jueves, abril 22, 2010

Pepe Gutierrez, John Dos Passos y el caso Robles

jueves 22 de abril de 2010
John Dos Passos y el “caso Robles”
Pepe Gutiérrez

1. Uno de los “grandes” de la literatura del siglo XX

El considerable y merecido éxito editorial de la obra de Ignacio Martínez de Pisón, Enterrar a los muertos, que evoca la relación entre John Dos Passos y su amigo y traductor al castellano José Robles, hará sin duda que muchos lectores se vuelvan a interesar sobre John Dos Passos (Chicago, 1896-Spence´s Point, Westmoreland, 1970) que tuvo en España su segundo país. La obra investiga todos los hilos abiertos por un asesinato político por sicarios de Stalin, un crimen que dejará de ser una tragedia individual para llegar a ser una auténtica pesadilla con la represión del POUM. Las peripecias de Dos Passos por esclarecer la muerte de su amigo marcaran un antes y un después tanto en las convicciones personales como en sus concepciones literarias de “Dos”, del que se ha dicho que, sin recibir un solo rasguño, fue la mayor víctima literaria de la guerra española.

Sin duda uno de los detalles por el que más se conoce a John Dos Passos es la ascendencia portuguesa ligada a su hermoso apellido que se atribuye a su padre del que se decía portugués, aunque en realidad los emigrantes fueron sus abuelos. Hijo ilegitimo, niño solitario y débil que más tarde llegaría confesar que “jamás ha habido criatura más dependiente del estímulo de la literatura para poder vivir”. Educado en Choate School y Harvard, se licenció en 1916. Dos Passos sintió muy tempranamente la pesadilla del sistema social capitalista en los Estados Unidos, una joven nación cada vez más dominada por los trust. Inconformista precoz –como lo había sido su padre antes de ascender socialmente-; su sensibilidad cultural, despertada por impresiones artísticas y por grandes viajes con la familia, chocaba contra la voracidad de los señores de la industria que domesticaban autoridades y centros de opinión. Ya durante sus estudios en la universidad de Harvard (1912-1916), escribió en una revista lo siguiente: "Millones de personas se hunden cada vez más bajo e incluso en las mejores condiciones y con trabajos florecientes, porque están cogidas en el engranaje de la industria mecanizada y, excepto los anémicos placeres de la vida asfixiante de las grandes ciudades, no tienen ninguna posibilidad de dar expresión a sus ideas ya sus pensamientos."

Desde muy joven, John se convierte en un viajero al que José Robles describe así: “Desde entonces (su primer viaje a España) no ha parado seis meses en el mismo sitio. Tan pronto está en México como en Teherán o en Constantinopla. De cuando en cuando reaparece en Nueva York, que puede llamarse, aunque algo impropiamente, su residencia fija. Barzonea algún tiempo por Greenwich Village, y un día cualquiera, sin que nadie se entere, toma de nuevo el portante” “Dos” se encontraba en España estudiando arquitectura cuando los Estados Unidos entraron en la primera Guerra mundial; ingresó en el cuerpo de ambulancias (como Hemingway, E. E. Cummings y otros jóvenes idealistas norteamericanos). Su desprecio a las maquinarias gobernante que lanzaba millones de hombres a matarse entre sí, resulta patente en sus libros de guerra con los que dio expresión novelística a su desilusionada experiencia y sus dramáticas consecuencias sociales en One Man's lnitiation 1917 (1920) y Tres soldados (1921), que ofrecen testimonios de la llamada “generación perdida” que rechaza los valores dominantes, en particular el militarismo y el expansionismo. En la inmediata posguerra, perteneció en París al círculo que agrupaba, en torno de Gertrude Stein, a pintores como Picasso y Matisse (conviene recordar por aquella época también Dos Passos pintaba), así como con otros escritores americanos como Hemingway (Adiós a las armas), Sherwood Anderson, Ford Madox Ford (El buen soldado) y Ezra Pound.

