martes 6 de noviembre de 2007
Un socialista en el FMI Josep Borrell
La llegada de Dominique Strauss-Khan, ex ministro de Economía del Gobierno socialista francés que presidía Lionel Jospin, a la dirección del FMI me recuerda la novela Un yanki en la corte del Rey Arturo, de Mark Twain. La extemporaneidad del personaje con respecto al contexto debe de ser parecida, sólo que al revés. ¡Quién le iba a decir a mi amigo Dominique cuando, en 1999, tuvo que dimitir bajo presión mediática por su presunta participación en una historia de desvío de fondos del sindicato de estudiantes… que acabaría dirigiendo el templo de la ortodoxia neoliberal y celoso guardián del consenso de Washington!
Los jueces le absolvieron de las acusaciones que le empujaron a la dimisión. Pero el mal ya estaba hecho y tuvo que hacer su particular travesía del desierto hasta aparecer como líder de la corriente “socialdemócrata” del Partido Socialista Francés, donde esta denominación no tiene la misma significación que en otros partidos socialistas.
Defensor del “sí” al Tratado Constitucional y candidato derrotado en las pasadas primarias para la Presidencia de la República, parecía inmerso en la lucha interna del Partido Socialista Francés (PSF) al tiempo que producía interesantes aportaciones sobre la respuesta de los socialistas a la globalización.
Pero la vida da muchas vueltas, y acontecimientos inesperados en los que no tenemos arte ni parte cambian radicalmente su rumbo… ¿Cómo administrará ahora Strauss-Khan sus planteamientos ideológicos desde una institución que ha sido frecuente blanco de las críticas de la izquierda? Está por ver, pero el experimento de un socialista al frente de un FMI que vive una profunda crisis de adaptación a las consecuencias de la globalización promete ser interesante. Sobre todo si se tiene en cuenta que no es el único socialista que dirige una de las instituciones de la “gobernanza global”. Con Pascal Lamy en la OMC, Kermal Davis en el PNUD y Juan Somavia en la OIT, los neoliberales ya no son los únicos responsables del gobierno de la globalización.
En realidad, las cuestiones a las que tendrá que enfrentarse ese socialista en el agrietado templo neoliberal no son muy diferentes de las que agitan al PSF. Como decía su todavía secretario general François Hollande, lo que realmente plantea problemas a los socialistas “no es el mercado, sino la mundialización”. Y, paradójicamente, el FMI aparece hoy como una víctima de esa mundialización de los mercados, especialmente de los financieros, que tanto auspicia de palabra y obra.
El FMI es una de las instituciones creadas después de la II Guerra Mundial para prevenir las crisis económicas que habían contribuido a provocarla. Pero la arquitectura económica y monetaria de nuestro mundo no tiene nada que ver con la que justificó su creación. Como dice sintéticamente Frédéric Lemaitre, el FMI de Strauss-Khan se enfrenta hoy a tres crisis existenciales: su razón de ser ha desaparecido, sus actuaciones criticadas y su legitimidad contestada.
También para el FMI la vida ha dado muchas e inesperadas vueltas. ¿Recordamos cómo hace poco el Brasil de Lula o la Argentina de Kirchner debían satisfacer las exigencias de ortodoxia económica del FMI, acogotados por el peso de sus deudas? Quién nos iba a decir que pocos años después las habrían amortizado por anticipado…
Si la función del FMI era prestar dinero a países pobres y endeudados exigiendo a cambio políticas liberales, privatizaciones y ajustes sociales no sólo dolorosos sino incluso contraproducentes, hoy se está quedando sin trabajo. La mayor parte de los que ayer le pedían créditos hoy tienen desbordantes reservas de cambio. Y China, Venezuela o Arabia Saudí son banqueros menos exigentes y deseosos de desplegar la influencia financiera que les da el boom del petróleo o los superávit comerciales.
Las cifras cantan: Turquía recibe hoy el 40% de los créditos concedidos por el FMI. Sería divertido imaginar el rating que el FMI daría a un banco privado que tuviera esa concentración de riesgos en un solo cliente…
Los efectos nefastos de las políticas exigidas por la pareja FMI/Banco Mundial a los países sacudidos por crisis financieras en los últimos 15 años, en particular en Asia en 1997, son hoy ampliamente reconocidos.
El caso más claro es el de Malasia. Cuando accedió a la independencia era más pobre que Ghana. Hoy su PIB per capita es ocho veces mayor. Durante la crisis de 1997 rechazó las exigencias del FMI y gracias a ello su recesión fue la más corta y leve de todo el sudeste asiático. Si hubiese seguido las políticas que le “recomendaban” habría destruido el tejido económico y el equilibrio social construido en 40 años de desarrollo.
Pero el problema más grave del FMI es el de su sistema de gobierno, del que se deriva su falta de legitimidad para afrontar los grandes desequilibrios monetarios actuales. Desde el punto de vista europeo, el problema es doble: un exceso de representación en el Consejo de Administración y una fragmentación entre países que esteriliza el poder que de ello se deriva.
De los 24 administradores del FMI, 7 son de un país de la UE y su director general ha sido sistemáticamente un europeo, a cambio de que el del Banco Mundial sea un norteamericano. Aunque sea contrario a nuestros intereses geoestratégicos, hay que reconocer que Rusia tenía razón al intentar acabar con ese duopolio de poder. Y los países emergentes han aceptado jugar el juego por la última vez: no tiene ninguna explicación, salvo la histórica, que Bélgica pese más que India o que Holanda el doble de Brasil.
Si al menos los europeos usásemos eficientemente esa sobrerrepresentación… Pero la división entre los países anula en la práctica la capacidad de defender una política monetaria global acorde con la existencia de una misma y única moneda europea.
Una vez más, nuestras divisiones nos quitan la fuerza que necesitamos. Pero para que la UE pese más haría falta que cada uno de sus Estados miembros acepte pesar menos.
Quizás un europeo en la corte del neoliberalismo pueda ayudar a conseguirlo. Más sobre ello próximamente.
josep.borrellfontelles@europarl.eu.int
http://www.estrelladigital.es/a1.asp?sec=opi&fech=06/11/2007&name=borrell
lunes, noviembre 05, 2007
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