jueves, julio 17, 2008

Jose Melendez, La fiesta Nacional

jueves 17 de julio de 2008
La fiesta nacional

José Meléndez

UNO de los preceptos del manual del perfecto progre ibérico es proclamar su repulsa por la fiesta de toros y pedir su prohibición. Con esto pretende conseguir dos objetivos al mismo tiempo: acabar con una arraigada tradición porque considera que las tradiciones son retrógradas, fachas y no tienen cabida en el progreso actual y otra solidarizarse con la extendida y comprensible tendencia a evitar el sufrimiento de los animales, con el mismo entusiasmo que ponen en favorecer el aborto y la eutanasia.

Hace un par de semanas hubo una manifestación antitaurina en Barcelona. Sería una mas de las muchas que se vienen registrando si no hubiera tenido la peculiaridad de que los manifestantes y manifestantas iban en cueros vivos. Nada que objetar a que unos manifestantes exhiban sus desnudeces, incluso en el caso de las manifestantas puede resultar, en mi opinión, un espectáculo perfectamente compatible con el de las corridas de toros. Ojalá imiten el ejemplo, esas manifestaciones solidaria, con los pobres del mundo, -ahora que Zapatero se ha erigido en adalid contra el hambre- con Dolores de Cospedal y Leire Pajín a la cabeza, sin que falte también la ministra Bibiana Aldo. María Teresa Fernández de la Vega podría quedarse en casa probándose modelitos.

Y hace pocos días se celebró un debate televisado en el que unos “expertos” exponían sus teorías sobre el sufrimiento del toro durante la lidia., con argumentos que otros contertulios –que estaban en minoría como corresponde a todo debate en la Primera de Televisión Española- rebatieron con contundencia.

En un ruedo el que sufre de verdad es el torero, pero ese sufrimiento, que es una amalgama del miedo a la cornada, a la presión del público y a que no se cumplan los sueños de gloria que le empujan a vestirse de luces, es precisamente el sostén que la fiesta de los toros tiene desde sus inicios. Se dirá que el sufrimiento del torero es voluntario. Y es verdad. Pero eso no le resta un ápice a su grandeza en una fiesta que vive del aleteo de la tragedia y de la belleza plástica de la lidia que la evita.

Antoñete Iglesias, un torero de los años sesenta que no tuvo suerte con muleta y espada pero cuajó en un extraordinario subalterno, me decía una vez: “Tu ves la plasticidad y solemnidad de las cuadrillas en el paseíllo, pero si cuando llegamos bajo el palco presidencial se abriera un portón hacia la calle seguíamos todos, solemnes y serios hasta no quedar ni uno en el ruedo”. Esa es la verdad de la fiesta y la grandeza del torero.

En cuanto al sufrimiento del toro es un tema muy debatido en el que los antitaurinos no admiten ninguna objeción o prueba en contra. En primer lugar, el toro bravo representa una raza única en el género bovino que no admite comparación con ninguna otra porque la herencia de sus genes ha sido meticulosamente cuidada para hacer de él un animal de lucha. El poderío de su complexión física minimiza el dolor y su sangre brava le hace superarlo porque si no fuera así ningún toro entraría de nuevo al caballo para recibir un segundo y un tercer puyazo por ese innato sentido de autoprotección que tienen los animales, incluidos los humanos.

El sufrimiento existe en todos los órdenes. Pero nadie alza banderas contra el sufrimiento que el ganado de carne padece en los mataderos, ni el de los cerdos, ni el de los pollos, ni el de esos patos salvajemente criados en Francia para que los buenos paladares se deleiten con el “foie grass”. Y no digamos el sufrimiento que padecen ahora los que se han quedado sin trabajo o los que están en trance de perder su casa porque no pueden pagar la hipoteca en la crisis negada pero real que vivimos. El sufrimiento es consustancial a la vida misma. La naturaleza tiene varias respuestas al fenómeno del miedo: la huida del conejo, la inmovilidad del escarabajo, la sumisión del perro o el ataque del toro. El toro de lidia es el principal actor de este espectáculo de gallardía y arte, que ha sido inmortalizado por un gran número de pintores, escultores, músicos, poetas y literatos.

No es nuevo el afán de prohibir las corridas de toros. Desde una célebre Pragmática dictada por Carlos III prohibiendo los espectáculos taurinos, que no tuvo éxito, hasta nuestros días han sido varios los intentos oficiales en ese sentido. A fines del siglo XIX, se hizo popular una cuarteta que decía: “Es una fiesta española que viene de prole en prole y ni el gobierno la abole ni habrá nadie que la abola”. La fiesta nacional se apoya en una tradición muy española que sido seguida en el sur de Francia y en la mayoría de países iberoamericanos. Se decía que la afición a los toros era tan grande que la gente empeñaba el colchón para ir a las corridas- Ahora tendrán que hipotecar la casa para poder pagar un abono en San Isidro. Y con ese fervor no hay quien pueda por muy progre que se sea o por muy piadoso con los animales que uno se sienta.

Hay que respetar las tradiciones porque son el bagaje identitario que determina las características de un pueblo. Pero es cierto que hay tradiciones que no se dejan respetar y eso también ocurre en la fiesta de los toros. En determinados pueblos españoles e iberoamericanos se producen espectáculos que nada tienen que ver con la esencia y la razón de ser de la fiesta de toros. Cualquier buen aficionados a las corridas de toros estaría a favor de suprimir esos espectáculos pueblerinos –yo entre ellos- que nada tienen que ver con el abolengo y la brillantez de nuestra fiesta nacional. Por tanto, los antitaurinos, en pelotas o vestidos, no pueden tomarlos como punta de lanza para entronizar sus ideas y sentimientos. Desgraciadamente, la fiesta de toros se acabará el día que se extinga la magnífica especie del toro bravo y eso, por ahora, no se vislumbra, a pesar de que su crianza resulta cada vez mas cara, mientras haya ganaderos que empleen su dinero, sus posesiones y su tiempo en hacer posible que un bravo ejemplar del género animal salga al ruedo para enfrentarse a otro bravo ejemplar del género humano.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4738

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