viernes 16 de noviembre de 2007
Marín, otra víctima de Zapatero
EL presidente del Congreso de los Diputados, el socialista Manuel Marín, ha anunciado su adiós definitivo a la política. A sus 58 años, con seis legislaturas a sus espaldas como diputado y con una destacada trayectoria en Europa, donde llegó a ocupar la vicepresidencia de la Comisión, Marín ha declinado encabezar la lista por Ciudad Real para los comicios de marzo. Una vez que haya concluido la legislatura, Marín se dedicará a la Universidad y a la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, en la despedida de Marín hay un poso de amargura. Independientemente de que, meses atrás, tuviese en mente no concurrir más en las listas del PSOE, y menos aún presidir el Congreso durante otra legislatura, lo cierto es que a Marín le ofendió la manera en que su partido filtró a la Prensa que José Bono iba a regresar a la política activa, y que Rodríguez Zapatero le reservaba la presidencia de la Cámara Baja en caso de ganar las elecciones. Para Marín, el exquisito cuidado de las formas, especialmente en todo lo relacionado con la dignidad del cargo que ostenta, siempre fue tan relevante como el propio respeto a la institución. Y Zapatero incumplió ese mínimo deber de cortesía. Es natural que en aquel momento Marín se sintiese desairado. Aunque por razones distintas a otros «históricos» del PSOE, el dato objetivo es que Marín, con Zapatero como secretario general, también pasará a nutrir la lista de «ilustres jubilados» fagocitados por su propio partido.
Marín no sólo dejará tras de sí una sólida trayectoria política, sino la presidencia del Congreso en una de las legislaturas más convulsas y tensas de la democracia. Siempre ha presumido de desempeñar su papel con el marchamo de independencia exigible a quien debe regir los destinos de la Cámara Baja, sus debates y sus trabajos. No obstante, no siempre lo ha conseguido. Probablemente por eso no haya contentado ni a unos ni a otros, aunque esto quizás sea más una virtud que un demérito en vista del enquistamiento político de los últimos cuatro años. Marín no ha escondido nunca sus discrepancias -muchas veces muy serias- con los distintos portavoces, incluidos los de su propio partido, antes Pérez Rubalcaba y ahora López Garrido, con quienes el tono de sus palabras no siempre ha sido suave. De hecho, Marín ha construido en torno a sí una imagen de autoridad, adornada con una forma muy personal de dirigir los debates, que no siempre agradó ni entre las filas socialistas ni entre las de los socios de Zapatero, a quienes ha impedido de modo reiterado el exceso de emplear las lenguas cooficiales en sus intervenciones. Y menos aún ha satisfecho a las bancadas del PP, a uno de cuyos diputados Marín llegó a expulsar del hemiciclo en una decisión inédita hasta entonces.
En el haber de Marín es reseñable su loable intento por dignificar la Cámara, por sosegar el tono de los debates, por que los políticos dieran ejemplo de civismo y por acercar el Congreso al ciudadano. En su debe, el fracaso de la necesaria reforma del Reglamento, en principio orientada a racionalizar el funcionamiento de la Cámara y para cuyo objetivo Marín no ha conseguido fomentar un consenso básico.
http://www.abc.es/20071116/opinion-editorial/marin-otra-victima-zapatero_200711160250.html
viernes, noviembre 16, 2007
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