jueves, enero 17, 2008

Pablo Sebastian, Sonrisas y lagrimas en el PP

jueves 17 de enero de 2008
Sonrisas y lágrimas en el PP

Pablo Sebastián
Hay que ver la manía que tiene Gallardón de fustigarse públicamente en la adversidad, llorando por las esquinas y haciéndose, él solito, una fama de perdedor dentro del PP, cuando en los lances electorales ha sido, siempre, todo lo contrario, un ganador con cuatro mayorías absolutas. Allá él si no conoce el dicho de que “hay que hablar bien de uno mismo, porque luego la gente se olvida y no sabe dónde lo ha oído”. Pero hubiera sido más justo y más inteligente, por su parte, haber declarado, tras su exclusión de las listas del PP al Congreso de los Diputados, que las grandes ideas del centro y los modales de moderación y diálogo que defiende son invencibles y acabarán imponiéndose en la política española, y en el seno del PP si quiere ganar las elecciones sin tener que depender de los nacionalistas.
Ya lloriqueó Gallardón cuando Esperanza Aguirre derrotó a Manuel Cobo en la batalla del PP madrileño, y posteriormente fue aguantando, entre sus muecas y sollozos —quizás convencido, pero equivocado, de la máxima de Cela de “quien resiste gana”, hay que resistir hasta el final y esto es sólo el principio—, carros y carretas ante los muchos desaires que públicamente le había hecho Rajoy, cada vez que le preguntaban sobre las aspiraciones parlamentarias del alcalde, en vez de exigir, nada más ganar las elecciones municipales, una aclaración definitiva sobre su futuro en las listas del PP.

Ahora bien, todo esto es una cosa que afecta a Gallardón y otra distinta y falta del sentido común, del que suele alardear Rajoy, es que en el PP más de uno, y el propio Rajoy entre ellos, están celebrando con entusiasmo el golpe bajo y la humillación pública que le acaban de hacer al alcalde de Madrid. Porque Rajoy, desde su cómoda cobardía, nunca ha tenido el valor de abordar esta cuestión y la pública pugna entre Aguirre y Gallardón, como correspondía a un presidente del PP con un mínimo de autoridad. O ¿acaso cree Rajoy que esta batalla hubiera sido posible en la presidencia de Aznar? Esta crisis es una prueba más de la falta de entereza y de liderazgo de Rajoy. Y el escándalo, amén de dañar el despegue del fichaje de Manuel Pizarro, espantará votos del centro, como lo ha reconocido Manuel Fraga.

Aunque, naturalmente, los que verdaderamente juegan la carta de Aguirre y a la derrota de Rajoy y del PP, eso del centro político y de la moderación les importa un rábano, porque ellos están en el discurso de la “derecha sin complejos”. Ellos están en esa derecha que sigue justificando a Bush en la guerra de Iraq, la de las mentiras del 11M y su particular conspiración, la confesional de la COPE a gritos y de la Conferencia Episcopal, a la que se promete un Ministerio de la Familia (¿por qué no otro de la Marina?). La derecha que se ríe de todos esos a los que llama “los progres”, de Al Gore y del cambio climático, de Barak Obama y sus aspiraciones a la Casa Blanca, de la presencia de dirigentes de la izquierda en el Gobierno de Sarkozy. La de la España que se rompe o entra en quiebra en quince días. En fin, la gran derecha de siempre que añora la “extraordinaria placidez” de los tiempos de Franco, como ha dicho Mayor Oreja, o de la democracia y los Derechos Humanos que se diluyen, como dicen Rouco y García Gasco.

Es decir, la “derecha sin complejos” de Aznar, Acebes, Aguirre, Zaplana y de Rajoy, que es el “hombre independiente” de todo, del PP, del Congreso del Partido que no ha celebrado cuando debía, de la dirección nacional del PP, de sus dirigentes y altos cargos, pero que cuando viene Zaplana con las 500 preguntas al Gobierno de Zapatero por la conspiración del 11M baja la cabeza, como se achanta ante los micrófonos de la COPE, donde le llaman “maricomplejines”, o al primer silbido o amenaza de Aguirre, o cualquiera que le levante un poco la voz, y no digamos si es Aznar, el diario El Mundo o cualquiera que tenga algo de influencia o de poder.

Dice Rajoy que sólo responde ante los ciudadanos como si su partido y sus militantes y dirigentes no existieran. Le faltó añadir “y ante Dios y ante la Historia”. Pero ¿qué maneras son ésas de dirigir el PP y de pretender que los españoles le entreguen el poder a quien no manda como debiera en su propia casa con la excusa de que es independiente. Rajoy confunde los graves errores y el continuo desgaste de Zapatero con lo que cree que son sus éxitos, cuando, más bien al contrario de lo que ocurre, y ya vistos los destrozos causados por el PSOE en la pasada legislatura, el PP debería estar en los sondeos electorales en la mayoría absoluta y no por detrás del PSOE. Y no mendigando y echando las cuentas a ver si les cae un diputado aquí y otro allá.

¿De qué se ríen en el PP y por qué llora Gallardón. ¿Se ríen ahora en el PP porque Rajoy ha machacado, mientras se fuma un puro, a Gallardón como pasó por encima de Rato, Mayor, Cascos, Piqué, Matas y casi de Aznar? ¿Acaso llora el alcalde Gallardón como Boabdil por Granada —aquello sí que era para llorar— cuando, en realidad, si cree en un proyecto democrático y centrado para España, le están haciendo un gran favor en el PP, porque este PP no sirve para eso. Y porque algo mejor y algo nuevo en la política española de la mediocridad, alguien, tarde o temprano, lo tendrá que liderar y organizar, en beneficio de ese centro moderado español que está hasta la punta de los pelos de los disparates de Zapatero y la integrista vagancia e independencia de Rajoy? Unos se ríen como las hienas, en pleno festín de los cadáveres exquisitos, y otros lloran por las esquinas sin saber que han encontrado el camino de su posible liberación. En fin, sonrisas y lágrimas bajo el cielo azul y en los verdes valles —que diría el himno friki nacional— del Partido Popular, todos juntos, cogiditos de la mano y cantando, con una sola voz, en el inmenso mar.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=17/01/2008&name=manantial

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