“Dos” (que es como lo llamaba Robles) buscaba en un equilibrio interior, pero no lo conseguía. Por eso cabe preguntarse: ¿Qué eran sus viajes sin pausa sino una expresión de los "tiempos anémicos"? ¿Podía ejercer su profesión sin máquina de escribir, telégrafo, teléfono, rotativas y un público masivo que lo leyera?. El caso era que necesitaba viajar, conocer, y sobre todo escribir. Trabajó durante los años siguientes como periodista y corresponsal; en 1922 publicó un volumen de poemas, A Pushcart al the Curbs, su novela siguiente, Streetss of Night (1923), comenzada cuando era estudiante, empieza a explorar, aún torpemente, el páramo de las vidas ciudadanas de América, tema capital de su obra madura, que escribirá al regresó a Nueva York, Manhattan Transfer (1925), el primer experimento de una “novela colectivista”... Su intensa obra prosigue con la impresionante trilogía USA con los tomos El paralelo 42 (1930), 1919 (1932), y El gran dinero (1936), un conjunto que e la evolución filosófica, política y literaria de Dos Passos. En la trilogía, él deja que las historias de las vidas de una serie de americanos medios a los que describe con simplicidad, sobriamente y sin comentarios, vayan fluyendo unas junto a otras, sin argumento novelesco, sin nudo entre las historias, que se rozan y se cortan tan pasajera y casual mente como en la vida ordinaria. De una manera cinematográfica, de composición grandiosa y de gran fuerza expresiva, surge un panorama de la vida americana y un testimonio auténtico de un nuevo mundo, de su política, de su economía y de su cultura, de sus muchos vicios y de sus raras virtudes, un cuadro de la crisis ante el tempestuoso horizonte de la revolución.

Estas primeras novelas de Dos Passos se pueden insertar en un contexto (la llamada “Década Roja”) antecesor de otras que como Las uvas de la ira, de John Steinbeck, marcaron el punto culminante de la radicalización del mejor liberalismo norteamericano. Aunque después de las elecciones presidenciales de 1932, Franklin D. Roosevelt entró en la Casa Blanca con un equipo de jóvenes economistas progresivos que llevaron a cabo algunas de las transformaciones económicas preconizadas por la socialdemocracia y por otros muchos escritores reformadores que se mantuvieron a la izquierda del New Deal, esta izquierda que estaba por igual atraída por la revolución rusa como en contra de los fascismos, tendrá su gran batalla política con la guerra civil española, a favor de la República, a la que el gobierno de Rooselvelt, se niega en los hechos a apoyar (en los “hechos” los trust apoyaran a Franco).

Conviene llamar la atención sobre su obra mayor, Manhattan Transfer, que supone, al mismo tiempo que una aportación estética, una dimensión ideológica. Se trata de un auténtico hito que sobresale por el numeroso elenco de personajes, figuras imaginarias, y auténticos individuos históricos, va formando un cuadro complejo de la sociedad que revela las metas y capacidades de unos Estados Unidos ulteriores a la “Gran Guerra”, con su adoración por los falsos Dioses de los negocios y sus abismales injusticias políticas y sociales, sintetizadas en el asesinato legal de Sacco y Vanzetti, motivo por el que Dos Passos fue detenido en el curso de una manifestación de protesta) como centro del desencanto. En cuanto a la trilogía USA es una antiepopeya en cuanto celebra el disestablihment de un orden, pero es tan "polifónica" como una epopeya renacentista por su compleja estructura de narración imaginaria en la que se combinan las biografías de figuras socioculturales representativas, como Edison, Ford, Veblen Frank Lloyd Wright, Valentino y William Randolph Hearts, con la poesía en prosa de las secciones impresionistas de "Camera Eyce", los montajes periodísticos de las secciones de "noticiarios", todo en un cóctel en el que se vislumbra un claro enfoque marxista. Dos Passos se impuso el arduo empeño de documentar la historia del dominio sobre la colectividad en la América cambiante tomando como referencia a James Joyce, que había hecho en su Ulises de Dublín una ciudad-personaje, al Alfred Doblin de Berlín Alexanderplatz y el Andrei Biely de Petersburgo, obra por cierto traducida al castellano por Andreu Nin.

