lunes 5 de noviembre de 2007
Pakistán, al rojo vivo
LA declaración del estado de emergencia en Pakistán representa la lamentable confirmación de los peores presagios. Si las cosas estaban mal, o muy mal, el paso que ha dado el general Musharraf es una apuesta que difícilmente resolverá los problemas de fondo de su país y que, por el contrario, puede llevar a Pakistán a una situación apocalíptica. El general-presidente, del que no se puede olvidar que llegó al cargo a través de un golpe de Estado, ha considerado que ante la compleja situación que tenía que afrontar -agravada por la intensificación de los ataques terroristas, una insurrección de grupos vinculados a los talibanes en la frontera con Afganistán y el acoso implacable de la oposición política y de los jueces- no tenía otra salida que dar este paso, cuya primera consecuencia ha sido la suspensión del proceso electoral que debía haber tenido lugar el próximo mes de enero. Es evidente que Musharraf se ha visto ante la disyuntiva de elegir entre lo malo y lo peor, y ha elegido lo segundo, puesto que utilizar medidas extraordinarias o ilegales para luchar contra el terrorismo no hace más que vestir de justificaciones a los criminales.
La situación que vive Pakistán -país que cuenta con arsenal nuclear- es potencialmente tan peligrosa como la crisis que se avecina con Irán y sus proyectos atómicos. Con la OTAN empantanada en Afganistán, cualquier situación incontrolada en Pakistán podría desembocar en un escenario extremadamente comprometido para todos.
Es ahora cuando se ponen de manifiesto las consecuencias de tantos años de confusión e incluso de miopía deliberada ante lo que estaba pasando allí: durante demasiado tiempo, las autoridades paquistaníes, y especialmente sus poderosos servicios secretos, han estado jugando con fuego a cuenta de la situación política en esta parte del mundo. Sus coqueteos con los talibanes y sus aliados, su empeño por no destruir del todo las fuentes doctrinales del terrorismo islámico -millones de jóvenes musulmanes de todo el mundo han pasado por las escuelas coránicas de Pakistán antes de dar el paso de coger las armas en Afganistán- y por hacer exactamente lo contrario de lo que el sentido común y la comunidad internacional estaban pidiendo tenía un precio que ahora puede que tengamos que pagar con intereses atrasados. Musharraf debería reconsiderar su decisión cuanto antes, volver a poner al país en el camino de la democracia y buscar la vía pacífica de los cambios, mientras que todos los demás actores políticos -incluyendo a la ex primera ministra Benazir Buto- harían bien en aportar sensatez y sosiego a la crisis en vez de arrojar más gasolina al fuego.
http://www.abc.es/20071105/opinion-editorial/pakistan-rojo-vivo_200711050246.html
domingo, noviembre 04, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario