jueves 1 de noviembre de 2007
Sin periódicos Luis Racionero
He decidido contemplar las últimas hojas otoñales antes de que caigan en el gran silencio y me he instalado en “una borda” que tengo en el Pirineo: es algo que me queda de la infancia, ese gusto por la montaña, el aire puro, el silencio. Y tengo silencio, sobre todo, porque me abstengo de periódicos. No es la primera vez.
Cuando tenía treinta años, allá por los setenta, un día cogí el periódico: sólo al terminar me percaté que no era del día, sino de tres días antes. Da igual, no se notaba la diferencia: la bomba estalla aquí o allá, los americanos desembarcan en uno u otro lugar, el pintor malhumorado expone los mismos signos inexpresivos. ¡Qué más da! Siempre pasa lo mismo y si por ventura algún día sucede lo memorable, me enteraré aunque no compre la prensa.
De modo que cuando me instalé a vivir y escribir —lo cual es una contradicción en términos— en la masía que distaba tres kilómetros del pueblo de l’Escala, renuncié a comprar la prensa cada mañana. Pasé diez años sin leer periódicos, aunque me suscribí a Time y New York Review of Books, para estar, sino al día, al menos a la semana. Sobreviví perfectamente.
No cuento esto para tirar piedras sobre mi tejado de silicona de esta publicación ni sobre los demás tejados de papel que me han dado cobijo y cancha, lo digo para sugerir la desconcertante reiteración de lo que pasa, o sea, que no pasa porque es incesante. Sólo recomiendo una cura de noticias como quien se retiraba en los ejercicios espirituales de San Ignacio o del partido comunista.
Vivir en la naturaleza y no recibir noticias es la misma cosa, porque en el momento que aparece la noticia se deja de estar en la naturaleza para caer en el tiempo, en la modernidad, en el socavón del AVE y la moción de censura, que para eso les pagan.
Así que sumergidos en el gran silencio otoñal, en la inmensa paciencia de la naturaleza —que es mi madre patria, otra gran contradicción en términos—, ajenos al perverso demiurgo de la noticia y el suceso se puede lavar un poco la inteligencia, tomar distancias, bruñir el sentido crítico y pasar de todo.
Es como apagar una radio mal sintonizada que transmite voces confusas con ruidos de interferencia. Vivimos en un océano caótico y catódico de información del que es sano alejarse de cuando en cuando. Pero, tercera paradoja: si bien no leo periódico, tengo que escribir en el para ganarme la vida.
http://www.estrelladigital.es/a1.asp?sec=opi&fech=01/11/2007&name=racionero
jueves, noviembre 01, 2007
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