jueves 22 de noviembre de 2007
Catapultemos a Rajoy antes de que sea tarde
Ernesto Ladrón de Guevara
E L título de este artículo puede ser entendido de muy diversas maneras. Las más retorcidas pueden producir cierta sorna, pero no es esa mi intención. Lo escribo con la mejor de las voluntades: creo que no son tiempos para hacer juegos malabares con la política. La situación tiende a ser tan grave para el futuro del conjunto de los españoles en sus derechos y libertades, teóricamente amparados por la actual Constitución en derribo, que no cabe otra actitud responsable que una concentración del voto útil en el Partido Popular para las próximas Generales. En demasiadas ocasiones el Partido Popular me ha puesto de los nervios, unas por una indefinición política enfermiza lastrada por complejos incomprensibles. Otras por no dar respuestas eficaces a los problemas estructurales que tiene España. En algunas situaciones por estar demasiado lastrado por los intereses territoriales y unos determinados taifas con una moral política no demasiado contrastada; que también pululan en ese partido en algunos puntos de nuestra geografía, no dando muestras de demasiado sentido de Estado. Pero yo quiero darle un voto de confianza al Sr. Rajoy. A él. Sobre todo tras haber leído sus palabras en la convención programática que ha celebrado el pasado fin de semana. A decir verdad me gusta el discurso que Rajoy pronunció en dicho evento, y suscribo sus manifestaciones hasta la última línea, sin perjuicio de que yo iría algo más lejos en las reformas que postula, para asegurar el futuro y la prosperidad que todos los padres responsables desearíamos para nuestros hijos. Veamos los elementos que a mí me parecen esenciales de lo que manifestó, que no son ideas inéditas. Quizás las haya recogido de otros que hace tiempo venimos predicando en el desierto, pero tiene el valor de la audacia y de saber reciclar buenas fórmulas emitidas por otros agentes de la vida pública que hace tiempo venimos auspiciando cambios necesarios. En primer lugar Rajoy aboga por un nuevo consenso que permita las imprescindibles reformas. Dice él que para afirmar el terreno y lograr un punto de partida sólido. Evidentemente, como no puede ser de otra manera, plantea la necesidad de reavivar la idea y el proyecto común de todos los ciudadanos españoles mediante la afirmación axiomática de que sólo hay dos naciones en la Península Ibérica: Portugal y España. Para reconfigurar ese proyecto de España, alejándolo de las tendencias nacionalistas periféricas totalitarias que atribuyen los derechos a los territorios y no a las personas que los habitan, propone una reforma constitucional que desde hace tiempo algunos veníamos considerando fundamental para que no existan involuciones en ese Estado Social y de Derecho actualmente arrumbado, que debería protegernos a todos. Para ello hay que delimitar y cerrar definitivamente la anómala y perniciosa expansión, sin límite, de las competencias autonómicas que han vaciado prácticamente al Estado en sus atribuciones naturales fundamentales. Y para que no pase lo ocurrido con el nuevo Estatuto de Cataluña que el Tribunal Constitucional ha dejado en el limbo de las cuestiones irresolutas, considera que en asuntos que afecten al bloque constitucional no se puedan realizar reformas si no se cuenta con los dos tercios de los diputados en las Cortes Generales. Eso también se debiera aplicar –estimo- en los parlamentos autonómicos para las correspondientes reformas estatutarias en su fase embrionaria. Otro aspecto nuclear de gran importancia es el de las garantías lingüísticas para preservar la lengua común de todos los españoles y combatir la persecución y el expolio que padecen los ciudadanos castellanohablantes donde se muestran en su tosquedad los nuevos señores feudales, sean éstos nacionalistas de pura cepa o filonacionalistas, como los del socialismo desnaturalizado que rige en algunas comunidades como la catalana acompasado por personajes de mal agüero. No es menos esencial proteger el derecho de los padres a que se eduque en la lengua materna de sus pupilos, asunto sobre el que Rajoy promete intervenir para que no se cometan los abusos que actualmente vienen aconteciendo en varias comunidades con lenguas específicas (no propias como dicen, puesto que el castellano también es lengua propia de la mayoría de sus hablantes) Otro capítulo de gran calado es el de la reforma electoral que evite el chalaneo que actualmente ha convertido la política en un gran mercado persa. También, como es obvio, el que no se atribuya a ETA capacidad negociadora, siendo, como es, un grupo de delincuentes. Y –fundamental- que no se someta la política exterior de España a los intereses de un partido político sino a los que corresponden al conjunto de los españoles, dignificándola y prestigiándola. No como sucede en la actualidad. Y también los ajustes en la política fiscal que frene en seco el actual estado confiscatorio de las haciendas particulares. Hay un acoso brutal en materia tributaria; que está esquilmando a la clase media, que es la que fundamentalmente sostiene al País. Etc. Me parece ilusionante todo este rosario de buenas intenciones. Espero que no sean meras promesas baldías. Y que el Sr Rajoy, si sale elegido, dé cuenta de su debido cumplimiento al término de su mandato. Y que en caso de frustrar las expectativas, pague su culpa con el ostracismo al que le sometamos los ciudadanos. Y que si cumple su palabra se le eleve al altar de los personajes que han honrado la historia de España por dedicar sus esfuerzos al interés colectivo.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4276
jueves, noviembre 22, 2007
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