martes, enero 22, 2008

Ignacio Camacho, La musica del Titanic

martes 22 de enero de 2008
La música del Titanic
IGNACIO CAMACHO
EN la más pura y tópica tradición de la orquesta del Titanic, el Gobierno toca la música del bienestar mientras se hunde la economía cotidiana y cunde el pánico entre el pasaje de un barco cuyo capitán ha bajado del puente de mando para hacerse el simpático bailando valses en el salón. Ayer se desplomó la Bolsa, sacudida por el oleaje de la incertidumbre en los mercados internacionales, y al contramaestre Solbes sólo se le ocurrió decir que «no hay que exagerar» los efectos de la caída cuando los inversores corrían despavoridos buscando un bote en el que salvar los restos maltrechos de sus caudales volatilizados. Los estrategas de la campaña socialista diseñan maniobras de emergencia para echarle la culpa a Bush si las cosas se ponen realmente feas, y de paso buscan la manera de aprovechar la confusión para salpicar a Manolo Pizarro con sus tretas de propaganda asimilativa. Pero el malestar va cuajando, y a cada proclama oficial de tranquilidad sucede un espasmo de crisis. La tormenta arrecia y los ciudadanos sospechan que la bodega del buque se está inundando.
Ya no se trata sólo de la cesta de la compra. De esos tres euros que cuesta cada visita a la panadería, de esa leche que sube sin necesidad de hervirla, de esos tomates que parecen regados con lágrimas de oro o de esos cafés que según el vicepresidente son el epítome de una inflación mal «interiorizada». Ni siquiera de la hipoteca que rebaña cada mes los rincones desnudos de la cuenta corriente. Ahora les toca a los ahorradores, a los protagonistas del capitalismo popular, a los accionistas anónimos de bancos, eléctricas, telefónicas y constructoras, que se asoman angustiados a las cotizaciones on line para contemplar cómo se disipan sus reservas en el misterioso agujero negro de las turbulencias financieras. Y pronto llegará el turno al empleo, a esa mano de obra que cualquier día recibirá una carta de despido o rescisión de contrato enviada desde desesperados consejos de administración que no saben cómo cortar la hemorragia de pérdidas. Ya está ocurriendo, desde hace unos meses, en el sector inmobiliario. Estaba sobredimensionado, sí. Que se lo explique Solbes al encofrador que trabajaba en una obra interrumpida, al fontanero rumano que ha dejado de enviar remesas a su país, al peón magrebí que se ha quedado mano sobre mano a la intemperie.
Esto va en serio, y la gente lo sabe. Ya no es un vago rumor de inquietud en círculos especializados. Ahora sí que se está «interiorizando» el miedo, la inestabilidad, la zozobra, ese clima viscoso de nerviosismo que incuba los grandes movimientos sociales. En situación normal, los Gobiernos procuran minimizar el pánico mientras preparan medidas de choque, pero en vísperas de elecciones la tentación consiste en tapar las vías de agua con colchones de propaganda para ganar tiempo. Está por ver a quién le va a tocar, pero en alguna capa del subsuelo electoral, quizás a una profundidad aún indetectable para las sondas de los sociólogos, ha comenzado a rifarse una bofetada.

http://www.abc.es/20080122/opinion-firmas/musica-titanic_200801220313.html

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