibancos. Imposible contactar con la división de comunicaciones por colapso del sistema telefónico. Ciento diecisiete llamadas perdidas del 609. Una llamada entrante -del 609, faltaría más- confirma que si se quiere proceder al ataque bancario ha de hacerse prescindiendo de las telecomunicaciones. Plan B: Maniobra de incursión en la oficina bancaria. Desechada la opción motosierra, se opta por la amenaza de cancelar todas las cuentas. Oficina vacía. El director, sonriente –no sabe la que le espera-, me dirige una atenta mirada de complicidad. - Hombre, Miguel, cuánto tiempo. Desde que cambiaste de barrio no se te ve el pelo. ¿Qué tal tus padres? Detectada maniobra de chantaje emocional evocando que conoce a mi familia y que bien puede meterle mano en sus cuentas y causarles mil desbarajustes. Se impone cambio de táctica basada en la demanda de cooperación. Quizás sea más inteligente –al menos de momento- recurrir a la vía diplomática en lugar de la militar. - Hola, tío, vengo muy cabreado, que me habéis vuelto a cobrar la comisión de la tarjeta que no quise y que ni siquiera me llevé; y en la otra cuenta me habéis cobrado la comisión de mantenimiento ¡DOS VECES! Si no me da por mirarlo me levantáis 100 euros por la patilla. Mira que estoy pensando en cambiarme de banco, ¿eh? - Pero…¿cómo es posible? Serán inútiles los de los Servicios Centrales... Mira que les tengo dicho que a los buenos clientes –peloteo vil, que uno anda más bien tieso y nada boyante- no se les cobra comisión de mantenimiento. Y lo de la tarjeta… hay “pa” matarlos. Mira que les avisé la otra vez. No te preocupes, Miguel, déjame las libretas que ahora mismo te hago los reintegros y me ocupo personalmente de que no te vuelva a pasar. ¡Cómo te vas a cambiar de banco, hombre, si llevas toda la vida con nosotros! Espera, que ya me han llegado las agendas del 2008 y son chulísimas. Piel de Ubrique. Canela fina. Sólo para los buenos clientes, ¿eh? –de nuevo la mirada de complicidad-. Te voy a dar una. ¿Quieres otra y se la das a tu padre? Objetivo conseguido. No ya sólo sin pegar un solo tiro, sino sin tan siquiera alzar la voz. ¿Será que funciona lo del talante? Un servidor le da mil gracias al director de la oficina y sale contento con sus agendas de piel de Ubrique. Pero aún no ha llegado el momento del desarme. Queda la batalla de las comunicaciones. Conecto el teléfono con los dedos cruzados. Un único SMS del 609 pide disculpas por las molestias causadas por una avería en su servicio informático. Como compensación me van a practicar un descuento del 20 % en las facturas de los próximos 6 meses. Alucinado, y con los ojos como platos, leo y releo el mensaje buscando la trampa. No la hay. Una mañana preciosa. Un día soleado de otoño con una temperatura agradable que invita a dar un paseo. Retornamos nuestras tropas a los cuarteles e izamos la bandera de la paz. Contento y optimista, retomo mi actividad cotidiana. 10.25 a.m.: Central de Análisis y Estrategia. Se recibe un comunicado –cifrado- del Servicio de Inteligencia: Mira que eres pardillo, Miguel. Casi te limpian 100 euros de la cartilla por el morro, que te has dado cuenta de puro milagro, además de que has estado casi dos días sin poder utilizar el teléfono, y encima estás contento y, lo que es peor, optimista. Si es que no tienes remedio…
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4267
jueves, noviembre 15, 2007
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