lunes 5 de noviembre de 2007
A su casa van
IGNACIO CAMACHO
UNA cosa es segura: nadie va a quemar hoy en Ceuta y en Melilla retratos del Rey de España. No es improbable que lo hagan al otro lado de la frontera algunos agitadores inflamados por la propaganda oficialista marroquí y lo que Carlos Herrera llama el nacionalismo de garrafa de Mohamed VI, pero eso resulta menos inquietante que ver arder la efigie del monarca en territorio español y escuchar cómo soplan en el fuego los exaltados de la intolerancia. Los Reyes han decidido tomar la iniciativa tras unas ingratas semanas de zozobra en que se les ha hecho sentirse siquiera parcialmente malqueridos, y han planteado un arrojado gesto de inequívoca significación política y patriótica. En ese sentido, es mucho más importante lo que significa el viaje de puertas adentro que de puertas afuera, donde Marruecos nunca va a salirse de su guión anexionista, tan rentable asimismo para la causa alauita en la medida en que le ofrece un recurso siempre eficaz de demagogia nacionalista y pundonor hojalatero.
Probablemente la pataleta marroquí estuviese más que prevista, y no resulta aventurado arriesgar que el Príncipe Felipe utilizase su reciente viaje a Marrakech para preparar el terreno, pero Mohamed VI ha exagerado el malestar con una sobreactuación muy desabrida. Éste es un aspecto siempre inquietante de las relaciones hispanomarroquíes: que el vecino acostumbra a no cumplir lo pactado en los términos previsibles, y tiende a salirse de madre. El Gobierno, tan inmaduro y desorientado en política exterior -y en tantas otras cosas, ay-, ha quedado en evidencia al confiar en su doctrina de apaciguamiento, que los marroquíes han dejado con el culo al aire al tirar los pies por alto. En este sentido, Zapatero está bajo sospecha desde que se dejó retratar con Mohamed VI delante de un mapa del «Gran Marruecos» que incluía Ceuta, Melilla y Canarias; y Moratinos ha hecho uno de sus tristes papelones al irse tan campante a inaugurar un festolín intercultural en Essauira, donde le pilló el movidón en paz y compaña de los santones del majzén y otros amigos del lobby felipista. El ministro, tan versado en asuntos de la morería, debería saber que es una constante histórica del mundo islámico la costumbre de no dejar que la mano derecha sepa lo que hace la izquierda. Una te la estrechan muy amablemente y con la otra te clavan el damasquino hasta la empuñadura.
Pero España no puede estar mirando a ver qué carita ponen los vecinos para tomar sus propias decisiones. Bastante ignominia estamos ya cometiendo al dejar vendidos a los saharauis para aplacar el insaciable expansionismo del sultán, como para que también Ceuta y Melilla tengan que sufrir in aeternum el síndrome del buenismo conciliador de Zapatero. Había una deuda moral que saldar allí, y hoy ha ido a abonarla el Jefe del Estado. Con un par. A su casa va, y lo va a notar en cuanto ponga el pie en esas tierras que llevan demasiado tiempo sufriendo un injusto, desalentador, indefenso y desamparado abandono.
http://www.abc.es/20071105/opinion-firmas/casa_200711050246.html
domingo, noviembre 04, 2007
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