Es una literatura vanguardista y al mismo tiempo popular que asume como novedad radical el "collage" adoptado dc la pintura y los procedimientos narrativos del cinc: las estampas cortas, los insertos informativos o publicitarios, la sensorialidad plástica de las imágenes, los relatos paralelos pero simultáneos a diferentes niveles... En realidad el autor se recluye en el "Ojo de la Cámara ", el único emplazamiento desde el cual es capaz de captar las pulsiones de la verdad histórica y transmitirlas, y el único asimismo virtual mente dotado para expresar la intensidad emocional que destila el relato. George Lukács lo llamó "realismo crítico", y para Lionel Trilling significó la apuesta renovadora más ambiciosa de la épica totalizadora de este siglo. Creo que, en efecto, lo fue. Pero Dos Passos no tuvo debidamente en cuenta el enorme valor documental de su obra, muy por encima dc los artículos, los cuales cernían sobre ella la amenaza de cierta superficialidad. Y así ha ocurrido que al paso dc los años los efectos individuales se han ido desdibujando absorbidos por la uniformización plural dc la masa, sin rostro ni sentimientos, cuya crónica es la verdadera razón de ser dcl ciclo novelístico. Sartre dijo de él: “El mundo dc Dos Passos es imposible -como el de Faulkner, el de Kafka y el de Stendhal- porque es contradictorio. Pero por eso es bello: la belleza es una contradicción velada. Considero a Dos Passos como cl escritor mas grande de nuestro tiempo”.


2. Un liberal izquierdista.

En 1926 Dos Passos entró en la redacción de la dominante revista comunista New Masses, que, junto al club de John Reed era punto de cristalización de los intelectuales de izquierda. Dos Passos intervino apasionadamente en el caso Sacco y Vanzetti, en un tiempo en el que escribió una novela-boceto John Reed 1919.

Entre sus líneas se puede leer: "Reed era un hombre, amaba a los hombres, amaba a las mujeres, comía a gusto y escribía a gusto y amaba las noches neblinosas y bebía a gusto y amaba las noches neblinosas y nadaba a gusto y jugaba a gusto al fútbol y amaba los versos rimados y gritaba a gusto !hurra! y aguantaba a gusto discursos solemnes y fundaba a gusto clubes y amaba la voz de Copey cuando ella leía: El hombre que quería ser rey pero aquí apuntaba algo más que la asamblea poética de Oxford; Lincoln Steffens hablaba sobre el estado de los camaradas y la revolución, con una voz que es tan blanda como la voz de Copey, Diógenes Steffens, Marx es su linterna, atraviesa occidente y busca un hombre bueno, Sócrates Steffens pregunta incesante mente ¿por qué no la revolución? John Reed quería vivir en un tonel y escribir versos, pero conocía incesantemente a vagabundos, trabajadores, mocetones vigorosos que le gustaban, que no tenían suerte, no tenían trabajo, ¿por qué no la revolución?"

Y prosigue “Donde había huelga, sublevación, pogromos antisemitas, guerra, allá estaba el reportero Reed, escribiendo brillantes descripciones -"el mejor escritor americano de su época", dice Dos Passos, y tomaba partido por los afligidos y los cansados; por las cuadrillas rebeldes en las cuevas del Colorado y por los huelguistas en las fábricas de seda de Paterson, por los campesinos sin tierra, de Méjico, por los judíos en los ghettos de la Europa oriental, por los soldados de ambos bandos de la Primera Guerra Mundial.¿Lucharía usted en la guerra actual bajo la bandera americana? -le preguntó el fiscal ante el que tuvo que comparecer acusado de llevar a cabo una agitación pacifista. Reed contestó categóricamente “No”, y dio una descripción tan elocuente de la crueldad de los campos de batalla, que el jurado lo absolvió”.

