jueves 22 de abril de 2010
¿Qué es lo que sabe Garzón?
Ramón Sánchez
C ON frecuencia pienso que en este país nos hemos vuelto todos locos. Por si fuera poco un Gobierno inepto, mentiroso y sin capacidad de reacción ante la profunda crisis económica y moral que atravesamos, una oposición blanda y acomodada, una clase política en gran parte corrupta y una ciudadanía mansurrona y que aguanta todo lo que le echen sin levantar la voz, ahora se arma la de dios por el hecho de que un juez ególatra y fanfarrón, se vea ante los tribunales por haber infringido unas cuantas leyes. Es algo difícil de entender.
Tengo la impresión de que la izquierda española no sólo no se resigna a haber perdido una guerra civil, sino que ¡más de 60 años después! pretende destrozar la convivencia y poner fin a una transición política con la que, según opinión general, habíamos dado un ejemplo al mundo.
Lo sucedido en el aquelarre que los sindicatos montaron en la Universidad Complutense, con la anuencia de un rector, Carlos Berzosa, bajo sospecha de mil y una irregularidades, es toda una incitación al guerracivilismo, a la reanudación del enfrentamiento entre las dos Españas. Ya me dirán ustedes lo que pintan los sindicatos en todo este embrollo cuando su única obligación debería ser la de defender los derechos de los trabajadores, en especial de esos casi cinco millones de parados que día a día ven diluirse sus esperanzas de una vida digna. Creo que ya nadie puede dudar de que Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo no son sino paniaguados de un Gobierno que permite subsistir y vegetar a las organizaciones que comandan a cambio de sustanciosas subvenciones. ¿Para cuándo una casilla en la declaración de la renta en la que figure la aportación a los sindicatos? Entonces sí serían verdaderamente independientes y, de paso, se darían cuenta de lo la confianza que los ciudadanos tienen en ellos.
Por otra parte, ¿qué pintaban en aquella concentración representantes del partido en el poder como el peligroso Gaspar Zarrías o el ‘singular’ Pedro Zerolo? Porque la presencia de esos supuestos intelectuales de la talla de Caballero Bonald, Pilar Bardem, Miguel Ríos, Pedro Almodóvar, José Sacristán, etcétera, era algo previsible. Los titiriteros de la ceja no descansan. Gritos del jaez de “No pasarán” no indican sino que los que allí fueron a jalear las virtudes de Garzón, al que pusieron al nivel de la Madre Teresa de Calcuta, se han quedado anclados en un pasado que debería haber quedado ya en el olvido.
¿Y qué decir del ex fiscal Jiménez Villarejo? ¿Cómo es posible que un ex fiscal que desempeñó su cargo durante el franquismo se atreva a catalogar de ‘torturadores’ a los miembros del Tribunal Supremo? No encuentro otra explicación que un ataque de acelerada senilidad.
Lo lógico es que el Gobierno hubiera reaccionado ante tamaño disparate, pero ¡quiá! Por el contrario, además del fiscal Conde Pumpido, que debería estar hace tiempo en el paro, cuatro ministros (Manuel Chaves, Pepe Blanco, Trinidad Jiménez (sobrina, por cierto, de Jiménez Villarejo) y Miguel Sebastián, apoyaron la defensa de Garzón. Aunque, claro, luego apelaran al recurrente ‘a título personal’. En cuanto a Zetapé, pronunció unas palabras blandengues para salir del paso. Mintiendo, como siempre.
Volviendo a Garzón, es de justicia que se siente en el banquillo de los acusados. Cierto es que tiene méritos adquiridos, sobre todo después de que Felipe González frustrara sus esperanzas políticas optando por Belloch y dándole una patada en el trasero, pero ¿qué se puede esperar de un juez que, por ejemplo, tiene durmiendo el sueño de los justos el ‘caso Faisán’, uno de los más graves atentados a nuestra democracia?
Al ególatra don Baltasar no se le va a juzgar por intentar poner al descubierto los supuestos crímenes franquistas, sino por prevaricar de forma descarada. Vean si no: cuando la Asociación de Familiares y Amigos de Víctimas de genocidio en Paracuellos del Jarama interpuso una querella acusando a Santiago Carrillo de los fusilamientos que se produjeron en aquella localidad madrileña entre noviembre y diciembre de 1936, él se pronunció en contra.
La firma estampada por Garzón el 24 de enero de 2000 al pie del documento de denegación pone al descubierto su delito. En la sentencia, el jiennense acusaba a los demandantes de “mala fe”, de “tomarse a la ligera las normas básicas de nuestro ordenamiento jurídico” y de “hacer mofa y escarnio de la serenidad que toda actividad jurisdiccional comporta”.
Añadía que los fusilamientos “estaban prescritos al haber transcurrido más de 20 años”, que “la amnistía dictada el 25 de noviembre de 1975 veda cualquier posibilidad de reiniciar la persecución penal por los actos de nuestra guerra civil” y que “el delito de genocidio no se encontraba tipificado en España en la fecha de los hechos”.
Esto no fue obstáculo para que, 10 años después, ante la petición de las víctimas del franquismo, se olvidara de la amnistía y se declarara competente para juzgar. Y es que, para él, hay muertos de primera y de segunda categorías.
A la vista de todo esto, cabe preguntarse quién ha movido los hilos para montar el show político de la Complutense y la desaforada campaña en su favor. ¿Es que Garzón sabe algo que muchos no quieren que salga a la luz? Estoy convencido de que es así. Y ahondando más, ¿tendrá que ver esta campaña con ETA y la masacre del 11-M? Unas interrogantes que me temo nunca se verán despejadas.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5663
jueves, abril 22, 2010
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