martes, abril 20, 2010

Pio Moa, La doble bellaquería de los garzonistas

La doble bellaquería de los garzonistas
20 de Abril de 2010 - 09:18:24 - Pío Moa
En Época:

En ningún país razonablemente serio y democrático –sí en totalitarismos de pesadilla– se puede, como pretende Garzón, juzgar a personas muertas, incapacitadas para defenderse y a quienes tampoco es posible castigar. Por otra parte, Garzón se ha negado a procesar a Santiago Carrillo, que sí está vivo, alegando la Ley de Amnistía. En realidad esta postura es bastante razonable, máxime teniendo en cuenta que el propio franquismo ya en los años 60 declaró prescritas todas las responsabilidades de la guerra. Pero el juez político pretende ahora que "deben investigarse y llevarse a juicio hechos supuestamente constitutivos de delito por más que se pueda presumir que estarían comprendidos en la Ley de Amnistía". Siendo así, tiene forzosamente que empezar por los de Carrillo, más que presunto responsable de la mayor masacre de prisioneros de la guerra civil, así como de la muerte de otros comunistas e izquierdistas.

El concepto que Garzón tiene de la justicia es el propio de un sistema totalitario donde no existe igualdad ante la ley, sino que esta se aplica al gusto de quienes mandan o del beneficio particular del juzgador. Él y los suyos parten del supuesto de la criminalidad del franquismo, algo que ni siquiera se proponen demostrar, y a partir de ese supuesto, buscan/inventan las "pruebas" necesarias, inventan "desaparecidos" o dan por hecho que todas las personas ejecutadas por aquel régimen eran inocentes, mientras justifican implícitamente los crímenes del Frente Popular. En una nueva exhibición de desvergüenza, Garzón acusa de "motivaciones ideológicas" a los jueces que le encausan, pero eso es lo que hacen precisamente él y los suyos, apoyándose en denuncias de familiares de víctimas reales o supuestas, familiares que además cobran subvención por su victimismo. No tratan de hacer justicia, sino de convertir a la justicia en instrumento de una campaña ideológica y política, a fin de criminalizar al franquismo.

Desde luego, es lícito hacer este tipo de campañas, de hecho se vienen haciendo sin tregua, pero de ningún modo corresponden a los jueces: solo pueden llevarse a cabo mediante la investigación y crítica de la historia, tarea propia de historiadores, intelectuales y políticos. Y, en realidad, lo que sabemos de la historia que intentan juzgar fraudulentamente Garzón y los suyos, viene a ser lo contrario de lo que ellos pretenden: las izquierdas se sublevaron contra la república en octubre de 1934; y desde las elecciones de febrero de 1936 –elecciones no democráticas–, unidas en el Frente Popular, se embarcaron en una oleada de crímenes, incendios y otras violencias que culminaron en el asesinato de un jefe principal de la oposición, una verdadera declaración de guerra. El resultado de estos crímenes fue la guerra civil que perdieron quienes la habían querido y provocado. La propaganda presenta a los vencidos como demócratas, cuando se trataba de marxistas, stalinistas, anarquistas, golpistas y racistas, todos mezclados, y que no solo cometieron enormes crímenes y robos, sino que se mataron también entre sí. La investigación y crítica histórica ha dejado ya estos hechos perfectamente claros.

Así pues, Garzón prevarica como juez, y él y los suyos falsean radicalmente la historia, hablando de imaginarios "crímenes contra la humanidad", "genocidios", comparando a Franco con Hitler, y otros embustes de similar calibre. Cabría preguntarse si esta gente ignora realmente la historia. Desde luego, conocen perfectamente estas cosas, pues es imposible que a estas alturas sigan en la inopia al respecto. Pero la verdad les da igual, en parte porque heredan el estilo de aquel Frente Popular, en parte por intereses particulares y en parte porque saben que pueden utilizar una brutal presión propagandística. Piensan que tienen las de ganar. También lo pensaban sus antecesores en 1934 y 1936.

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**** Del gran historiador Manuel Fernández Álvarez. ayer fallecido, no hace falta decir mucho, porque varios de sus libros han recibido un merecido éxito y reconocimiento del lector medio, cosa poco frecuente en España. Como anécdota, diré que él vino a presentar en el Ateneo mi traducción de Bravuconadas de los españoles, de Brantôme, en 1996. En la obra yo exponía la gesta de Castelnuovo, en Montenegro (todavía quedan los restos del "castillo de los españoles"), pero no el origen de la información, que yo no conocía. Me hizo ver que él había sido quien había rescatado para la historia el episodio, hasta entonces prácticamente olvidado, y en una edición posterior puse la necesaria cita. No era, ciertamente, un historiador al uso seudocientífico con fuertes influencias marxistas, que tanto han proliferado en estos años. Trabajador infatigable, no deja de ser una pérdida para la historiografía española, a pesar de su avanzada edad.

**** Mi mujer está leyendo Nueva historia de España, y descubriendo en ella varios errores:

–Aquí conviertes a Elena, madre del emperador Constantino, en su esposa...
–¡Rediez! Ya me habían avisado del fallo, y creí que lo había corregido...

–En otra página hablas de Juana la Loca como hija de Carlos I...
–Bueno, eso es menos grave, porque el lector se dará cuenta, por el contexto, de que es solo un gazapo...

La verdad es que estos errores resultan molestos, pero también irremediables, y mientras no abunden en exceso no alteran el valor del trabajo. Recuerdo ahora los muchos que descubrió Ricardo de la Cierva a la biografía de Franco por Preston. En este caso, la proliferación de errores de detalle era solo una expresión de un error mucho más decisivo, el error de enfoque. Así, las historias que interpretan el Frente Popular como democrático y continuador de la II República, pueden descartarse prácticamente en bloque, aun si muchos de sus detalles pueden ser valiosos. Por el contrario, una interpretación general correcta sobrevive por encima de fallos parciales, diferencia que a menudo los críticos no disciernen:

http://libros.libertaddigital.com/errores-de-detalle-1276230772.html

**** Garzón dijo al juez Marchena que no comparte los ataques al Supremo. Entonces, ¿por qué no los condena públicamente como lo que son, presiones mafiosas y guerracivilistas? Porque así se beneficia de ellos y al mismo tiempo aparece como hombre sensato y respetuoso con la ley. Como dicen en el pueblo, "el chico no es tonto".


http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado/la-doble-bellaqueria-de-los-garzonistas-5895/

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