jueves, enero 17, 2008

Dario Valcarcel, Kenia ante Adam Smith

jueves 17 de enero de 2008
Kenia ante Adam Smith
DARÍO VALCÁRCEL
LA anemia del estado, la ausencia de reglas fiables, toma ejemplo esta semana de la crisis en Kenia. Mawai Kibaki, de la tribu kikuyu, en el poder desde 2002, roba la elección al partido emergente, liderado por Ralia Odinga. Los observadores de la UE se niegan a firmar las actas. La policía intenta sofocar la revuelta: no lo consigue. Hay ya más de 500 muertos, quizá 1.000 cuando escribimos.
Kibaki llegó al poder en 2002 con la promesa de luchar contra la corrupción. Todo fue un sueño. El 1 de enero leíamos en el Financial Times cómo el director del programa anticorrupción nombrado en junio último por Kibaki, el también kikuyu John Githongo, se refugiaba en Londres. Prefería explicar la situación desde Europa a guardar silencio en Kenia. Desde la independencia, el Banco Mundial y el FMI han ayudado sin cesar. En las últimas cuatro décadas las ayudas recibidas sobrepasaban los 16.000 millones de dólares: dinero perdido casi en su totalidad. Hoy el 55 por ciento de los keniatas subsiste con menos de dos dólares diarios. A pesar del 6 por ciento de crecimiento oficial, las diferencias crecen como crece el número de los sin tierra. El paro aumenta. Pero en Kenia está el cuartel general euroamericano de antiterrorismo. Al menos ocho países son observados desde Nairobi. La tolerancia occidental debería correr con una parte de la responsabilidad cuando los muertos se cuentan por centenares.
Ejemplo reciente: un matrimonio español pasa, con sus hijos, las vacaciones de fin de año en una isla del Índico, al norte de Mombasa. La agencia de viajes garantiza la eficiencia de los servicios sanitarios de la isla. La pequeña SMR, 9 años, sufre un ataque de apendicitis, detectada por su intuitivo padre. A la hora de la verdad, el ambulatorio de la isla no existe, es una carcasa vacía, no hay quirófano... La tensión es tal que un médico, también de vacaciones, queda fuera de combate por una subida de tensión. La revuelta invade Kenia, no se puede volar allí. Horas angustiosas. El estado, mínimo, ha dejado de existir. Hay que dar con un avión, ir a Tanzania. El tiempo corre, el riesgo de peritonitis acecha. No hay el menor apoyo de esa nación, pero funciona ejemplarmente el lejano asegurador, primera compañía española del sector. Un avión de Flying Doctors, ONG africana especializada en emergencias, aterriza en la isla. En Dar es Salam, a 600 kilómetros al sur, la paciente SMR es intervenida con éxito. La heroica madre recorre las farmacias de la capital para recolectar 17 gasas con que curar la incisión.
El azar gobierna la vida. Si el estado es algo, ha de ser una máquina capaz de enfrentar el azar. Las sociedades modernas se caracterizan, entre otras cosas, por el pago de impuestos y el control del dinero público. Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Canadá son sociedades de alta fiscalidad. Recomendamos la lectura de La Ciencia Humilde-Economía para Ciudadanos (ed. Crítica) de un sabio catalán, Alfredo Pastor, que acaba de dejar la dirección, en Shanghai, de la China-Europe Business School. La desigualdad global disminuye, según Pastor. Hace dos siglos las diferencias de renta se daban sobre todo dentro de cada país. Hoy se dan entre países. Sin embargo, no acaba de llegar aquella tortilla por la que tantos huevos hubo que romper. Incluso en las economías avanzadas, la redistribución a través de los impuestos no alcanza a invertir la tendencia.
Adam Smith, defensor del interés individual, rompió muchas lanzas a favor del interés general: la humanidad, la justicia, la generosidad, el espíritu cívico son imprescindibles (Theory of Moral Sentiments). La renuncia no a la eficiencia sino a la absoluta primacía de la eficiencia -es decir, no al interés individual sino a la total primacía de ese interés individual- ha de proceder de la sociedad. El padre escocés de la ciencia económica era un furioso defensor de la generosidad, sin la que nada humano era a su parecer posible. Los estados firmemente articulados aspiran, no siempre con éxito, a corregir los fallos del mercado. Buscan herramientas más y más sofisticadas para detectar las manos demasiado ocultas. La información veraz, contrastada, periódicamente publicada, era ya entonces, hacia 1770, un elemento decisivo de aquel ancestral enfrentamiento.

http://www.abc.es/20080117/opinion-firmas/kenia-ante-adam-smith_200801170247.html

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