A España servir hasta morir
TOMÁS CUESTA
Martes , 20-04-10
MENOS héroes, ministra, que el dolor no se redime con la grandilocuencia; menos alardes de pompa y circunstancia cuando la hondura impone el toque de silencio. Esos cuatro españoles caídos en Haití, eran soldados, vivieron como tales y han muerto por serlo. Formaban parte del Ejército de España y este país, mientras lo siga siendo, está en deuda con ellos. Lo de menos es cómo hayan muerto. Lo importante es por qué, dejando a un lado la parafernalia heroica y los ditirambos épicos. Han muerto por España -con perdón, por supuesto- cumpliendo una misión que les encomendó el Gobierno. Tocaba socorrer a los menesterosos, pero podría haber tocado combatir a Al Queda.
Un militar tiene que ser un buen soldado, lo cual no significa que haya de sentar plaza de héroe. Ocurre, sin embargo, que quienes confunden la velocidad con el tocino y la categoría con la anécdota, consideran que el cumplimiento del deber constituye, en sí mismo, un acto heroico puesto que en su ideario únicamente existen los derechos. Y vaya usted a explicarles que hay mil y una maneras de morir por la patria y que no en todas el heroísmo está presente. Que allí donde un soldado cumpla con su deber la descarnada acecha. Que si se encuentra en una misión humanitaria a bordo de un helicóptero gran reserva, el riesgo de morir crece. Y que aumenta exponencialmente si se trata de una misión de paz en la que te pueden apiolar fusil en mano y también habrá sido un accidente.
Sea por volar raso o por alzar el vuelo; por pisar una mina o porque una bala pase demasiado cerca; por caer en una emboscada imprevisible o por imprevisión ministerial y obscena, los soldados mueren como viven y viven conforme a los principios de los tiempos. «A España, servir hasta morir» es uno de ellos aunque quizá Carme Chacón no lo recuerde. Estaba escrito en el paisaje montañoso de la Academia de Suboficiales de Talarn, en Lérida, hasta que el Ministerio de Defensa se avino a hacer tabula rasa por sugerencia de la Generalitat, cuándo no es fiesta. «A. España, servir hasta morir», vaya ocurrencia. Al que no le parece una provocación intolerable es porque piensa que los milicos están mal de la azotea.
Que lejos cae lo de «Servir hasta morir», que rigurosa es la desmemoria del presente. A base de algunos principios esenciales e innumerables valores sobrepuestos (infinidad si se comparan con los que se manejan en política o, siendo escrupulosos, de los que se tejemanejan), el Ejército expresa con una fidelidad notoria (y ahí les duele) las virtudes de un pueblo que quiere seguir siéndolo. El carácter de la que alcanza a distinguir entre una misión humanitaria en el Caribe y la guerra en Afganistán, en el tablero del «Great Game», en los límites del juego. Que sabe que los héroes son los que se comprometen lealmente con una cotidianidad ramplona aunque les desmerezca. Y que aún no ha olvidado que el valor no se tasa en medallas, ni en reconocimientos, sino en la capacidad que tenga cada uno de mirarle a los ojos a la muerte.
Menos héroes, ministra, mírese en el espejo y pronuncie el ensalmo de Talarn con heroica entereza: «A España servir hasta morir». ¿Qué? ¿Le entra el tembleque? En tal caso no gallee a tumba abierta.
http://www.abc.es/20100420/opinion-firmas/espana-servir-hasta-morir-20100420.html
martes, abril 20, 2010
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