lunes 19 de abril de 2010
Saeta marinera
Félix Arbolí
C OMO buen andaluz, gaditano por más señas y chiclanero de nacimiento, me emocionan hasta límites insospechados y muy difíciles de contener las demostraciones de fe y de fervor religioso de unos y otros y los envidio y admiro porque yo no sea capaz de llegar a tanto. Soy un ser extraño que vaga por el mundo con aire indiferente y cabeza más bien alta, como si todo a su alrededor le resbalara y sólo es fachada, porque la realidad, mi verdadero ser y sentir es una persona incapaz de permanecer insensible, sin que las lágrimas afloren a mis ojos y la garganta me cosquillee y carraspee, cuando presencio o leo algún acto o escena en la que se honra y homenajea a Cristo y a su Madre. No soy beato, un católico a secas, pecador y a veces algo trápala, que ha vivido por libre y aún campea a sus anchas aunque con las limitaciones propias de la edad y de su estado. A veces, no me explico cómo han podido perdurar las creencias religiosas adquiridas en mis años infantiles, esas que me fueron inculcando sin interrupción desde los primeros meses en nanas y canciones de esquinitas y angelitos y las enseñanzas recibidas posteriormente mientras permanecí bajo la tutela maternal. Me asombra, a veces, que no se hayan deteriorado o entibiado ante las vicisitudes y circunstancias ocurridas a lo largo de una vida bien cargada de años y tentaciones. Pero la realidad es que a pesar de tantos lobos disfrazados de corderos que me han salido al camino y me han engañado, tantos oleajes deseosos de zambullirme en sus profundidades y tantos cantos de sirenas oídos desde todos los ángulos, mi débil barquichuela ha logrado una y otra vez mantenerse a flote y continuar su rumbo hacia ese puerto de salvación, guiado por el faro inequívoco de una fe que me ha calado fuerte y me ha hecho emerger una y otra vez a pesar de llegar a profundidades muy difíciles de superar y vencer. La fe que recibí de mis mayores y que me apena no haber sabido inculcar debidamente a mis hijos y nietos, aunque ninguno de ellos, gracias a Dios, se encuentre fuera de esta Iglesia en cuyo seno quiero encontrar mi paz eterna.
Todo este preámbulo viene a cuento por mi anterior Contraportada, que a vuela pluma, ya que fue escrito sobre la marcha nada más tener noticia y constancia de ella, trababa sobre la Semana Santa celebrada en un buque español, concretamente el “Galicia”, en aguas del Golfo Pérsico. La noticia me impactó y me emocionó en grado sumo y no supe reaccionar al escribirla. Me quedé obnubilado, falto de recursos, confuso de razón y sin encontrar las palabras adecuadas para comentar tan insólita celebración. La escribí, no se puede llamar redactar, visiblemente emocionado y no pude leérsela a mi mujer, porque no me respondía la voz, ante la evidente afonía que sufrí. Os parecerá exagerado, pero juro por Dios que es la realidad y no me gusta usar este Santo Nombre en vano. Soy así de repajolero, como dicen en mi tierra.
No encontré titulo, ni forma de dársela a conocer con el detalle preciso a los lectores. Luego me dolía que un caso tan excepcional, un ejemplo tan extraordinario y un acto de fe propio del Centurión del Evangelio, quedara sometido a quince líneas mal trazadas. Para mi esa procesión en altar mar, en aguas de Irak, pleno Golfo Pérsico y en un buque español, fue la noticia más hermosa, entrañable y digna de figurar en letras de molde y ornadas de oro, en los Anales de nuestra Gloriosa Marina de Guerra Española y que me perdone, (y si no lo hace, me da exactamente igual), la siempre acomplejada ministra Chacón, poco propicia a las cosas del espíritu y a la salvaguarda de nuestras más preciadas tradiciones.
No he encontrado mejor título para enmarcar esta demostración de fe religiosa, que el de “Saeta Marinera”. Y tiene su razón de ser. Para todo andaluz, la saeta no es una muestra más del folklore de esa bendita tierra, sino la expresión sincera y pública del sentimiento religioso de un pueblo que reza cantando, porque quiere ofrecer el doble homenaje de su fe y de su arte a esa imagen religiosa, en la que vemos reflejada la que llevamos enquistada en las profundidades, enraizada en nuestra alma. Y en el acto que comentamos hubo homenaje, rezo, cántico, demostración de fe, falta de absurdos complejos y un acto de inequívoca fe cristiana ante el mundo. Más no su pudo hacer en un barco en alta mar y a tantos kilómetros de distancia. Si castigan a esta dotación, sería un acicate para que todos los hombres de buena fe y amor a la patria desertaran de unas Fuerzas Armadas tan mal regidas y vilipendiadas. Que no se vuelva a repetir el lamentable y deshonroso episodio del monte Gorbea, cuyos únicos culpables fueron precisamente los que se sacaron de la manga izquierda un delito y un castigo, donde lo correcto era la felicitación oficial. .
Yo me figuro tan insólito espectáculo y siento no tener los años para poder formar parte de esa dotación y esa procesión. Tres pasos, el Crucificado, (ese que exilian de las escuelas porque dicen que son aconfesionales, pero si permiten y no protestan los que antes protestaban, de los pañuelos musulmanes, porque al parecer deben recordarles las verbenas populares); una Dolorosa, que seguro lloraría de emoción y consuelo ante esa imponente y preciosa manifestación de fe y tratándose de nuestra gloriosa Marina, no podía faltar su Virgen del Carmen, la Reina de los mares y Guía de navegantes. Todo ello en medio de un fervor y recogimiento que imponía y erizaba los vellos. Indescriptible, impresionante y digno de que todos los que creemos en Dios, amamos a España y nos sentimos solidarios con sus Fuerzas Armadas, lo tengamos en nuestro archivo como uno de los documentos más impactantes que se pueden esperar en estos tiempos tan convulsos. Por si quieren hacerlo y a petición de algunos lectores, les indico como localizarlo en su ordenador: “http:www.youtube.com/match”. Allí verán indicado “Semana Santa en el Galicia”. Si tuvieran dificultad me remiten su email y yo con sumo placer y diligencia se los haré llegar, por si acaso la Chacón o alguno de sus adláteres los han boicoteado en la web.
Debió ser impresionante, la Salve Marinera cantada por toda la dotación, al menos se veía la cubierta llena, en esa lejanía y en tierras no precisamente pacíficas y cristianas. El Galicia, un trozo de la España eterna, la de nuestros mayores, la de nuestra Reconquista, la de nuestros mártires por la fe, se convirtió en relicario, altar flotante, catedral de la mar y confirmación de una fe que ni normas, decretos y demás zarandajas podrán eliminar de nuestras conciencias. Seguro que haciendo coro con la banda de música y la recia y emocionada voz de nuestros marinos en sus cánticos y rezos, las caracolas del mar dejarían oír su inconfundible melodía acompañándoles y hasta los juguetones delfines, silenciados sus silbidos y sonidos, formarían una respetuosa guardia de honor y escoltarían a ese barco bendito, altar y trono del Rey de los cielos y de su Bendita Madre. Sólo me resta decir “¡Viva España!” y mis felicitaciones a su Comandante, Capellán y resto de tan magnífica y excepcional dotación de nuestra Marina.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp
lunes, abril 19, 2010
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