Nada nuevo bajo el sol
José Antonio Navarro Gisbert
20 de abril de 2010
Del proverbio atribuido a Salomón Nihil novum sub solem, nada nuevo bajo el sol, emana la sabia certeza de que en la Historia, como en la vida del más común de los mortales, la repetición de situaciones homologables entre sí, es una constante.
Fue Salvador de Madariaga quien en busca de una palabra capaz de definir con mayor precisión lo que Tamames denominó la era de Franco, optó por la «duradura» de Franco. Al margen de la intrincada cuestión acerca de las dos legitimidades, la de origen y la de ejercicio, donde se manifiestan opiniones situadas en sus respectivas antípodas, al referirse al período iniciado el 18 de julio de 1936 y concluido con la desaparición física del anterior jefe de Estado, la definición de Madariaga tiene su fundamento. Se trata de un tiempo durante el cual se amplió la base de una clase media que serviría de colchón para atenuar las tensiones que surgirían durante la transición de un régimen autoritario al que se define como el Estado de las autonomías. La duradura, como los sacramentos, imprimió carácter en la sociedad española de tal manera que una terminología representativa de una era no ha perdido vigencia en los últimos. Veamos algunos ejemplos.
No son pocos los que para referirse a la perseverante actitud del señor Rodríguez Zapatero, renuente a dar el brazo a torcer y rectificar sus posiciones ideológicas, que se estrellan contra la cruda realidad, no han vacilado en sostener que muestra «impasible el ademán», Esta frase, extraída de uno de los himnos más característicos del régimen de Franco, me lleva al recuerdo de las lavanderas de mi pueblo alicantino, allá en mi infancia, que al ritmo de dos por cuatro, sustituían la letra original y la estrofa en referencia la convertían en «un imposible el alemán» de difícil olvido.
El augurio de Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, poéticamente inspirado en los green sprouts (brotes verdes) para vaticinar mejores tiempos para las atribuladas economías afectadas por la crisis financiera, ha servido de inspiración a algún comentarista de la aciaga situación en que nos hallamos inmersos para presagiar que volverá a reír la primavera. Sin embargo, por ahora, a pesar de la creencia de doña Elena Salgado, no hay indicios de que el nuevo reverdecer ni por tierra ni por mar se espera.
Para referirse a la disciplina y solidaridad automática impuesta a las militancias de los partidos políticos, que en su día encontró feliz y descriptiva expresión en «el que se mueva no sale en la foto» de Alfonso Guerra, no se ha encontrado mejor expresión que «prietas las filas». Son secuelas de la pandemia de golondrinos que puso a media España brazo en alto.
En una diatriba demoledora de aquel régimen, Moncho Borrajo, en el espectáculo «España Cabaret», puso al descubierto hace poco las incongruencias puestas de manifiesto durante el franquismo, cuando en enero preconizaba cara al sol y en agosto se imponían montañas nevadas. Podría establecerse un parangón con aquella intervención en el Parlamento español durante la República, cuando un diputado increpaba a otro de apellidos Rey Mora: «Su Señoría es el colmo de la incongruencia porque se puede ser Rey y Moro, pero Rey y Mora rebasa los límites de la corrección.»
Una expresión repetida hasta el hartazgo, «inasequible al desaliento», se ha aplicado para referirse a alguien a quien no afectan las adversidades y destacan por la perseverancia en mantener determinada postura. Tiene su origen en José Antonio Primo de Rivera, que utilizó el adjetivo «inasequible» para referirlo a quien destaca por su tenacidad y constancia. Celoso y perseverante en el uso del término preciso para cada ocasión, Fernando Lázaro Carreter, en El dardo de la palabra, afirma que es una confusión que debe ser evitada. «Se trata –dice—, simplemente, de que no se aplica con rigor el adjetivo debido, y se acude a otro que se le parece. Tampoco los precios son asequibles sino baratos, razonables, ajustados, justos…Son las cosas a que corresponden tales precios las que pueden serlo. O no, en cuyo caso son inasequibles. Lo que no puedo comprar o entender es para mí inasequible. Ténganlo en cuenta quienes se precian de ser «inasequibles al desaliento.» Merecen nuestra enhorabuena, pero digan, por favor, inaccesible y hablarán con propiedad.»
La actual situación política, económica y social, en la que abunda la opinión muy generalizada coincidente en aplicar al señor Rodríguez Zapatero la locución latina sic transit gloria mundi, en referencia a su pasada y efímera gloria, permite homologarla con los últimos tiempos de la vida de Franco, cuando flotaba en el ambiente la pregunta: ¿Después de Franco qué? Ahora, motivado por la creencia bastante generalizada de que Rodríguez Zapatero ya ha dado de sí cuando podía, y se mantiene por pura inercia, la pregunta, visto lo difícil que le resultará sucederse a sí mismo, es: ¿Después ZP qué? Intramuros del régimen de Franco se daba la respuesta: después de Franco, las instituciones. Si consideramos que la institución capital, presente en los designios del dictador, era la Monarquía, habrá que convenir que los arúspices de la época acertaron. Es probable que después de Zapatero, y ahora mismo, se abra en España una reflexión acerca de cómo es posible que hombres con tan ligero bagaje de conocimiento de las artes y técnicas de la función de gobernar, sean elevados para gozar de las mieles del poder, y no dejar poso de su tránsito, como no sea el de un triste recuerdo.
Una singular coincidencia, que viene a corroborar el proverbio salomónico, se da en la similitud de la situación de 1959 y la actual, salvadas todas las distancias que se quieran. El plan de estabilización de 1959 fue llevado a efecto bajo la batuta de los tecnócratas del Opus Dei. Si fue coronado por el éxito se debió en buena parte a la naturaleza de aquel régimen autoritario que hizo imposible la protesta social contra las medidas drásticas que, por más necesarias que resultaban exigían sacrificios como culminación de una época llena de privaciones. Unos sindicatos sometidos a disciplina vertical no encabezaron protestas que la base del pueblo reclamaba. En estos momentos, los sindicatos no solamente no plantean conflictos sino que, además, el Gobierno abre, con la incorporación de José Manuel Campa, la presencia de quien procedente de IESE, junto con la Universidad de Navarra, buque insignia del Opus Dei, presagia sino otro plan de estabilización, por lo menos la intención de inspirar confianza en los demonizados mercados. Después de la loa al Dios del Evangelio en la oración de Washington le falta a Rodríguez Zapatero una caída de caballo, o apearse del burro, y el año próximo a Fátima o a Lourdes. Amén.
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=3420
martes, abril 20, 2010
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