lunes 5 de noviembre de 2007
El ayer y el hoy de la persecución religiosa
Ismael Medina
H E asistido con devota unción a la ceremonia religiosa en la plaza de San Pedro de beatificación de 468 mártires de la Iglesia española en las revoluciones rojas que se registraron entre 1934 y 1939. Impresionante ritual no sólo por su empaque litúrgico. También por la multitud de fieles que llenaban el recinto con alegre introspección de lo que esos 489 nuevos beatos representan para la fe. Ese ambiente, ajeno a rictus luctuosos y ayuno de muecas de resentimiento, me ha recordado el comportamiento de aquellos cristianos de los primeros tiempos para quienes la muerte suponía el gozoso tránsito a la eterna presencia de Dios. Una gozosa hondura la del domingo de las beatificaciones de fe que a Conchita y a mí nos inundó el alma durante las visitas a las catacumbas romanas. En las de Santa Priscila nos guió y ofició una Misa el jesuita José Antonio García Monje, al que no poco debemos. Fue éste el que nos hizo parar la atención sobre una imagen de la Virgen María pintada en una pared, la primera, se dice, de la que existe datación. Antecede a las de San Calixto una explanada desde la que se divisa el jugoso paisaje de la campiña romana. Allí se reunían los primitivos cristianos después de dar sepultura a sus deudos para festejar el privilegio de haberles antecedido en el encuentro con Dios. La muerte como liberación del alma no era motivo de luto sino de gloria. Ese mismo ánimo de redención inspiraba a los mártires que cantaban y rezaban cuando encaraban la muerte en las arenas del ensangrentado circo romano .También a los crucificados a los bordes de la Vía Apia. Ricos y pobres, fieles al mensaje de Cristo, se hermanaban en la fe, lo mismo en vida y el martirio que en los enterramientos de las catacumbas. Estoy persuadido de que la interiorización de aquel mensaje nos preparó el alma para asumir sin aspavientos la dura prueba de parte de nuestra sangre fecundada que se nos fue hacia la eternidad. Y mí la de Conchita, cuyas últimas y reconfortadotas palabras susurradas fueron "Jesús, te amo", al término de las recomendaciones del alma que, desde Roma y por teléfono, le hacía el hoy cardenal Herranz, entrañable amigo desde la juventud y ejemplar sacerdote, el ejercicio de cuya vocación pastoral compartió activamente con sus funciones en la Curia. Y con muy especial dedicación durante aquellos años turbulentos y dislocados del postconcilio en que las interpretaciones facciosas de los textos conciliares equivocaron el camino a no pocos sacerdotes y religiosos. Luego de dejar su despacho vaticano, el hoy cardenal Herranz se desvivía durante horas en reclutar sacerdotes de muy diversas nacionalidades que cursaban estudios superiores en Roma para que ocuparan los confesionarios parroquiales, abandonados por aquellos a los que sedujeron las versiones heterodoxas del Concilio Vaticano II difundidas desde las covachas mediáticas de los enemigos de la Iglesia. O desde sectores marxistizados del clero, como el I-DOC en el que ejercía su acción perturbadora el polémico canónigo malagueño González Ruiz, habitual en las páginas del diario comunista "Paese Sera". Existe una estrecha relación de causa a efecto entre aquellos tiempo turbulentos para la Iglesia y los que ahora nos asedian. LA FE SE FORTALECE CON LA PERSECUCIÓN NO en todas las iglesias el oficiante aprovechó la homilía dominical para recordar que a los mártires que esE mismo día eran beatificados en Roma. Me pregunto si existe en sectores de nuestro clero un cierto reparo a la hora de dar testimonio del martirio de esos más de siete mil obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas que fueron torturados y asesinados con saña y que murieron proclamando su amor a Dios y perdonando a sus verdugos. Parece como si en esos sectores, más o menos minoritarios, existiera el recelo a que el sistema los considere políticamente incorrectos. Y al reflexionar sobre este y otros fenómenos de secularización de la fe católica me viene la memoria una lejana homilía del padre Llanos en una las Misas que oficiaba en las madrugadas