jueves, julio 24, 2008

Salustiano, Bipartidismo adosado y nueva transicion

jueves 24 de julio de 2008
Bipartidismo adosado y nueva transición
SALUSTIANO DEL CAMPO, Presidente del Instituto de España
EN las últimas elecciones generales el resultado no dejó lugar a dudas. A pesar de los esfuerzos realizados en su día por el legislador para que nuestro sistema electoral fuera proporcional, como corrigió simultáneamente este efecto mediante la Ley D´Hondt no es extraño que los datos del 9 de marzo hayan confirmado una vez más desde 1977 nuestro bipartidismo.
Por otra parte, si bien el tamaño de la circunscripción electoral influye en el acercamiento de los resultados a la proporcionalidad, se ha acentuado la tendencia de siempre. Entre los dos grandes partidos acaparan con claridad más del 80 por ciento de los votos y más del 80 por ciento de los escaños, mientras que los partidos minoritarios han visto reducirse el volumen de sus representaciones, salvo en los casos de Convergencia y Unión (CIU) y del Partido Nacionalista Vasco (PNV).
Sin perjuicio de que lo salido de las urnas sea o no lo más conveniente para el funcionamiento de nuestra democracia, quedan bastantes incógnitas por despejar. La primera es la razón por la que, en las representaciones gráficas de la escala de autoubicación personal derecha-izquierda, las columnas de los dos grandes partidos figuran contiguas y cubren el espacio del centro. Quiero decir con esto que a la derecha del PP apenas hay nada, porque la extrema derecha nunca ha tenido una presencia importante en nuestro régimen de partidos, pero que en la izquierda no sucede así, ya que existen grupos de gran importancia que completan su dispersión hacia la puntuación extrema, es decir, hasta las formaciones de extrema izquierda.
La derecha está, pues, compuesta por pocas fuerzas políticas y la izquierda por bastantes más y, a pesar de ello, lo más notable es que los votantes de la derecha son los principales ocupantes de la posición de centro, aunque corrientemente se crea lo contrario. Los afiliados y simpatizantes del PP se consideran, incluso, más de centro que el partido por el que votan, mientras que los espacios político-ideológicos del PSOE e IU han llegado a ser prácticamente coincidentes o consecutivos. A la representación gráfica con un centro cubierto por dos columnas contiguas la llamo yo «bipartidismo adosado», dado que en ella no hay confrontaciones entre la derecha y la izquierda ni están separadas por grupos interpuestos. Recuérdese que en la II República a un extremo y al otro del espectro político se fue poco a poco notando la polarización a partir de la ocupación inicial del centro.
En las encuestas recientes se comprueba que el PP y el PSOE aparecen más intercambiables que nunca y de hecho una alta proporción de los electores, «casi un tercio», estuvo dudando hasta el último momento durante la campaña electoral pasada si votar a la derecha o a la izquierda. Esto significa que los dos partidos mayoritarios están orientados al centro y en buena parte lo ocupan, mientras que cuando se polariza una sociedad y el intercambio pacífico se vuelve imposible, las tentaciones de perturbar la marcha normal de una democracia pueden alcanzar el paroxismo. Precisamente una de las cosas que más sorprenden en estos momentos es ver cómo el PSOE ha decidido en su último congreso ahondar en asuntos sobre los que no hay consenso y no buscarlo con el PP, de tal modo que las diferencias con el PP son ahora mayores en cuanto a «costumbres» que en lo que respecta a ideología económica y social.
