jueves, noviembre 01, 2007

Pio Moa, Preguntas sobre una sentencia

Preguntas sobre una sentencia
1 de Noviembre de 2007 - 09:31:06 - Pío Moa
a) ¿Qué organización terrorista actuó? ¿Fue Al Qaida? En caso de ser esta, ¿ha tenido o tiene alguna relación con la ETA? Y, ya un poco al margen de la sentencia, ¿por qué premió políticamente el gobierno a los terroristas retirando las tropas del Líbano?
b) ¿O bien no hubo organización terrorista más allá de una espontánea asociación de varios musulmanes con un minero asturiano perturbado?
c) ¿Qué fines políticos perseguía el atentado? ¿O no perseguía ninguno en concreto más allá de causar conmoción social?
d) ¿Por qué los terroristas eligieron ese día? ¿O lo eligieron sin ningún fin determinado, como podían haber elegido cualquier otro? (lo último encajaría con la idea de un grupo espontáneo sin conexiones con organización más amplia. Algo muy difícil de creer, por otra parte)
e) ¿Eran confidentes o personas controladas por la policía varios de los implicados? En caso de ser así, ¿hubo negligencia policial? ¿O hubo algo más que negligencia?
Son preguntas que se me ocurren así, “a bote pronto”, como decían los políticos antaño. No he podido leer la sentencia entera, pero supongo que quedarán cumplidamente aclaradas en ella. ¿Alguien puede informar al respecto?
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Juanma, que me entrevistó para Público, me llama para decirme que él de ningún modo quiso manipular mis palabras, y que en todo caso el titular apócrifo se debe a una mala interpretación y a razones de espacio, problema típico de la prensa. Bien, no tengo por qué dudar de su palabra, estas cosas pasan a veces, incluso con bastante frecuencia y ya dije que, en conjunto, mis puntos de vista quedan bien recogidos.
Quede claro, en cualquier caso, que yo no dije: "El franquismo no liquidó a los rojos sino que los escarmentó", sino que en la entrevista intenté explicar la mentalidad de la represión, pues para los franquistas se trataba de dar un escarmiento al modo como la república francesa lo dio en la Comuna de París, aunque empleando para ello vías judiciales. La misión del historiador es precisamente explicar estas cosas, y yo nunca he aplaudido la dureza de aquella represión. Máxime cuando, como señala Julián Marías, la gran mayoría de los “rojos” habían dejado de serlo al contemplar los desmanes y las peleas entre sus jefes, que pagaba la población, y la huida de ellos con inmensos tesoros expoliados.
Me comunican también que algunos de los desenterradores de rencores quieren ponerme una querella por haber dicho que los autores de la ley de memoria se identifican con los criminales. Esta sí es una frase textual mía, y plenamente veraz, pues solo tales personajes pueden ensalzar a los asesinos y denigrar a los inocentes como hace la ley, poniéndolos a todos en el nivel de “víctimas”. Por supuesto, se identifican con los criminales, su ley es una ley de la Checa, síntoma tan revelador como alarmante de por dónde va el país.
También alguna otra asociación de ese género está planteando una acción judicial contra mí por “humillar a las víctimas” en relación con el fusilamiento de las “trece rosas”. He dicho, y en el libro me extiendo ampliamente, que se trató de un crimen legal, pero que de ningún modo murieron por la libertad, como pretenden los falsarios, sino por el stalinismo, con alguna posible excepción. Las dos cosas, el crimen legal y el stalinismo, son hechos irrebatibles.
Lo que importa aquí es el recurso de esta gente a la justicia para ponerla al servicio de la mentira, como en otro tiempo se la quiso poner al servicio de la corrupción. Cuando la ola de robos del felipismo salió a la luz, el PSOE trató de impedirlo mediante una “ley anti difamación”, que permitiría perseguir a quienes denunciaran los hechos, y calumniando como “sindicato del crimen” a quienes defendían la democracia. La maniobra fracasó, por fortuna, pues habría convertido a España en un Méjico del PRI, viejo modelo para esta gente. Ahora salen por los mismos registros con la querella pro terrorista y contra la libertad de expresión puesta a Alcaraz y con estas intimidaciones contra mí, una vez les ha fallado su apelación a la censura. La justicia al servicio de la mentira, nada menos.
Importa mucho que todos los ciudadanos demócratas perciban con claridad el peligro que nos acecha y lo neutralicen, porque el proceso de destrucción de la Constitución avanza cada día.
Ruego a mis lectores divulguen en lo posible mi artículo de hoy en LD: "La importancia de la verdad"
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Trece rosas
“El 3 de agosto tuvo lugar el consejo de guerra contra 57 miembros de la JSU, entre ellos 14 chicas, varias de ellas menores de edad. A todos se les acusaba, por la mera pertenencia al grupo, de adhesión a la rebelión e inductores del triple asesinato anterior (un teniente coronel, su hija adolescente y su chófer) y de relación con el plan de atentado contra Franco. La vista concluyó con 56 penas de muerte, librándose solo una de las muchachas. En ninguna otra causa llegó a haber, ni de lejos, una proporción femenina tan alta.