del sábado en el periódico "Arriba", del que era colaborador asiduo. Nos dijo en aquella ocasión que la fe renacía y ahondaba en los tiempos de persecución, pero amenguaba y se diluía en los subsiguientes periodos de estabilidad. ¿O acaso dijo de triunfo? Pudo ser esto último, pues el padre Llanos fue siempre extremoso en las variantes utópicas, reiteradamente fracasadas, que jalonaron su existencia. Resultó paradójico, o acaso aleccionador, según se mire, que la última evasión de sí mismo, la de imbricar catolicismo y marxismo, se produjera en el Pozo del Tío Raimundo. Precisamente en el lugar en que fueron asesinados por las hordas los sacerdotes y seglares que eran trasladados desde Jaén en los que para siempre serían conocidos como los "trenes de la muerte". Unas más de tantas carnicerías que engrosan las causas de beatificación ya consumadas y las de otros muchos mártires concluidas (en torno a las dos mil) o en minuciosa tramitación. Durante las dos semanas de ausencia en "Firmas invitadas", la mayor parte de cuyo tiempo he pasado en Jaén, me enfrasqué en la lectura de "En la España roja", de Ksawery Pruszynski (Ed. Alba). Pruszynski fue un periodista polaco, al que en la jerga actual podría calificarse de católico, conservador y progresista. Katarzyna Olszewaka Sonnenberg, autora de la introducción dice de él que "demostró ser, una vez más, un conservador enamorado de la revolución". Y desde esa perspectiva hay que leer y entender el libro, una recopilación ampliada de las crónicas que escribió entre septiembre de 1936 y mediados de 1937 para en "Wiamadomoski Literacki", de esa misma tendencia, que le envió a España. Lo escribió un años más tarde y fue acaso el primero de los que se editaron sobre la guerra revolucionaria española. Pasó inadvertido pese a que todavía se asistía a los últimos ramalazos de la contienda. Se debió, sin duda, a que la mayoría de los sectores intelectuales del mundo occidental, sobre los que la Unión Soviética ejercía una resolutiva influencia, hacían causa común con el Frente Popular. Los avatares de la guerra mundial y otras peripecias personales impidieron a Pruszynski una reedición más acabada. En 1950, pese a su animadversión hacia el régimen comunista, retornó a Polonia. Intentó su publicación, pero la censura soviética lo secuestró. Contradecía en no pocos aspectos la versión del PCUS sobre nuestra guerra.. Murió pronto y habrían de pasar los años hasta que sus herederos encontraron la posibilidad de editarlo en 2006. Habré de retornar en más de una ocasión sobre el libro de Pruszynsky. Pero algunas de sus apreciaciones me interesa subrayar en este momento. Cito la primera de ellas: "Las principales víctimas de la Revolución francesa fueron los aristócratas y cortesanos; las de la Revolución rusa, los terratenientes; y las de la revolución española, los curas". Es la conclusión que extrae de su experiencia como corresponsal en zona roja: "El clero bajo de este país, uno de los más católicos del mundo, fue liquidado en un tiempo más breve que el de México, y mucho más violentamente que en Rusia" Y añade: "A los curas y a las monjas no se les juzgó, a ellos los mataron en el acto". Olvida por falta de información que también fueron masacrados obispos y jerarquías de las órdenes religiosas. La persecución alcanzo a todos los estamentos eclesiásticos y seglares. Es cierto que el objetivo prioritario fue la Iglesia Católica, pero al igual que en las revoluciones francesa y rusa sufrieron aristócratas y terratenientes, en la española corrieron parejo destino que los curas. No paró ahí, sin embargo, el genocidio. Abarcó en iguales términos de ferocidad a una cantidad ingente de personas de muy diversa condición social, desde `profesionales de relieve a pequeños propietarios, incluidos muchos campesinos y obreros considerados católicos o de derechas, familias enteras y hasta niños. Un delirio de sangre que comenzó en la revolución de octubre de 1934 y se extendió hasta los tiempos postreros de la III República, o República Roja. LA ESCLARECEDORA ENTREVISTA CON GREGORIO MARAÑÓN EL relato de las andanzas de Pruszynski