jueves, enero 17, 2008

Lorenzo Contreras, Aires de conjura

jueves 17 de enero de 2008
Aires de conjura

Lorenzo Contreras
Hay que volver a Hamlet: algo huele a podrido en Dinamarca. Y si no a podrido, a extraña emanación. Lo que acaba de ocurrir en las entrañas del PP, en sus tripas organizativas, tiende a reflejar una intriga susceptible de variadas interpretaciones. ¿Qué ha sido? En cuarenta y ocho horas, dos seísmos políticos. Primero, el hombre que evitó la ocupación catalana de Endesa, aun a costa de abrirle las puertas a Italia, se convierte de repente en el número 2 del PP para las vitales elecciones de marzo, donde Rajoy podría jugarse su ser o no ser. “Ser o no ser”, otra vez Shakespeare, el rey de la tragedia.
En esas cuarenta y ocho horas, en segundo turno, Alberto Ruiz–Gallardón, alcalde de la capital, es defenestrado por Rajoy como miembro de su lista electoral por Madrid. Causa: Esperanza Aguirre, la gran rival de Gallardón para la no confesada, pero ciertamente pretendida, sucesión de Rajoy, el eventual derrotado del 9 de marzo; esa señora, cabe decir, ofrece dejar la Presidencia de la Comunidad de Madrid para incorporarse a la lista de candidatos. Y entonces Mariano Rajoy, real o aparentemente alarmado, emite sentencia salomónica y prescinde de ambos pretendientes como componentes de aquélla.

Hasta qué punto se trata de una conspiración bien urdida para dejar a Gallardón en tierra de nadie es algo que queda flotando en la nebulosa de la sospecha. El caso es que el alcalde de Madrid pierde su opción parlamentaria, en realidad su trampolín sucesorio, y tiene que retirarse a los vestuarios. Dice que se va de la Alcaldía a partir del 9 de marzo. ¿Y por qué no ahora mismo? El 9 de marzo las cosas estarán, desde luego, más claras. Los destinos habrán acudido a su inevitable cita con la historia del Partido Popular. Gallardón tendrá a mano datos más o menos instrumentales. Se sabrá entonces si la purga del alcalde, ese personaje tan votado por los madrileños, habrá repercutido en los números electorales que Rajoy necesitaba, restándole posibilidades e incluso dejándole en el umbral del desierto. Sería la venganza de Don Alberto. Una venganza ya en frío, como dicen que se sirve ese plato.

Pero hacía falta saber si la dimisión del alcalde iba a ser cierta o tan sólo el consabido brindis al Sol. Es esto último. Con Rajoy vencedor, todo habrá quedado resuelto en el peor de los sentidos para el regidor de Madrid. Con Rajoy vencido en las urnas, la crisis del PP sería la respuesta lógica de los hechos. Un congreso extraordinario para ventilar la sucesión en Génova 13 abriría cauces o rumbos cuya naturaleza pertenece al universo de las conjeturas. Probablemente sería el momento de lograr alguna orientación sobre el protagonismo de Manuel Pizarro o la suerte de los pretorianos de Rajoy, los Zaplana, Acebes y otras compañías. Habría tal vez que pensar en personajes como Mayor Oreja y así sucesivamente. Se ven rostros bailando en la pantalla imaginativa. Es tiempo de apuesta.

No faltará en la hora actual quien piense si José María Aznar no ha hurgado en las entrañas del problema que se acaba de plantear. Pizarro, en alguna medida, puede haber sido criatura política suya. Por otra parte, ¿tiene Pizarro madera de político? No hay que regatearle esa capacidad. Un Pizarro presidente de Endesa no tiene por qué ser rigurosamente equivalente a un Pizarro presidente del PP. Además le queda en reserva una capacidad dialéctica traducible en valor parlamentario; una interesante cotización.

En definitiva se acaba de representar el primer acto de una tragedia que podría acabar en comedia truculenta. El 9 de marzo tiene la llave de la solución, o mejor dicho, del desenlace. ¿Se devorarán unos a otros? El guión ha comenzado a escribirse, pero no está resuelto.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=17/01/2008&name=contreras

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