domingo, noviembre 04, 2007

Garcia Brera, La sentencia del 11-M y otros flecos penales

lunes 5 de noviembre de 2007
La sentencia del ‘11M’ y otros flecos penales
Miguel Ángel García Brera
H AY que acatar las Sentencias, como respetar las leyes y tantas otras cosas, porque así lo manda el imperativo democrático y porque, sin duda, el Estado de Derecho –que es una imperfección más de las que conforman la sociedad– es la mejor forma de organización que el hombre –un animal al fin y al cabo, aunque con capacidad de razonar que, desde luego, no siempre emplea– ha inventado. Pero, ni todas las Sentencias merecen acatamiento ni todas las leyes adhesiones, ni todas las autoridades respeto. Y esa es la cuestión. Desde la edad de 21 años, cuando terminé mi Licenciatura en Derecho, vengo luchando por la justicia. Exigiéndola para mis clientes, procurando darles ánimos y dármelos a mi mismo, porque cada año de ejercicio ha ido dinamitando mi convicción inicial de conseguir justicia, y, ya en mi última época, ni muchos jueces me merecen otro respeto que el obligado por la ley, ni tengo otra fe en que harán justicia que la llamada fe del carbonero. Sin embargo, no siempre la ausencia de justicia se produce por la falta de conocimientos de un juez o por su vagancia o por su mala fe o por prevaricación. Contribuyen a la imposibilidad de resolver los conflictos de modo justo, la tendencia a mentir de los afectados –delincuentes, víctimas, testigos, peritos, partes, etc.-, la existencia de Letrados que también carecen de suficientes conocimientos o son vagos o tienen mala fe, y la dificultad que supone que, incluso con el mejor deseo de acertar y con los mimbres para ello, los puntos de vista, la ideología y la moral de cada juez impregne el proceso o el procedimiento de modo que pueda terminar en una resolución, justa desde el punto de vista de quien la dictó, e injusta para quien juzga los hechos desde una ideología o moral diferentes. Por eso, incluso la mera actitud de un juez durante una audiencia merece muy distintas calificaciones. Del juez Bermúdez, por ejemplo, he leído ditirambos que le sitúan en el olimpo del buen hacer. Y a mi, sinceramente, dicho sea sin ánimo de ofender sino en defensa de mi profesión, me ha parecido un juez engolado, muy capaz de mantener el orden en la Sala, pero no siempre con el debido respeto a los abogados ni a la Fiscal. Sus sarcásticas apostillas a las preguntas o intervenciones de algunos Letrados, no se comprenden, a no saber que hoy en día los Colegios de Abogados están más por las tareas asistenciales o por ser cauce de publicidad de algunos mecenas, que por parar los pies, en la forma reglamentaria que proceda ante el Consejo General del Poder Judicial, a aquellos jueces que olvidan que su papel en las Salas es uno más, en absoluta correspondencia con los fiscales, los defensores y los acusadores, todos ellos, por igual, Licenciados en Derecho, y, por igual, teóricamente instruidos en Derecho, aun cuando no sea infrecuente que los Letrados estén más preparados, dándose algunos casos a la inversa. La única diferencia es que los Jueces son los encargados de dirigir las sesiones y exigir el orden, pero no es ningún desorden que un Letrado diga una obviedad en el curso de un informe, ni mucho menos que manifieste algo que, por la razón que sea, no guste oír al juez. Recuerdo al respecto la defensa que hice de Rafael García Serrano, acusado de injurias a un político, en el curso de cuyo informe oral, comenté varias noticias publicadas en la prensa, referentes a lo insultos que se dedicaban continuamente los socialistas y los miembros de la UCD, como aquella de Guerra llamando a Suárez “tahúr del Misisipí”. Pretendía yo hace notar que, en el contexto de la época, las frases que mi cliente y amigo utilizaba en su artículo para criticar al político, conformaban un lenguaje usual que en ningún modo constituía la deshonra, descrédito o menosprecio que exige el tipo penal de la injuria. Cuando había comentado, haciendo ostentación del periódico de donde obtenía cada información, tres o cuatro titulares, el presidente de Sala, un vejete encogido que me recordaba a algún magistrado de película con peluca de bucles, me dijo con voz impertinente: “Letrado finalice ya “, a lo que le respondí: “Excelentísimo señor, si mis argumentos ya han convencido a la Sala, terminaré el informe, en otro caso…” Y antes de cerrar mi frase, el presidente, refunfuñando, me autorizó: “Siga, siga…” Y seguí, y a mi cliente lo absolvieron. La Sentencia del 11 M, muy alabada por tirios y troyanos, es un batiburrillo difícil de digerir por quien no la juzgue, interesadamente, bien o mal, desde planteamientos ideológicos. El esfuerzo hecho por los tres Magistrados ha sido hercúleo, pero el resultado viene a ser cómo si hubiéramos conseguido matar moscas a cañonazos. Por otro lado, ya hoy mismo calculan los comentaristas el tiempo muy cercano en que van a estar en la calle algunos de los condenados, por mor de los recursos, los plazos sobre libertad condicional y demás zarandajas, aunque esto no sea culpa de jueces, sino de los legisladores, quienes ha tenido ya muchos años en democracia para comprobar que toda esa regulación está mal hecha y necesita una revisión a fondo. No hay nada más demoledor para unas víctimas y para toda la ciudadanía que ver salir de la cárcel en tres, cinco o diez años a personas condenadas a siglos de reclusión. Y en España esto está ocurriendo con demasiada frecuencia; tanta como en el caso de los violadores que, estando demostrado por los médicos forenses que volverán a delinquir, son puestos en libertad cuando cumplen una pena concreta. ¿Es que no puede haber penas indeterminadas que no permitan excarcelar al condenado hasta tener seguridad de su curación o de su reinserción, al margen de los años que haya costado conseguirla? Terminaré con una petición a los políticos y a los colegas periodistas. Olviden la sentencia. Dejen a los profesionales que la recurran o se aquieten. No hagan el ridículo utilizando un instrumento jurídico, -que no tiene otro alcance que el de absolver, condenar y establecer indemnizaciones-, para marear a una ciudadanía aburrida de tanta mentira partidista y un poco asustada ante este tiempo de inseguridad. Y déjenme añadir una coda a la música de mi artículo: ¿El gobierno de Sr. Z. no ha encontrado mejor momento que éste, en el que varios marroquíes han sido condenados por terrorismo en la Sentencia de marras, para que los Reyes visiten Ceuta y Melilla?

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4243

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