En este tiempo firmó innumerables manifiestos comunistas, aunque sin llegar a ser realmente miembro del partido, de hecho, al igual que Orwell, al inicio de la guerra española se le puede considerar como un “simpatizante”, aunque con ciertas reticencias dado sus problemas por la tentativa hegemonista del PC USA en el curso de las movilizaciones por lo de Sacco Vanzetti, por las renuencias que le provoca su viaje a la URSS (aunque su testimonio carece de cualquier dimensión disidente, habló de esta visita sin entusiasmo pero con mucho respeto.), y por las influencias de amistades críticas con el partido oficial.


3. España en el corazón

Dos Passos comenzó a ser conocido entre los lectores al inicio de la II República gracias sobre todo a la traducción que José Robles (traductor igualmente de otra emblemática obra de crítica social, Babitt, de Sinclair Lewis, por cierto muy apreciada por Trotsky) realizó de Manhattan Transfer para la emblemática editorial madrileña Cenit, que también editó Rocinante sigue el camino, obra de viaje recuperada recientemente por Alfaguara, que no es otra que la efectuada por la editorial Cenit en 1930, una versión de la que fue autora Márgara Villegas, para más señas mujer de José Robles Pazos. Recordemos que en Cenit tuvo mucho que ver Juan Andrade, y en menor grado Andreu Nin y Julián Gorkin. Sobre esta visión de España ofrecida por Dos Passos apareció en 1980 un documentado y riguroso volumen de la profesora Catalina Montes, La visión de España de John Dos Passos (Ed. Almar, Salamanca, 1980), que explica que España significó para “Dos” otra forma de vida más humana frente a la competitiva sociedad norteamericana dominada por los trust, contra los que desarrolló un discurso antagónico en su fase de novelista innovador.

En Rocinante... el autor de Manhattan Transfer registra la visión de un país de virtudes antiguas como la hospitalidad o el apego a la tierra y las tradiciones, una España de hombres pobres que sin embargo prolongaban sus horas de alegría hasta la madrugada: el triunfo de la vida y del ser humano en un mundo de mugre y harapos. Se trata también de un testimonio de sus sentimientos hacia las formas de vida precapitalista, de su admiración por la sociabilidad popular, por una humanidad que el capitalismo acabará destruyendo. Su fascinación no era muy diferente a la que también sintieron otros “españoles” norteamericanos como Ernest Hemingway y Orson Welles.

Héctor Baggio, en su obra John Dos Passos: Rocinante pierde el camino (Altalema, Madrid, 1978) ofrece algo así como un “borrador” del libro de Martínez de Pisón, así como cumplidas notas cronológicas y bibliográficas y una pequeña hemeroteca sobre cuando la prensa oficialista reseñó en 1972 sobre su muerte, y en la que se oculta su compromiso republicano. No fue hasta la segunda mitad de los años setenta que aparece una recopilación de sus escritos con el título de La guerra civil española (La Salamandra Ed., tr. Irene Geiss, Buenos Aires, 1976), al final del cual ofrece datos sobre su entrevista con Andreu Nin, y una entrevista para el diario de la CNT, la Solidaridad Obrera, y cuando le preguntan sobre los anarcosindicalistas españoles, declara: No estoy bastante capacitado para opinar sobre este asunto. Sin embargo, como americano que soy, y con ideas libertarias, creo que un movimiento de libertad individual tiene grandes posibilidades. (...) Un trust ruso quizás sea menos demócrata que un trust norteamericano (...) La verdadera democracia de los Estados Unidos se parece al ideal anarcosindicalista en muchos casos” (p. 82). En Rocinante... ya se había referido a la “esencia” de lo español, escribiendo. "España es la patria clásica del anarquista".

