jueves, julio 24, 2008

Camacho, Crimen y castigo

jueves 24 de julio de 2008
Crimen y castigo
IGNACIO CAMACHO
QUEDA ante la tardía detención de Radovan Karadzic, como ante otros hobbesianos lobos depredadores de la especie humana, una cierta sensación agridulce de desamparo, una duda amarga e inevitable sobre el alcance real de la justicia terrena, sobre su capacidad para reparar el daño causado y punir el mal cuando éste se comete en la escala industrial de un refinado designio genocida. Excluyendo el espectáculo que se avecina en el juicio, el protagonismo que cobrará ese carnicero que es bien capaz de ofender a sus víctimas después de haber mandado liquidarlas en serie, produce un resquemor de zozobra pensar en que ni la más sórdida de las mazmorras de La Haya-Schveningen puede proporcionar al criminal un castigo a la altura de su perverso delito.
-Oiga, ¿está usted defendiendo la pena de muerte?
Ni mucho menos; su vida me importa un comino, pero para carnicería ya basta con la que él organizó. Ni siquiera defiendo la «doctrina Somoza»: el atentado de venganza que hubiese acabado con él en una calle de Belgrado como voló por los aires el cruel dictador nicaragüense. Admito que ésta última hipótesis me habría producido un primario instinto de satisfacción, pero el problema seguiría siendo el mismo: ¿cuántas veces habría que matar a un asesino de esta especie para equilibrar su fechoría masiva? No, lo que planteo es el sentido limitado de la justicia como reparación del mal, la desazón que provoca saber que no existe condena capaz de compensar cierto grado de vesania. Si sólo fuese responsable de la matanza de Sbrenica y de la sangría de Sarajevo, ¿a cuántos días de cárcel, incluso cayéndole la perpetua, le saldría cada muerto?
-Pues quizá sólo a unos cuantos menos que a De Juana Chaos...
Ya, ése es otro reverso amargo de la misma cuestión; afinando moralmente no hay mucha diferencia entre un criminal de guerra y un terrorista, quizá sólo una diferencia cuantitativa en el número de víctimas causadas. Pero no parece que el Tribunal de La Haya se deje los cabos sueltos que ha permitido nuestra ingenua legislación; por ese lado al menos, conforta saber que Karadzic cumplirá su pena. Lo que me pregunto es hasta qué punto esa pena puede resarcir, más allá de lo simbólico, el carácter ciertamente diabólico, maligno, desalmado, de su delito de lesa humanidad. Desde el punto de vista religioso, queda el infierno como consuelo metafísico, pero admitamos que en el plano puramente humano se nos escapa de la escala moral cualquier cuenta indemnizatoria. Por no hablar de los malvados que encima han quedado impunes, los Bokassa, Pinochet, Castro, Stalin, Pol Pot... ¿no deja todo eso una apesadumbrada cosquilla de impotencia, un desconsolador abatimiento? Al menos este canalla purgará un poco, aunque bien tarde, la sangre derramada, pero me temo que ha lugar para el pesimismo ante lo que quizá llamemos justicia para engañarnos misericordiosamente a nosotros mismos; la Historia viene a demostrar que el ser humano tiene, simplemente, mucha más capacidad de hacer el mal que de repararlo.

http://www.abc.es/20080724/opinion-firmas/crimen-castigo_200807240256.html

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