lunes, noviembre 05, 2007

Marcello, Los barones perplejos

martes 6 de noviembre de 2007
Los barones perplejos

Estamos a la espera de que le pongan el teléfono a Gallardón, en su nuevo y flamante despacho de la plaza de la Cibeles, a ver si podemos hablar con él y nos cuenta cómo se ve desde esas altas torres del corazón de Madrid el mapa político español. O cómo se perfila la lucha interna en el seno del PP en el que Zaplana se ha colocado, él solito, los galones de capitán general por su meritoria hazaña de meter a Rajoy en el club de la conspiración del 11M.
Seguimos con curiosidad el desembarco de Rodrigo Rato en Madrid tras su salida o espantada del Fondo Monetario Internacional, a ver cómo lo ve. A ver si ve la despensa de Solbes medio llena o medio vacía, y cómo aprecia el horizonte electoral del PP para el 2008, o si está pensando en el 2012, o si ya está harto de coles y no quiere saber nada de la política, a sabiendas de que cualquier intento de luchar por el liderazgo le obliga a pasar por el aro de Aznar, Pedro J., Federico y la Conferencia Episcopal, que son, al día de hoy los que mandan en el PP. A sabiendas, como debe de saber Rodrigo, que el trono de lo liberal en el PP lo ha usurpado esa Juanita sin tierra que es Esperanza Aguirre, la condesa liberticida que se desmelena e increpa al Rey.
También nos gustaría conocer lo que dice en privado y piensa Francisco Camps, presidente de la Comunidad Valenciana, otro prohombre del PP sobre todo esto. Pero Camps no sale de su reino valenciano por nada del mundo, lo que está muy mal porque personas de su valía deberían estar más presentes en Madrid, sobre todo en este tiempo convulso en el que se ha desatado una especie de bacanal o borrachera generalizada en la sede central del PP, con la que los fanáticos del partido —ayer todos a los pies de Aznar— están festejando la goleada que les acaba de propinar la sentencia del 11M. Camps se ha montado en Valencia su pequeño paraíso terrenal, con su Copa del América, las motos, la Fórmula 1, su Corte Inglés, la playa de Malvarosa, la paella y las Fallas, y se preguntará ¿para qué hay que ir a Madrid?
Tampoco vemos mucho por Madrid, de un tiempo a esta parte, a Javier Arenas, que anda de campaña permanente en el Sur, y que sabe muy bien cómo las gastan los presuntos liberales del sector ultraconservador con todo aquel que tenga luz propia o pensamiento verdaderamente liberal.
Y ya echamos en falta a Josep Piqué ante la aparición, como alguacil del nuevo líder del PP catalán, de Sirera, quien todavía no sabe que nuestra Carta Magna, el texto constitucional que tanto dicen defender en el PP, prohíbe de manera expresa el “mandato imperativo” sobre los diputados elegidos por el pueblo español, que hablan y actúan en conciencia en defensa del interés general. De ahí que sus reproches a Nebrera y a Medel por decir la verdad sean, además de políticamente indecentes, inconstitucionales.
Herrera, Cospedal y otros barones periféricos del PP están a verlas venir y a verlas llegar, y por nada del mundo quieren meter sus narices en el gran avispero de Madrid, aunque se temen lo peor, que ya no es otra cosa que el principio del fin de Rajoy.
Porque los gremlins carnívoros del PP tienen atado en el suelo a su líder Rajoy, como los enanos tenían en su poder a Gulliver, y todavía están pensando qué es lo que van a hacer con él. Si lo van a descuartizar, si se lo van a comer, o si lo van a trufar para presentarlo como un pavo en la cena de Navidad, o si simplemente lo van a despeñar por el alto precipicio de la campaña electoral antes de que comience el segundo acto, el de la lucha interna por la segunda sucesión de Aznar, si es que Aznar no quiere volver para explicarles, él personalmente, a los jóvenes españoles lo que hay que hacer. Y entonces ya veremos qué le responden esos jóvenes a los que el ex presidente pretende guiar con su nuevo catecismo o epístola moral, que dicen que empieza así: “Estos, Santiago, ¡ay dolor!/ que ves ahora/ campos de soledad/ mustio collado/ fueron en un tiempo/ mi España famosa”.
Por cierto, Aznar no ha querido hacer comentarios sobre la sentencia del 11M, y no porque no esté de acuerdo con lo dicho por el PP, que a lo mejor le pareció más bien escaso comparado con lo que piensa él. Sino porque, tirada la piedra por otros, él no ve ninguna necesidad de entrar, por ahora en la polémica, con el argumento de que no ha tenido tiempo para leer el total de la sentencia ni, por lo que se ve, los periódicos de uno y otro lado que, cada uno a su manera, la han sabido reducir e interpretar.

http://www.estrelladigital.es/a1.asp?sec=opi&fech=06/11/2007&name=marcello

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