Obviamente, este primer “Dos” fue un defensor tan entusiasta de la causa republicana como lo era su amigo y traductor José Robles. No dudó ni un momento en ponerse al servicio del escenarista holandés Joris Ivens, y fue “Dos” el que empujó a Hemingway para producir juntos un film prorrepublicano: The Spanish Earth, destinado a recabar la máxima ayuda de la izquierda norteamericana en una época en la que, según Orson Welles, toda la cultura norteamericana era de izquierdas. Lo de “Dos” fue consecuencia natural de un largo trayecto de compromiso político en el que la defensa de la República era una consecuencia natural.

Apenas puso los pies en España, “Dos” se precipitó a saludar a su amigo Robles, y pleno de estupor, no tardó en saber que éste, según todos los indicios, había sido ejecutado por los agentes rusos situados en el “entorno” del general Vladimir Gorev, con el que Robles trabajaba como intérprete y responsable junto con Miaja de la dirección de la defensa de Madrid (y como la mayoría de los responsables soviéticos en la guerra, ejecutado por los sicarios de Stalin al regresar a la URSS). Aquel “pequeño incidente” en un contexto tan extremo como una guerra contra el militar-fascismo que fusilaba a la gente del pueblo en plan industrial, apareció como una perturbación fuera de lugar. Pero “Dos” consiguió la implicación de la John Hopkins, y obligó a las autoridades a darle una respuesta. Esta fue la siguiente, “Había sido un error”, pero ni tan siquiera le podían clorar en qué había consistido, como y cuando se había perpetrado su muerte. Según ha contado Wilebaldo Solano, el POUM, a sugerencia de Jordi Arquer, trató de crear una “comisión de investigación”, pero los acontecimientos no dieron margen, entre otras cosas porque el “caso Robles” fue algo así como un prólogo del “caso Nin” y de la campaña contra el POUM.

A esta historia habría que añadirle otras: los escandalosos “procesos de Moscú”, el pacto germano-soviético, la invasión de Finlandia por tropas soviéticas... La crisis de Dos Passos va paralela a la de otros radicales, en concreto a los que se congregan en la revista Partisan Review, amigos del POUM, miembros del Trotsky Defense Committee, que comenzarán en esta coyuntura una evolución cada vez más hacia la derecha. Su trayectoria no muy diferente a la del prominente filósofo John Dewey, y es la misma que afectara a escritores e intelectuales que más seriamente se habían comprometido: Upton Sinclair, Max Eastman, James Burham, Lionel Trilling, Daniel Bell, John Steinbeck, etc. Una larga lista de “desencantados” que operó en el sentido del mito del “hijo pródigo”, en el caso de Dos Passos se trata de una realidad concreta, el padre que había sido compañero de aventuras radicales con Mark Twain y otros, acabó abominando el sufragio femenino y clamando contra la reclamación de las ocho horas. El hijo abandona el internacionalismo por el nacionalismo, no se reconoce con la clase trabajadora “domesticada” por el New Deal para reconciliarse con los trust, y en literatura abandona lo experimental para entrar de lleno en el clasicismo. Todo lo que escribirá después de España suena a arrepentimiento.

