lunes 5 de noviembre de 2007
Los progres salvan niños
JUAN MANUEL DE PRADA
ESTE caso de los niños del Chad es muy ilustrativo del modus operandi del progre. Mi dilecto Ignacio Ruiz Quintano (bárbaros tus artículos, amigo) lo tiene escrito: el progre se ha impuesto la misión de salvar a los pobres, por supuesto después de haberlos creado. Se trata la suya de una misión de un mesianismo desquiciado, en la que está dispuesto a atropellar a quien haga falta, incluidos los mismos pobres, que para el progre son como los cadáveres para aquel artista forense llamado Gunther von Hagens que hizo fortuna hace algunos años epatando a los imbéciles: piezas que puede plastificar y exhibir para impresionar a la galería y, sobre todo, para impresionarse a sí mismo. El progre niega la existencia del alma, y por tanto no tiene mala conciencia que acallar; pero el hueco que le ha dejado el alma lo ocupa la víscera de la vanidad, una vanidad hipertrofiada que sólo puede mantener alimentada urdiendo orgías solidarias a nivel planetario.
Fray Bartolomé de las Casas emprendió su misión convencido de que los indios también tenían alma como él mismo y de que procurar remedio a sus penurias era una encomienda divina. Las orgías solidarias del progre parten de la premisa contraria: «Puesto que yo no tengo alma, tampoco pueden tenerla los pobres; habré, pues, de arrastrarlos a mi vida desalmada». Este propósito de arrastrarlos a su propia vida, que es la «vida digna» de los cadáveres plastificados y expuestos en la vitrina de la atención mediática, es el último recurso que le queda al progre cuando le han fallado los otros recursos más aseados que practica. Al progre, los niños del Chad se la sudan; y prueba de ello es que, si la fuerza de su ímpetu solidario se hubiera impuesto plenamente, todos ellos estarían en el cubo de la basura cuando aún eran «un conjunto de células», que es como el progre llama, con lenguaje entre aritmético y fisiológico, a la vida gestante. «Ojos que no ven, corazón que no siente», reza el refrán; y el progre invierte mucho dinero y propaganda para que los niños del Chad no lleguen nunca a ser visibles, para que los pobres que previamente ha creado no se reproduzcan a mansalva, y así el corazón podrido del progre no tenga que sobresaltarse cuando esos niños famélicos asomen la jeta en el telediario, fastidiándole la siesta.
Pero, pese a todos los esfuerzos que el progre realiza para evitar que esos niños pobres excedan la categoría de «conjunto de células», siempre hay alguno que burla el tamiz de la profilaxis. Y los ojos del progre, que lo ven, mandan noticia a su corazón podrido, y el progre decide entonces que debe procurar al niño pobre una «vida digna», esto es, una vida que colme su vanidad. Y entonces el progre urde una de sus orgías solidarias a nivel planetario: fleta un avión y arrebata a unos cuantos niños del Chad para incorporarlos a la «vida digna», para que dejen de importunarlo en el telediario con su vida indignísima que, lamentablemente, no pudo ser cercenada a tiempo. Y aquí, para entender en plenitud el modus operandi del progre, tendríamos que detenernos a considerar las razones que lo impulsan. No se trata de «solidaridad» (que es palabra talismán), pues ya hemos visto que el progre hubiese preferido que esos niños no hubiesen existido; y lo que insolidariamente preferimos que no exista no puede interpelarnos cuando existe. El progre monta su orgía solidaria para «sentirse bien», para que su «vida digna» no sufra resquebrajaduras por las que se cuele un atisbo de mala conciencia, para que esa mala conciencia no le recuerde que en el hueco que hoy coloniza la víscera de la vanidad tuvo su asiento el alma. El progre salva niños para mantener alimentada la víscera de su vanidad, salva niños para exorcizar cierta molestia que en él ya no podemos llamar propiamente remordimiento, sino más bien pulsión incontrolable, pulsión que debe acallar de inmediato para que las garras de la angustia no lo arañen siquiera. A veces esa pulsión se satisface comprando un todoterreno, a veces arrebatando un niño del Chad: tanto el todoterreno como el niño del Chad son para el progre piezas plastificadas que puede exhibir en una vitrina para impresionar a la galería e impresionarse a sí mismo, dosis de anestesia para su vida desalmada.
www.juanmanueldeprada.com
http://www.abc.es/20071105/opinion-firmas/progres-salvan-ninos_200711050243.html
domingo, noviembre 04, 2007
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