por la España roja, en el que existe una constante proyección sobre la trágica historia de su Polonia natal, está salpicado de constantes alusiones a los fusilamientos masivos en cualesquiera lugares, la mayoría de ellos a manos de las milicias o tras pasar por la ficción de los tribunales populares. También alude a los asesinatos entre las facciones que integraban el Frente Popular, de los que fuero víctimas sobre todo los anarcosindicalistas y los trotskystas. Pero sobre la entidad de aquella sanguinaria orgía considero lo bastante explicita un parte de la entrevista que, tras abandonar España, mantuvo en Francia con el doctor Gregorio Marañón, allí exiliado por temor a su vida, pese a que fuera uno de los impulsores de la II República. Tras el relato de la amenaza que pendía sobre Marañón tras ser acusado en "Claridad", órgano del PCE, de figurar en las listas de los falangistas, escribe Pruszynski: "Ningún escalofrío de miedo recorrió el cuerpo de este hombre que me habló de treinta y seis mil ejecutados, cuyos cadáveres pasaron por los hospitales y morgues de Madrid". Una cifra refrendada por Marañón en el curso de la entrevista, tras desmentir la equivalencia sobre muertes irregulares en ambas zonas: "¿Sabe usted cuantas personas han sido ejecutada hasta ahora en Madrid? Treinta y seis mil. Sí, treinta y seis mil personas ejecutadas, muchísimas sin juicio previo o sometidas a procesos por tribunales "populares". Treinta y seis mil personas. Soy médico y me encargaba de los hospitales. En esos meses trágicos he tenido ocasión de comprobarlo con mis propios ojos. Se lo digo como médico. En estos casos un médico no miente. Ha sido una masacre, han matado a personas inocentes, y las han matado sin juicio previo. Ni siquiera han comparecido ante el tribunal de una checa como las de Rusia. ¡Ha sido una carnicería!". Y esa matanza, de la que fue testigo excepcional, la refería Marañón a los primeros meses de la revolución en Madrid. ¿Cuántos miles más siguieron luego ese mismo destino? Es de sobra conocido que prosiguieron las ejecuciones. Y se calcula que sólo en Madrid y su provincia no fueron encontrados los cadáveres de unas de mil setecientas víctimas de aquella carnicería, de las que sólo se sabe por las denuncias de sus familiares. Un buen número de ellos fueron rociados con gasolina y quemados, incluso todavía vivos, no sólo en Madrid. También lo anota Pruszynski en algún que otro pasaaje. Hay momentos de la entrevista en que Gregorio Marañón alza el tono. Uno de ellos cuando Prusziynski le pregunta lo que pasará en España, a lo que responde: "Y precisamente por luchar, por gritar y por protestar contra la muerte de Ferrer, ahora protesto y me estremezco ante el horror y los crímenes que se comenten en España. Aquello parece Rusia. Usted también lo ha visto, no lo puede negar. Ya no son los oficiales y el armamento ruso, es también la moda y el espíritu ruso, los gorros rusos, los rostros mongoles de los líderes históricos de Rusia que nos miran desde los carteles de las paredes de Madrid, los nombres rusos que tienen los batallones milicianos. Treinta y seis mil víctimas de Madrid pasaron por mis manos. No me pregunte por el futuro. La derecha ha cometido errores. Ha demostrado estrechez de entendimientos e insensibilidad social. Pero aún así, liberal y republicano que he sido toda mi vida, el hombre que con sus propios ojos y manos ha estado en contacto los acontecimientos, que ha visto las crueldades cometidas en España, no puede tener otra actitud. Lo único que puedo desearle a mi país es que se restablezca el orden. Y esta esperanza mía está en Burgos". LA RUSIA SOVIÉTICA SUPLANTÓ A ESPAÑA TRAIGO a colación este último alegato de Marañón sobre la sovietización de la República Roja por cuanto con autoridad superior a la mía subraya lo que viví en ese tránsito vital de la infancia a la pubertad y me hizo madurar prematuramente. Por mis manos no pasaron, ni de lejos, los treinta y seis mil asesinados en Madrid que horrorizaron a Marañón. Pero, apenas comenzada la guerra, vi fusilar a cincuenta metros del ribazo en que guardaba unos corderos