Un testimonio de esta regresión lo podemos encontrar en el último tomo de la trilogía USA, aparecido en 1936, El gran dinero, en la que no es difícil encontrar una nota pesimista. Con la trilogía Spotswood compuesta por La aventura de un joven (1939), Número uno (1943) y La alta meta (1949), escribió Dos Passos en cierto modo una obra política opuesta a trilogía USA. Describe la evolución de Glenn Spotswood, que se ocupa de organización sindical porque se da cuenta de la hipocresía la deshonestidad de las clases dirigentes norteamericanas, pero viendo cómo se mata a unos inocentes en aras de una causa abstracta instrumentalizada por los fariseos del Partido Comunista, Glenn se desilusiona poco a poco, pero se presenta de todos modos como voluntario en las brigadas internacionales en un último esfuerzo desesperado en lo que mira de contribuir al advenimiento de una sociedad mejor. Será injustamente acusado de ser un simpatizante trotskista y puesto en prisión, hasta que efectúa una misión suicida para el partido que lo ha traicionado. Antes de morir, redacta su testamento en la pared de la celda: “Yo, Glenn Spots\vood, sano de espíritu, pero preso del cuerpo, lego a los trabajadores del mundo entero mi esperanza de un mundo mejor”. Pero cuando percibe el significado de que ha vivido, lo borra. No hay pues duda, el beneficio es mejor que unas falsas ideologías representadas en su dimensión más siniestra, y en consecuencia abandona la esperanza, una opción que por lo demás tendrá sus recompensas, el sistema ya sabe agradecer e integrar a sus herejes.

En 1945, “Dos” visitó las ciudades destruidas de Austria y Alemania y sacó la impresión de que América había perdido la guerra en un doble aspecto: por la entrega del este de Europa a los soviéticos y por las represalias económicas contra los pueblos derrotados. De vuelta a casa, reaccionó contra la política social del New Deal. En esta época escribió "El socialismo no es ninguna respuesta a la supergrande concentración de fuerzas que es la maldición del capitalismo. Hay que encontrar algo mejor", y encontró su vía en una aproximación al ala conservadora de los republicanos ("la fuerza ilimitada de la capa dominante de la Unión Soviética obliga a reconsiderar si la motivación de los beneficios es en realidad tan mala como se ha representado siempre"), momento en el que archiva completamente cualquier ilusión en un orden social colectivo que de primacía a las personas sobre los beneficios.


4. Razones opuestas

Visto desde esta perspectiva, la razón inicial de Dos Passos se extravía frente a la de Hemingway, y sobre todo frente a la del hijo de la víctima, que seguirá luchando por su idea de la República sin abandonar el Partido Comunista, como explica muy bien Ignacio Martínez de Pisón.

Está claro que en el “caso Robles”, “Dos” tenía razón primordial frente a Hemingway, ya que su amigo no era “solo un hombre”, era un hombre, además un republicano, un voluntario que podía haber seguido la guerra desde el otro lado del Atlántico, un representante de la “República de los Libros”, todo un símbolo. Si se podía asesinar impunemente a Robles, y condenarlo a continuación por su condición de “sospechoso” (“Le habrán matado por algo”), se estaba poniendo en juego la naturaleza moral de la causa republicana. Su “caso” dejaba de ser el de “un hombre solo” para convertirse en el oscuro y trágico síntoma de la infección estaliniana, un mal sobre lo que muy poca gente tenía una conciencia clara, entre otras cosas porque, básicamente, era la misma gente que hasta entonces había defendido la revolución de Octubre, así no es casualidad que el propio Robles caracterice a Dos Passos de “simpatizante del bolchevismo” en su prólogo de Manhattan Transfer.

Algo distinto es que esta razón permita desmerecer el modelo Hemingway frente al modelo Dos Passos. Éste tuvo razón en este punto, pero también es cierto que no hizo lo mismo que Francisco Robles Villegas “Coco”; “Dos” dejó de ser un “participante” para ser un “espectador”, mientras que Hemingway siguió combatiendo. Hubo una coherencia en Hemingway que Dos Passos perdió en el momento en que comenzó a cambiar de barricada. En su caída confundió la parte oscura (el estalinismo) con toda la causa socialista, y a partir de aquí terminó otorgando “carta blanca” a su clase dominante, incluso durante la guerra del Vietnam, un “pecado venial” en relación estalinismo para los legitimadores del sistema, pero cuya escalada de barbarie deja en pañales la perfidia del Zar Rojo. Por su parte, Hemingway mostró más tarde su aversión al estalinismo, y mantuvo dentro de su propia lógica una cierta coherencia, por ejemplo apoyando la revolución contra Batista y la mafia, y creándole problemas a su gobierno. Un detalle: Dos Passos se acabó reconciliando con su antiguo amigo después de leer El viejo y el mar; él ya estaba acabado como le gritó en su día un airado (y decepcionado) Jack Kerouac.

