lunes, abril 12, 2010

Jose Maria Carrascal, Futbol, guerra.... y masia

Fútbol, guerra.... y masía

JOSÉ MARÍA CARRASCAL

Lunes , 12-04-10

QUE el fútbol es un sucedáneo de la guerra está archirreconocido. En vez de dirimir sus diferencias a lanzadas o cañonazos, naciones y ciudades las dirimen hoy en un rectángulo de césped, encargando a 22 muchachones de la lid. La Eurocopa sería así el sucedáneo de las infinitas guerras europeas, mientras las ligas nacionales vendrían a dirimir las rivalidades entre sus villas. Un adelanto respecto a nuestros antepasados, visto que no podemos vivir sin pelearnos, tal vez por formar parte de la «lucha por la vida» de que hablaban los darwinistas. Pero no nos perdamos.
El fútbol se parece a la guerra en otra cosa: no hay perdón para el vencido, todo se lo lleva el vencedor, no importa si la victoria fue justa o injusta, casual o trabajada, con ayuda ajena o por méritos propios. La «victoria moral» es un consuelo tonto inventado por los perdedores. Lo importante es ganar. En eso, el fútbol, como la guerra, se parece a la vida. De ahí que tenga tantos seguidores.
Pero cuando la victoria es, además, justa, merecida, se convierte en apoteosis, en prueba de superioridad irrefutable, en muestra de que unos están haciendo las cosas bien, y los otros mal, o por lo menos no tan bien como debieran. Es lo que ocurrió en el último Madrid-Barça. Sobre el césped vimos a un equipo frente a once individualidades, brillantes sin duda muchas de ellas, pero sin llegar a formar nunca un conjunto plenamente articulado. Y el fútbol es un deporte de equipo, por eso se ven representados en él pueblos y ciudades, mientras en los deportes individuales, como el tenis, resulta más difícil la identificación colectiva. Y por eso también, un equipo de verdad, es decir aquel en el que todos juegan para todos, ganará siempre -bueno, casi siempre, pues conviene dejar espacio al azar- a uno de individualidades, por brillantes que sean.
Los jugadores del Barça juegan como si hubiesen jugado juntos toda la vida. Muchos de ellos lo han hecho en La Masía, esa escuela de futbolistas azulgranas, donde a base de trabajo y talento se han hecho, desde chavalillos, merecedores de la titularidad. Es como saben por instinto dónde está el compañero al que pasar la pelota y adónde dirigirse para recogerla. Como no tienen inconveniente en retrasarla o pasarla, pues lo importante es no perderla y que el equipo marque el gol. Mientras las estrellas del Madrid no pueden saberlo, al haber sido reunidas a base de talonario por los cinco continentes. Aparte de que un exceso de estrellas puede resultar perjudicial, al creerse todas ellas obligadas a demostrar que valen lo que han costado. Así no se ganan partidos, sobre todo jugando contra un verdadero equipo. La culpa no es de Pellegrini, ni de todos los entrenadores blancos antes de él. La culpa es de no tener una Masía.
Que puede ser también la culpa de los males de España.

http://www.abc.es/20100412/opinion-firmas/futbol-guerra-masia-20100412.html

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