jueves, enero 10, 2008

Ignacio San Miguel, Una concepcion grosera de la vida

viernes 11 de enero de 2008
Una concepción grosera de la vida

Ignacio San Miguel

D IVERSAS anécdotas sugieren que los nacionalistas periféricos, posiblemente por su idiosincrasia tribal, mantienen con lo que consideran el mundo exterior una actitud que podría calificarse, si se quiere emplear un término suave, de ineducada.

Recordemos, por ejemplo, la agresión que efectuó un tal Aramburu, miembro del Partido Nacionalista Vasco, en la persona de Antonio Aguirre, del Foro Ermua, con motivo de una manifestación que no era de su agrado. Esto ocurrió hace unos meses. Un grupo reducido de miembros del Foro, del que Aguirre era vicepresidente, se manifestaba contra unos cientos de nacionalistas que, a su vez, protestaban por el enjuiciamiento de Ibarreche. No es necesario entrar en detalles sobre la agresión, ni cómo unas cuantas señoras nacionalistas, viendo a Aguirre tendido en el suelo, vociferaban: “¡Que se muera! ¡Que se muera!” Tampoco comentaré cómo la policía vasca aconsejó al agresor que se alejara del lugar y lo dejó marcharse sin mayor contratiempo. El aspecto que quiero hacer resaltar es el del Partido Nacionalista. Aparte de no interesarse lo más mínimo por el estado del agredido ni de pedirle disculpas, no ha tomado ninguna medida contra Aramburu, cuando lo normal en una formación de gente civilizada hubiera sido su expulsión de la misma. Sin embargo, nos parece normal que los nacionalistas no tengan ese elemental proceder correcto.

Tampoco extraña demasiado el comportamiento del nacionalista catalán Carod-Rovira, del que se ha recibido en la Prensa una queja de unos catalanes indignados. Carod-Rovira es el que junto con otro nacionalista, Maragall, nos ofreció un espectáculo de gamberrismo irreligioso, al colocarse una corona de espinas junto a la basílica del Santo Sepulcro, de Jerusalén. Se balanceaba como un oso, abriendo su bocaza con carcajadas zafias. Acompañado en sus risotadas por el tabernario Maragall, que dicen que es de buena familia pero no se le nota. Pasaron un buen rato los dos gamberros.

Pero los que protestaban en la Prensa no se referían a este asunto, que ya es antiguo. Se trata de que se encontraban en una cafetería cuando entró Carod-Rovira y dio los buenos días con voz sonora. Luego se dirigió a una camarera con clarísima fisonomía de iberoamericana y le preguntó intencionadamente en catalán si tenía que pedir la consumición en la barra o esperar en una mesita a que le atendiesen. La camarera no le entendió y así se lo dijo en español. Entonces, el refinado hombrezuelo le espetó: “¿Parlez-vous francais?”, dirigiendo una triunfal mirada a la concurrencia. Como era de esperar, tampoco fue entendido. Los denunciantes del caso, cortan ahí su relato, protestando por la chulería del político gamberro, ejercida a costa de una humilde camarera de cafetería.

El obispo Uriarte, de San Sebastián, no ha querido dejar pasar estas fechas sin dar que hablar, como hacía su predecesor, aunque él sea menos hablador. Tanto es así que son contadas las veces que hace alguna manifestación; pero cuando la hace, generalmente tiene que ver con la política nacionalista. Nada de religión, nada de aborto, nada de matrimonios homosexuales. De eso, nada de nada. Pero de la política nacionalista, sí. Dando a sus palabras una cobertura evangélica postiza, como es natural. En el caso presente se refirió a las familias de los presos terroristas. Admitió el dolor de las víctimas con parientes asesinados, pero puntualizó que también existe el dolor de las familias de los terroristas encarcelados. Y en estos días entrañables ha de ser muy grande el sufrimiento de unos padres que no pueden cantar con sus hijos presos un villancico en el hogar. Esta equiparación entre el dolor de aquellos que tienen allegados muertos por asesinato y el de las familias de los asesinos que no pueden compartir juntos la alegría de estas fiestas navideñas, ha indignado bastante y un periodista de renombre ha calificado a Uriarte de “miserable con sotana.” Sin decidirme a suscribir esta definición, sí he de reconocer que su razonamiento sobre el dolor de las familias es más propio de un hortera que de un obispo.

Es subrayable la insignificancia de la labor pastoral, tanto de este obispo como del anterior. Sobre 1970 el número de seminaristas en San Sebastián rondaba los 500. Cuando se hizo cargo Setién del obispado en 1978 ya había comenzado la bajada de vocaciones, pero cuando abandonó el cargo en 2000, el número andaba por la docena. No se puede honestamente responsabilizar exclusivamente a Setién de la catástrofe, pero ¿realmente se esforzó mucho en que no se produjera el desplome? Si lo hizo, su fracaso fue sorprendente. Y su sucesor Uriarte no ha modificado lo más mínimo la situación. Al parecer, son otras sus preocupaciones. Ahora ha vuelto a su topera y ya veremos cuándo vuelve a salir. Por mi parte, no tengo la menor prisa.

Si el primer caso mencionado apunta a brutalidad e incivilidad manifiestas, por no decir barbarie, el segundo nos muestra una actitud chulesca y prepotente inaceptable en nadie y menos en un político que dice estar al servicio del pueblo, sobre todo por su ideología de izquierda. A eso se reducen sus irrisorias proclamas de justicia social, igualdad y demás tonterías. La tercera anécdota nos muestra la mediocridad moral, cuando no la bajeza de quien debiera dar ejemplo y no humillar a nadie, y menos a las víctimas.

Quizás haya alguien que se pregunte si la ideología nacionalista tiene algo que ver con los defectos expuestos. Mi opinión es que sí, sin la menor duda. Los ejemplos no son más que unos pocos entre otros muchos de la misma índole ocurridos en ese mundo ideológico. El nacionalismo lleva a la cerrazón del pensamiento. Esas mentes oscuras, poco abiertas a los salutíferos aires exteriores, necesitan la agresión, la chulería y el menosprecio para sentir que son algo o alguien. Están condenadas a mantener una concepción silvestre y primaria de la existencia.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4375

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