lunes 5 de noviembre de 2007
La memoria histórica del 11-M
JAIME GONZÁLEZ
Duele escribirlo, pero la memoria histórica del 11-M no es más que un relato atroz de insidias construido sobre el dolor de las víctimas, desparramadas aún sobre las vías rotas de un país hecho jirones e incapaz de darles un poco de consuelo. Seguramente, los terroristas no esperaban tanto: no sólo se cobraron doscientas vidas, sino que quebraron de raíz los cimientos de una sociedad que en sólo cuatro días-del 11 al 14 de marzo del 2004- pasó de la más conmovedora unidad a la división más profunda, excitada hoy hasta el hartazgo y la náusea.
Duele escribirlo, pero aquí los muertos aún no descansan en paz, porque entre el jueves y el domingo de aquella semana negra hay levantado un puente bajo el que todavía fluye un río podrido de inquina y de vergüenza. Hay un hecho probado que se alza por encima de los hechos probados en la sentencia de la Audiencia Nacional: que la memoria de las víctimas ha sido devorada por el recuerdo del resultado de las urnas, y que así no hay manera de honrar a nuestros muertos.
ETA no estuvo en Madrid aquel 11 de marzo, pero, constatada judicialmente esta evidencia, habrá que constatar también que ETA debe de estar frotándose las manos, observando cómo se ha convertido en la principal prueba de cargo de una riña política mezquina e insoportable.
ETA no estuvo, y su ausencia fue utilizada por el PSOE para matar políticamente a su adversario, triturado al filo de las urnas por su propia impericia y el peso de las dudas sembradas por una izquierda desleal e irresponsable.
Desde aquel 14 de marzo, las víctimas del atentado pasaron a un segundo plano, condenadas a ocultarse para no morir de nuevo, esta vez bajo el fuego de los francotiradores del titular y la palabra envenenada.
Duele escribirlo, pero la memoria histórica del 11-M también está llena de tibios, rentistas y melifluos. A los que se quitaron del medio, a los que se pusieron de canto, a los que no fueron capaces de ponerse de pie y permitieron el cruce innoble de mentiras, otro hecho probado: no merecéis la pena.
De aquel 11 de marzo recuerdo el clamor mudo de la gente valiente y la dolorosa ternura de una joven herida que miraba a su héroe como si fuera su ángel de la guarda. Ella estaba tendida y él, mientras le acariciaba la frente, pedía ayuda en voz baja con ademán contenido, en un conmovedor gesto de respeto. Desconozco la suerte que pudo correr esa víctima anónima de mirada perdida, pero hoy el respeto ya no es el de entonces.
Yo no creo más que en la verdad de los muertos y en la probada maldad de los culpables. Creo -porque los vi-, en los ojos abiertos de aquella mujer malherida y en la mano firme del héroe que acarició sus sienes en mitad de un alarido de sirenas.
Dicen que buscan la «verdad», pero han envenenado el recuerdo y convertido el 11-M en un negocio siniestro. Aquel día de infamia encontró al menos consuelo en la respuesta admirable de un país entero en su desgracia, pero hoy la desgracia es comprobar cómo se las gastan los que, perdida la razón, buscan «cerebros». ¡Qué tremendo sarcasmo!
Duele escribirlo, pero desparramadas aún sobre las vías rotas de un país hecho jirones, las víctimas aguardan el momento en que puedan descansar. Algún día lo harán, pero entretanto no queda más remedio que apuntar con la palabra y tratar de convencer en voz baja de que hay «verdades» que matan.
http://www.abc.es/20071105/opinion-firmas/memoria-historica_200711050246.html
lunes, noviembre 05, 2007
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