miercoles 16 de enero de 2008
El parto de la alianza
Germán Yanke
Si la montaña, a pesar de su apariencia imponente, puede parir un ratón, la Alianza de Civilizaciones —tan fundamental no sólo para nuestro Gobierno, sino para el mundo— ha dado a luz una suerte de ridículo, además de un juego de intereses bastante burdo. Para tan poca cosa, que naturalmente se preveía, no se entiende cómo el presidente Rodríguez Zapatero se ha empeñado en mantener esta reunión en fechas tan cercanas al comienzo de la campaña electoral. Es evidente que no sirve como propaganda, sino como una muestra de empeño por mantener y no enmendar cualquier ocurrencia, incluso las que algunos puedan achacar a la buena voluntad.
Lo de la Alianza de Civilizaciones tiene su aquél hasta en la denominación, es decir, una voluntad inicial de edulcorar y mistificar las cosas porque, tal y como son, ni gustan ni se está dispuesto al esfuerzo y las penurias de enfrentarse a ello. ¿Qué es eso de “civilizaciones” en plural? Porque, en todo caso, el enfrentamiento entre el mundo libre y laico y el del totalitarismo y el fanatismo religioso es el de la civilización y la incivilidad rampante. Y si hubiera varias civilizaciones, es decir, algunas distintas a la de la sociedad abierta, ¿a qué viene, más allá incluso del diálogo, lo de una hipotética alianza?
Pero el gran parto de la inconsistencia ha quedado, en el foro auspiciado por el Gobierno de España (y al parecer también pagado) en una reunión de expertos menores, representantes diplomáticos y una nómina de jefes de Estado con los que no se podría organizar una partida de mus. No es lo peor, se va viendo que, más que una alianza imposible, cada cual viene con sus cuitas y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y están cerca, reclamar lo suyo —lo que quieren suyo— con la disculpa de la alianza y el buen rollo.
Erdogan, primer ministro de Turquía y gran valedor de la propuesta de Rodríguez Zapatero fuera de Europa, llega a Madrid y nos cuenta que como su país tiene una posición sensible en el mundo, y en la alianza, lo que precisa y reclama es que su país entre en la Unión Europea. Ésa sería la prueba de que “la Alianza de Civilizaciones es posible”. Ya se va viendo, ya, el alcance del parto, porque da la impresión de que el sostén de la alianza es que no se pueda ni reprochar ni reclamar en las relaciones internacionales que los países de las “otras” civilizaciones cumplan las exigencias propias de los Estados democráticos y no dependientes de la religión, los derechos humanos y el respeto a las libertades. No sería de buen talante y, además, obstruiría “el acuerdo global para un problema global”. ¿Pero cuál es el problema?
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=16/01/2008&name=german
miércoles, enero 16, 2008
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