Martínez de Pisón dice que en su obra los hechos se explican por sí mismo, lo cual a mi parecer no es cierto. Aparentemente se limita a ir tirando de los hilos, y la verdad es que mantiene un pulso muy vivo de tal manera que el libro se lee como una novela. Su investigación es cuidadosa y ponderada, pero no por ello deja de ofrecer un punto de vista aunque sea por omisión. Su punto de mira es la legalidad republicana, pero no “entra” en el debate político que opone la derecha republicana contra su izquierda revolucionaria, debate que no se puede llevar sin analizar que el contragolpe vino desde abajo, exactamente donde el pueblo trabajador no confió en las autoridades republicanas, donde los hizo (Oviedo, Zaragoza, etc), los golpistas se impusieron. Tampoco liga el hecho de que, por paradójico que parezca, la línea general de Stalin pasaba por la defensa de la “democracia burguesa” (carta a Largo Caballero), y que por lo tanto, la derecha republicana veía a Stalin con buenos ojos, como la vio la Norteamérica cuando el enemigo principal eran los nazis. Al no entrar en este terreno, la actuación represiva del estalinismo aparece como una mera prolongación del totalitarismo...Nin por ejemplo aparece caracterizado a través de la pluma de Josep Pla, y no como el representante de una revolución alternativa.

Aunque al seguir la pista de “Coco”, Martínez de Pisón no duda en reconocer que hubo muchos comunistas de buena fe que creyeron en que Moscú representaba no solo la línea más correcta sino la única posible, opera una extraña maniobra a otorgarle al historiador neoliberal François Furet la definición del “comunismo”. Así en la página 211, cuando habla de la “conversión” de Juan Andrade, Julián Gorkin y tantos otros, ofrece la siguiente cita: “Después del entusiasmo del creyente viene, un buen día, la mirada crítica, y los mismos acontecimientos que iluminaban una existencia han perdido lo que les daba su luz”. Aparte que había que ver lo del entusiasmo del creyente en su propio caso (Furet fue un comunista estalinista, ahora es un neoliberal no menos iluminado), el caso es que Gorkin, pero sobre todo Andrade, nunca dejaron de mantener una posición crítica, su historial con el PCE y el Komintern está plegado de debates y conflictos. En la página 214, al hablar del testimonio crítico de Panait Istrati, cita nuevamente a Furet que lo define como un antídoto “contra los relatos de viajes soviéticos con agua de rosa”, definición que puede servir para definir dichos viajes organizados en la época estaliniana, escondiendo que los relatos de la época revolucionaria resultan duros y veraces, ahí está por ejemplo el testimonio de Alfred Rosmer, Moscú en tiempos de Lenin, y tantos otros, sin ir más lejos, los testimonio de Joaquín Maurín, que no tienen un ápice de idealismo.

En unas declaraciones (al ABC cuya objetividad al tratar la cuestión comunista nadie le puede negar), Martínez de Pisón ofrece como conclusión que hay que ajustar las cuentas con el comunismo como se ha hecho con el fascismo, y cuando dice comunismo dice estalinismo, sin entrar en mayores matizaciones. A nadie se le ocurre medir el cristianismo por la Inquisición o Franco, pero se ve que con el “comunismo” todo es diferente. Lo que no deja de ser una manera de venir a decir que el viejo Dos Passos, el amigo de Barry Goldwater, tenía razón.

http://www.fundanin.org/gutierrez21.htm

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