a un joven que sacaron de la columna del Amancer, mandada por Cipriano Mera, que tendría un trágico protagonismo en la "limpieza de fascistas" que se adueñó de Cuenca. Contemplé angustiado cadáveres vejados de sacerdotes exhibidos por las milicias como botín. Ayudé a recoger el de un joven falangista de 17 años, Luís Cebrián, más conocido como "el Vasco" y huérfano de un minero, que yacía en las tapias del cementerio junto a los de un canónigo y dos seglares. Escuché relatos de atroces torturas. Y no olvidaré aquella noche, en el tejar incautado en que vivía, cuando se presentaron unos milicianos patibularios con diez hombres amarrados con cuerdas a los que llevaban a fusilar. Se les había averiado el camión en que lo transportaban y exigían amenazadores que mi primo Paco los llevara en la vetustas camioneta del tejar, pues todavía tenían que recoger en Cuenca a otro "fascista" para completar el macabro cupo. Mi primo ensartaba pretextos para eludir las macabras exigencias de los milicianos, cada vez más airadas. Le salvó que pasara por allí un camión incautado y lo pararan los dos milicianos que habían quedado a la espera en la carretera. Nunca he olvidado las miradas de aquellos diez hombres que eran conducidos al sacrificio. No fueron sólo los faístas de Mera los autores de los muchos crímenes cometidos en Cuenca. El PCE, como señalé en mis recuerdos de la II República, había infiltrado desde antes de la guerra a extranjeros y españoles que debían preparar la revolución y eliminar de manera sistemática a los "enemigos del pueblo" incluidos metódicamente en las listas confeccionadas desde meses antes de la revolución. El nombre de España quedó engullido por el de Rusia, la "patria del proletariado", y por aquellos carteles a que se refería Marañón, los cuales no comparecen en las exposiciones y libros retrospectivos que ahora proliferan. La censura de los neorrevolucionarios actuales que encabeza Rodríguez oculta la vitriólica verdad de lo que sucedió. Y de la misma manera que el libro de Pruszynski incordiaba al agit-prop soviético y a sus títeres occidentales, también hoy existe un similar empeño en silenciar la influencia imperativa de los "consejeros" soviéticos sobre los sucesivos gobiernos fentepopulistas en los ámbitos de la conducción de la guerra, de las decisiones políticas y del exterminio. LA FE SE FORTALECIÓ EN LA CLANDESTINIDAD LA ejemplaridad cristiana de los mártires estuvo acompañada por el heroísmo silencioso de muchos seglares que mantuvieron viva en la clandestinidad la llama de la fe. Las causas de la beatificación se refieren con frecuencia a sacerdotes religiosos y religiosas a los que acogieron familias católicas en el intento de salvarlos de la tortura y de la muerte. A un buen número de ellos los sacaron de sus escondrijos en el curso de registros a mano armada o a causa de denuncias. Y bastantes de quienes los acogieron lo pagaron con sus vidas. En casa de mis padres se presentaron en busca de asilo dos monjas que habían huido de Murcia. Y en ella permanecieron hasta que terminó la guerra, compartiendo hambre y oraciones con nosotros. En casa de mi tía Eufrasia, la del tejar incautado, se rezaba el rosario a falta de otra posibilidad de cumplimiento religioso. Se taponaba la ventana con un colchón para que no trascendiera, aunque la precaución fuera innecesaria pues los trabajadores que vivían allí e integraban la colectividad eran buena gente. A lo sumo, comentaban irónicos entre ellos: "Ya están rezando las beatas". Cuando regresé a Jaén con uno de mis hermanos hubimos de apretarnos, ya que sor Natalia y sor María ocupaban una de las contadas habitaciones del piso. En el dormitorio de mis padres, con el consabido colchón apretado sobre el hueco del balcón, celebró Misas, bautizos y hasta algún matrimonio un sacerdote conquense que, para salvar la vida, logró plaza de sargento de Sanidad en una unidad militar con asiento en Jaén. Lo de mis padres no era una excepción. La persecución fortalecía la fe de muchos creyentes en tiempos de catacumbas. Me vinieron a la memoria estos recuerdos cuando escuché al padre Llanos la homilía