jueves, enero 03, 2008

Juan Urrutia, Hasta que baje el telon

jueves 3 de enero de 2008
Hasta que baje el telón
Juan Urrutia
N OS encontramos inmersos en una vorágine depredadora, en un frenesí alimenticio propio de escualos tentados por la sangre de sus víctimas. Sentimos la necesidad de comer, beber, regurgitar y repetir la operación anterior y todo porque es Navidad. Lo que más me molesta de estas malsanas fiestas es que traten de conmoverme a traición. El otro día estaba comprando sardinas, ah qué ricas están las sardinas, y mientras luchaba por abrirme paso entre la multitud para pagar mis deliciosos teleósteos pelágicos —colarse no es tan fácil como parece— escuché musiquillas entrañables y villancicos como los que se cantaban antes a ritmo de zambomba. Traición, traición perruna. Ante el intento vil de provocarme recuerdos íntimos para causar en mi persona un momentáneo olvido de lo caro que está el conejo y conseguir así un mayor desembolso en comida y fruslerías por parte de un servidor, me hirvió la sangre. Yo me enternezco cuando debo, que son pocas veces, y gasto lo que puedo, que no es mucho, pero no porque haciendo uso de artes pérfidas y manipuladoras los comerciantes capitalistas provoquen que me sienta más “navideño.” Por desgracia la ira fue tal que no tuve otro remedio que desahogarme cortándole la corbata en varios trozos, enormes tijeras en ristre, a un señor de Cuenca que pasaba por allí. Aprovecho para disculparme con él: usted perdone caballero, fue un pronto. El consumidor comienza a darse cuenta de estas mandangas, las personas y animales de este país estamos hartos de que pretendan despertar nuestros instintos más primarios con objeto de vaciarnos los bolsillos. Cada vez menos gente cree que con un Ferrari Testarosa hará más el amor, lógico, no tiene asientos traseros, o que su familia será infinitamente feliz si la agasaja con uvas rellenas de anchoa para año nuevo. Es marrana la intención, propia de buitres, sanguijuelas y miserables vendedores de felicidad del baratillo, oigan. Cada año me enervan más las ingentes cantidades de dinero gastadas en regalos que son calcos de otros regalos y que están diseñados para no gustar a nadie, tan sólo para resultar aparentes. De igual forma, comienzan a cansarme las películas con mensajes conciliadores, tan propios de estas fechas y cuyo objeto es el mismo que el de la musiquilla de los grandes almacenes, vender. Tip dijo una vez: “Obdulia, devuélveme mis gafas.” Esto no guarda relación con lo anterior pero tengo la impresión de estar escribiendo en un tono excesivamente agrio. Voy a terminar, si me lo permiten, al estilo de Molière: a continuación levántense todos, canten y bailen, sigan bailando hasta que baje el telón.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4367

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