Aunque se va difuminando la agria confrontación del pasado cuatrienio entre el PSOE y el PP, es ilusorio pensar hoy en una gran coalición. Y, sin embargo, no es descartable que se vislumbre pronto en el horizonte político de nuestro país y, si el contexto lo facilita, que se produzca. El electorado no está ni mucho menos polarizado, como ya he dicho, y la distribución de frecuencias de las opiniones políticas es en España la que corresponde a un país desarrollado y bastante cercano al nivel de vida de Francia, Gran Bretaña y Alemania. Lo cual no implica que hayamos arrojado por la borda algunas de nuestras antiguas maneras de comportarnos, ni que nos hayamos liberado enteramente del vértigo de los muchos cambios que han tenido lugar en nuestra sociedad. Los españoles de hoy hemos evolucionado tanto como lo demuestra el primer volumen publicado de Proyecto España Siglo XXI, dirigido por el Profesor José Félix Tezanos y el que suscribe. Sin embargo, lo que de verdad nos anima es, sobre todo, un impulso que se empieza a percibir con claridad entre nosotros y que se revela en la simple fórmula «podemos», que recientemente hemos aplicado a los encuentros de la final de una Eurocopa y antes ha sido nuestro lema implícito para superar como pueblo el foso que nos separaba de la Europa moderna y poderosa.
Posiblemente nunca hayan tenido antes los líderes políticos españoles una población más preparada y con mejor voluntad de estar en el pelotón de cabeza de la Europa en formación. Lo que sucede es que, con muy buenas razones, estamos escaldados de las fórmulas fáciles de los embudos en beneficio de los políticos y de los poderosos y de la degradación de algunas instituciones democráticas esenciales por las cuales hay que velar. Ni me siento un profeta vociferante para que la gente adopte actitudes de arrepentimiento o de exaltación, ni soy tampoco un sociólogo complaciente que crea que las cosas se arreglan por sí mismas o por suerte. El siglo XXI es nuestro gran desafío y las condiciones en las que hemos entrado en él eran las mejores posibles, pero ello no debe ocultarnos que ahora vienen turbulencias y tal vez más de un trastazo.
En resumidas cuentas, la por tantos motivos encomiable transición española ha pasado ya a la historia gloriosa de nuestra nación y ha justificado la vida de muchos españoles destacados que están poco a poco desapareciendo. Sin embargo, los efectos beneficiosos de este empeño histórico se han ido emborronando y complicando con el paso del tiempo, a la vez que se evaporaba el temor reverencial a la reforma de la Constitución. En otras palabras, se abre ante nosotros una nueva etapa, con otros personajes, con otro escenario, con otro guión y con muy poca mística.
Solamente las dictaduras parecen tener en nuestro mundo ambición de durar siglos, incluso milenios, o de perpetuarse. No pasa esto con las democracias, que pueden fortalecerse o debilitarse, que están siempre rodeadas de peligros y que para durar requieren grandes esfuerzos suplementarios de los ciudadanos. Los éxitos democráticos que hemos vivido han dado de sí bastante, pero ahora hay nuevos deseos y exigencias. Lo que en el pasado anhelábamos era gozar de un sistema democrático igual o superior al que hemos conseguido. Lo que ahora queremos no es solamente mantenerlo, sino revivirlo y extraerle todas sus posibilidades, tanto en lo que toca al bienestar de los ciudadanos, como en lo que concierne a la posición de España como país. Sin duda, estos dos ámbitos están relacionados, pero la presencia internacional de España está mucho menos clara de lo que corresponde a una nación principal de Occidente, que forma parte de la Unión Europea y de la Alianza Atlántica. El malhadado entuerto de nuestra relación con Estados Unidos debe dejar de ser casi un chiste y corregirse inmediatamente. Delante de nosotros hay desafíosque solamente se resuelven arriesgando. Recuérdese lo que pasó con Alemania Occidental cuando tuvo que decidirse por la reunificación y piénsese lo que ha tenido que pagar por ella, incluso habiendo resultado bien. A nosotros tampoco nos faltan retos, precisamente los propios de la nueva transición que está por hacer, pero aunque no hay acuerdo sobre la hoja de ruta a seguir, las opciones no son ni mucho menos ilimitadas.
La situación actual de bipartidismo adosado puede facilitarnos el avance hacia un consenso sólido y progresivo, pero no pocas tentaciones de diferenciación podrían también traducirse en opciones enfrentadas del futuro político. A mi juicio, nos encontramos en un momento crucial en el que el electoralismo debe sacrificarse a la altura de miras y al verdadero patriotismo.

http://www.abc.es/20080724/opinion-la-tercera/bipartidismo-adosado-nueva-transicion_200807240254.html

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