a que me he referido más arriba. Y también ahora que los evoco. Al sacrificio de los mártires ya beatificados o por beatificar siguió terminada la guerra una deslumbrante marea de vocaciones sacerdotales y religiosas, muchas de ellas tardías. Y también sinceras conversiones. Durante estos últimos días he recibido un buen número de llamadas de amigos y conocidos que siguieron el documental sobre la persecución religiosa emitido por Telemadrid, Intereconomía y, días antes, en diversos puntos de España por emisoras locales o provinciales independientes. Mis intervenciones y las de mi fraternal amigo y camarada Luís Roibal son fragmentos de entrevistas que se grabaron tres años atrás. El documental que tanto eco ha tenido fue realizado hace tiempo por el Círculo Hispanoamericano Isabel la Católica (Tfn 638268547, correo electrónico circuloisabellacatolicoa@gmail.com y www.circuloisabaellacatolica.com). Bajo el título inicial de "La Cruz y la Gloria", y ahora bajo el de "La Cruz, el Perdón y la Gloria", se editó en DVD y está a la venta en la entidad editora y en establecimientos del ramo. Un documento sin duda valioso para que quienes no la vivieron conozcan la verdad sobre la persecución religiosa en España, la mayor que ha sufrido la Iglesia Católica en bestialidad y número. Un genocidio que el neofrentepopulismo de Rodríguez se esfuerza por sepultar con la falaz Ley de Memoria Histórica aprobada el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados. LA RESPONSSAILIDAD DE LA MASONERIA EN LA PRSECUCIÓN RELIGIOSA, ANTES Y AHORA PRUSZYNSKI trata de ahondar en los orígenes de la persecución religiosa y de las matanzas en general. En lo que considera la intrahistoria del pueblo español, tan lleno de paradojas que le deslumbran e intenta explicarse desde un conocimiento más literario que histórico de España. Sus hallazgos, dispersos por el libro, pueden sintetizarse en lo escrito por monseñor Antonio Montero Moreno, arzobispo emérito de Mérida-Badajoz, en el artículo "Mártires de ayer, ejemplo de mañana" (ABC 28.10.2007): "En virtud de un proceso que convierte las ideas filosóficas de un siglo en corrientes culturales y sociales del siguiente y en movimientos de masas y revoluciones políticas del posterior, la hostilidad contra la Iglesia, que arrastraba sedimentos de la revolución francesa y de las agresiones napoleónicas, se nutrió paradójicamente, en la segunda mitad del siglo XIX y en la primera del XX, de dos componentes más bien opuestos entre sí: El primero, un liberalismo racionalista, laicista y anticlerical, a menudo con ingredientes masónicos; y el segundo un populismo obrerista y sindical que degeneró en marxismo-leninismo, aliado en ocasiones con el anarquismo radical". Esos mismos ingredientes compusieron en buena medida la argamasa constitucional del transaccionismo democratizador. La nuez del tan alabado consenso partitocrático fue éste y no el tópico con el que se nos gasea desde entonces. Pero la matanza del 11 de marzo de 2004 y el buscado acceso al poder de Rodríguez cambiaron radicalmente el signo de la alternancia como ficción democrática. El proceso de retrocesión histórica hasta la II y la III Repúblicas, abordado de inmediato por Rodríguez, ha reactivado el proceso a que se refería monseñor Montero. No puede excluirse entre sus componentes el masónico, ahora tan influyente o más en la estrategia de gobierno que tras la proclamación de la II República. Ricardo de la Cierva lo confirma en su libro "ZP, tres años de gobierno masónico". El historiador, cuyas investigaciones sobre la influencia de la masonería en España son indispensables para quien quiera ahondar en el tema, se pliega a pruebas documentales y soslaya una confirmación irrebatible sobre aquellos personajes de los que frecuentemente se dice que lo son. Como no soy historiador, discurro por otros caminos. Entre ellos los signos de identificación que los masones se intercambian. Cuando éstos se repiten en sus diversas variantes y se contrastan con las actuaciones públicas de quienes los ejecutan, no caben dudas acerca de su pertenencia a las logias. Son más de los que