martes 1 de julio de 2008
La bomba de racimo de Aznar
Pablo Sebastián
Después de su vuelo rasante —en jet privado— por el congreso valenciano del PP, José María Aznar se dispone, desde los cursillos veraniegos de FAES e imaginamos que camino del yate de Briatore, a contemplar, alegremente, cómo van estallando, una a una, las bombas de racimo o minas personales que fue desparramando sobre la dirección del Partido Popular, con el solo objetivo de hacer daño. Dándose el gustazo y la chulería —con sus modales impropios de un “presidente de honor”— de actuar en dicho congreso del PP como si todavía fuera el dueño del partido. Y sin que nadie sepa ni entienda a cuento de qué su agresividad contra la única dirección posible del PP: si para preparar su regreso por aclamación o por pura irresponsabilidad, por más que calificara de “responsable” —por no decir inevitable— su obligado apoyo a Rajoy.
La última carta de despedida —por enésima vez— de María San Gil, a la que Aznar aclamó dando alas, como si de verdad fuera una eminencia política del País Vasco, es un ejemplo más de esas minas personales que Aznar ha ido sembrando tras su paso por Valencia. Como las últimas declaraciones de la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, otra que aclama a Aznar y que, como el melenudo presidente de FAES, se niega a dar un paso hacia delante para decir, como debieron hacerlo los dos en Valencia: Rajoy no es el hombre necesario para el PP, presentamos nuestra candidatura.
Pero no, Aznar, Aguirre y San Gil sólo se oponen a Rajoy y se dedican a debilitar a la nueva dirección del PP, para ayudar a Zapatero, que es lo que están haciendo los tres en un momento crucial de la vida española, con una gigantesca crisis económica que aparecerá en todo su esplendor en cuanto se caiga el velo futbolístico de la campeona selección europea. Es decir, que esta San Gil, que acuna Mayor Oreja y se agarra a la chaqueta de Aznar y a los perifollos de Aguirre, la única “oposición frontal” que practica es contra Rajoy y contra el PP, y no acepta la democracia ni la posición mayoritaria de su partido. O manda ella o todos los demás se equivocan, porque la doña se ha creído eso del “referente moral”, por estar amenazada por ETA, algo que sufren todos los militantes vascos del PP, muchos del PSOE y miles de españoles, aquí incluidas las Fuerzas Armadas y las de Seguridad de una manera muy especial.
Y por si algo faltara, en semejante y lamentable espectáculo de maniobras internas en el PP, contra su partido, ahí está la Conferencia Episcopal todos los días a palos con el PP y su nueva dirección, a la que llaman “golfos” en los micrófonos de la COPE, mientras desde sus publicaciones —como Alfa y Omega— les acusan de “ambiguos” y de poco fiar, porque se entiende que los obispos de quien de verdad se fían es de Zapatero. De ahí que los obispos y sus agitadores de cabecera —de El Mundo y la COPE— se hayan decidido a seguir con la estrategia de la crispación y el regreso al 11-M, esa mezcla explosiva que suele salvar de sus propios desastres al Gobierno de Zapatero.
Así mientras el Gobierno del “tontismo” y del caos económico de Zapatero sigue hundido en la mayor de las confusiones, y en el espectáculo de sus ministras de diseño —la reaparición de la ministra Chacón anunciando el relevo de la cúpula militar fue ridícula—, en el PP están dedicados a echar agua a los incendios que se producen en su propio territorio. El último —y no menos ridículo que el espectáculo de la Chacón— ha sido el de María San Gil, empeñada en hacer daño “frontal” a su partido hasta el final. Arropada, eso sí, por los mismos que apoyaron el pacto con Arzalluz en 1996, y las negociaciones del Gobierno de Aznar con el “Movimiento de Liberación Nacional Vasco” de ETA, moviendo los presos etarras de un lado para otro, y convencidos, todos, como lo estuvo Zapatero, de que ellos lograrían la paz.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=01/07/2008&name=manantial
martes, julio 01, 2008
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