Se conservan varias desgarradoras cartas de adiós de las chicas. Dionisia Manzanero, de veinte años, antigua miliciana, escribía a su familia: “No os apuréis, conservar la serenidad y la firmeza (…), que no os ahoguen las lágrimas, a mí no me tiembla la mano al escribir. Estoy serena y firme hasta el último momento. Pero tened en cuenta que no muero por criminal ni por ladrona, sino por una idea (…) Nada más, no tener remordimiento y no perder la serenidad, que la vida es muy bonita y por todos los medios hay que conservarla (…) Muchos besos y abrazos de vuestra hija y hermana que muere inocente. Queridísimo hermanillo: recibe muchos besos de tu hermana, que en estos momentos pierde la vida, pero no te preocupes, yo tengo tranquilidad. Tú tienes diez años y te queda mucho por vivir y ver, por esto sé que no debéis sufrir, y tú menos. Me vengarás algún día, cuando tú te enteres por qué muere tu hermana. Cuídate mucho, cariño, recibe besos de tu hermana con todo el corazón. Salud”
Otra joven sentenciada, Julia Conesa, de diecinueve años, se despedía: “Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Cuidar a mi madre. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar (…) Que mi nombre no se borre en la historia”.
La ejecución se realizó sólo dos días más tarde, el 5 de agosto, sin esperar el preceptivo “enterado” o el posible indulto de Franco. Primero cayeron ante el pelotón los hombres y después once de las mujeres (otras dos, más adelante), y al día siguiente los autores materiales del atentado de la carretera de Extremadura. Un texto oficial de obligada publicación explicaba: “(…) Todo esfuerzo contra este país puesto en pie a través de horribles sacrificios; todo esfuerzo, queremos decir, encaminado a perpetuar los hábitos de la criminalidad política, será perfectamente baldío, porque apenas se haya producido quedará inexorablemente aplastado (…) Terrible ha sido el fallo; terribles son siempre, en nombre de los más altos principios, los fallos de Dios y los de una Patria que de verdad quiere existir, digna de su nombre y de su Historia. Nadie albergue duda sobre estas materias. Cada vez que se produzca un hecho semejante al de la carretera de Extremadura, la decisión de la Justicia, según el sentimiento y la razón del nuevo Estado, será tan implacable como en esta ocasión. Porque hay un propósito resuelto, que es éste: nadie, y por ningún motivo, podrá volvernos a la tragedia y al espanto que exigieron una guerra libertadora de tres años”.
Las mujeres fusiladas serían recordadas posteriormente como “Las trece rosas”. En 1988 se colocó una placa en el lugar de su muerte: “Las jóvenes llamadas “LAS TRECE ROSAS” dieron aquí su vida por la libertad y por la democracia”. Las últimas palabras no dejan de banalizar la tragedia con su falsedad evidente. A menos que el stalinismo represente la libertad y la democracia para los autores del texto. (Saco la mayor parte de los datos del libro Trece rosas rojas, de Carlos Fonseca, bastante bien documentado a pesar de su estilo folletinesco y propagandístico)"
(En "Años de hierro")
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Haciendo memoria
"Por qué tengo razón en todo". Editorial Melusina. Barcelona, 2007. La cita es del artículo que da título al libro y que se publicó en forma de carta en 1974 en el anuario "The Socialist Register" como respuesta a la carta abierta de 100 páginas dirigida a Leszek Kolakoswski, escrita por Edward Thompson y publicada en el número anterior (1973).Título de la respuesta: "My Correct Views on Everything".
"Te enorgulleces de no ir de vacaciones a España por razones políticas. Yo, un hombre carentede principios, he estado allí dos veces. Me sabe mal decirlo, pero aquel régimen, sin duda opresory antidemocrático, ofrece a sus ciudadanos más libertad que cualquier país socialista (tal vez excepto Yugoslavia). Al decirlo, no siento ningún tipo de Schadenfreude, sino vergüenza, porque aún recuerdo el dramatismo de la guerra civil española. Los españoles tienen las fronteras abiertas ( no importa por qué motivo, que en este caso son los treinta millones de turistas que cada año visitan el país), y ningún régimen totalitario puede funcionar con las fronteras abiertas.
Los españoles no tienen censura previa, allí la censura interviene después de la publicación del libro ( se publicó un libro que a continuación fue confiscado, pero entretanto se habían vendidomil ejemplares; ya nos gustaría tener en Polonia tales limitaciones), En las librerías españolas pueden comprarse las obras de Marx, Trotsky,Freud, Marcuse, etcétera. Igual que nosotros, los españoles no tienen elecciones ni partidos políticos legales pero, a diferencia de nosotros, disfrutan de muchas organizaciones independientes del Estado y del partido gobernante. Y viven en un país soberano."
¿Recuerdan ustedes el episodio Solzhenitsin?
Solo tres observaciones a Kolakowski: En la España de Franco había sin duda más libertad que en la Yugoslavia de Tito; la razón de la apertura de fronteras no era el turismo: las fronteras siempre estuvieron abiertas, excepto en los períodos en que las cerraron a España los franceses y otros; España era, desde luego, un país soberano, bastante más que ahora mismo.

http://www.libertaddigital.com/bitacora/piomoa/

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