Ricardo de la Cierva detalla y no sólo en los partidos que se autodefinen de izquierda y progresistas. Acerca de Rodríguez no caben dudas. Lo confirmó con entusiasmo y lujo de detalles el órgano neoyorkino de la masonería española en los USA. Rodríguez no abusa de los signos de identificación. Sólo con muy concretos personajes que lo visitan o con quienes se encuentra fuera de la Moncloa. Elementos válidos para incluir a éstos en la nómica masónica cuando se reiteran. Pasó casi desapercibida la noticia acerca de la celebración en Canarias de una "tenida blanca" de la Gran Logia Nacional, bajo la presidencia de Saavedra, el que fuera ministro con Felipe González y cuya influencia en las islas es de sobra conocida. La finalidad de dicha "tenida blanca", o pública, era la defensa a ultranza de "Educación para la Ciudadanía", cuyo contenido anticatólico y desmoralizador, típico del Gran Hermano orwelliano, es un calco de las directrices masónica que impregnaron la constitución de 1931, la acción política de la II República y su bien planeada explosión revolucionaria. La masonería jugó un papel resolutivo en la siembra del odio a la Iglesia y su desembocadura en la caza inmisericorde de sus miembros, amén de en la destrucción de templos y en su saqueo. También ahora en la promoción de la Ley de Memoria Histórica de la que sería necio atribuir la total responsabilidad a Rodríguez, pese que se ufane de haber escrito su parte introductoria, o de exposición de motivos, pretensión un tanto dudosa si el texto se coteja con el lenguaje y la sintaxis que le son habituales. LAS EXIGENCIAS PARA LOS CREYENTES DERIVADAS DE LA INSIDIOSA PERSECUCIÓN ACTUAL LOS creyentes, lo seamos con hondura o tibieza, disponemos de sobrados elementos de juicio para persuadirnos de que, a despecho de una supuesta normalidad democrática, los vectores fundamentales de la acción política del P(SOE) y del gobierno Rodríguez son los mismos que, bajo diversas apariencias laicistas, en ocasiones con vestimenta moderada y en otras con brutalidad revolucionaria, ha vivido España desde el siglo XIX hasta hoy mismo. Los católicos debemos persuadirnos de que también ahora somos objeto de una bien calculada estrategia de persecución. El enemigo aprendió la lección de su derrota y se vale de una insidiosa tarea legislativa y de agit-prop para conseguir aquellos mismos fines en que fracasó con la violencia. Es consecuente que a los actuales partidos de izquierda, a los nacionalistas que se acordaron con el Frente Popular y a la siempre influyente masonería les hiera en lo más profundo la beatificación de los mártires que sus antecesores asesinaron, aunque traten en vano de disimularlo. Frente a esta perniciosa realidad no nos cabe a los creyentes (Iglesia Institución, Iglesia Jerarquía e Iglesia Pueblo de Dios) otra opción que retomar y reverdecer el ejemplo de que aquellos que a los que fortaleció la afirmación de la fe en tiempos de terrorífica persecución. Y no me refiero sólo a los mártires. También a quienes en la clandestinidad la mantuvieron viva sin que les doblegara el ánimo el riesgo de tortura y muerte que corrían. Ha llegado la hora de no arredrarse. De dar testimonio permanente de denuncia y de afirmación de la fe. De proclamar sin reparos la condición de cristianos en nuestras prácticas religiosas, en la firme exteriorización de los símbolos, en la fiel adecuación de nuestras conductas al mensaje evangélico, en el rechazo de cualesquiera presiones laicistas, en una masiva objeción de conciencia a la desalmadora y totalitaria asignatura "Educación para la Ciudadanía", en la resuelta negación de apoyo a ofertas políticas que vulneren en cualquier aspecto los fundamentos de la fe cristiana. No basta con sumarnos a la exaltación de lo mártires. Su ejemplo nos reclama huir de la tibieza y de compromisos o adecuaciones vergonzantes a los tiempos. Ese es nuestro camino. El único camino válido para enfrentarnos a esta nueva etapa de persecución. Y para vencer.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4242
domingo, noviembre 04, 2007
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