jueves 1 de noviembre de 2007
La sentencia, los conspiradores y el PP Germán Yanke
La sentencia de la Audiencia Nacional, resumida por el presidente de la Sala en acto público, es contundente y seria. Contundente por sus términos y condenas, seria porque —como no podía ser de otra manera— condena basándose en pruebas y hechos acreditados y absuelve a aquellos a los que no puede probar las acusaciones.
Tiene, además, algunos elementos fundamentales para enfrentarse no sólo a las alegaciones de las defensas, sino a las acusaciones, especulaciones, elucubraciones y falsedades que se han esgrimido en el debate público en torno a la investigación, la instrucción y el juicio. Destaco brevemente algunos de ellos. El tribunal no considera que se haya producido indefensión alguna por el secreto del sumario. Asimismo, señala que el argumento de la falta de autopsia de los suicidados en Leganés —se habla lógicamente así, de suicidados— es “falaz”. En este contexto, se puede leer que no hay “duda racional” sobre lo ocurrido en el piso de esa población madrileña. Añade que las dudas puestas sobre el tapete acerca de la bolsa de deportes o mochila explosionada en el Parque Azorín adolecen de contradicciones y que la prueba es auténtica. Aclara además que el “extravagante periplo” de los objetos carece de efectos jurídicos relevantes. No está mal, la verdad, para tanta conspiración puesta en circulación y tanta teoría alejada de los hechos y los procedimientos judiciales.
Pero hay dos elementos en la sentencia que merecen consideración aparte. Según el tribunal, la “teoría alternativa” de la participación de ETA en los atentados no se puede sostener porque no hay “ninguna prueba” que la avale. No dice, por tanto, que no se haya investigado, que ha sido un latiguillo constante de algunos medios y algunos políticos del PP, sino que no hay ninguna prueba tras analizar testimonios y hasta nueve informes puestos de manifiesto en el juicio. En segundo lugar, desmonta, como no podía ser de otro modo, la afirmación, también reiterada, de que los expertos coincidían en que “no se sabe lo que estalló en Madrid”. En lo que los peritos coincidían es en que no se puede establecer la “marca comercial” de la dinamita, pero no en que, como acredita la sentencia, era dinamita procedente de la mina Conchita, trasegada y adquirida en Asturias, transportada a Madrid por algunos de los acusados y condenados y utilizada en este bárbaro atentado del terrorismo islamista. Aún más, la sentencia define muy bien cuál es el procedimiento por el que se ha querido descalificar la investigación y la instrucción: se toma un hecho, se descontextualiza haciéndole perder su verdadero significado o estableciendo consecuencias falsas, se hace depender todo el proceso de ese hecho y se pone en cuestión la investigación. Nada que añadir porque nada hay más claro para callar a los “conspirativos” convertidos en conspiradores.
Desde el punto de vista político, no se puede obviar que esta última actitud no ha sido sólo la de algunos medios, periodistas, investigadores aficionados o fantasiosos. Ha sido la de una parte del PP, en la que están algunos de sus dirigentes, y ante la cual otro sector del PP no ha querido desmarcarse clara y contundentemente. Por simplificar, si todo lo que ha dicho estos años el señor Zaplana, intervenciones parlamentarias incluidas, tuviera alguna verosimilitud para el señor Rajoy, no se entendería que este último no lo hubiera convertido en asunto principal de sus interpelaciones, discursos en debates sobre el estado de la nación, etc. Y si no lo ha hecho, porque no lo ha hecho, no se entiende que, antes o después, terminara diciéndoles al señor Zaplana y otros que ya estaba bien. Lo que tampoco ha hecho. La aparición del señor Acebes, un día antes de leerse la sentencia, diciendo que el PP nunca había avalado esas teorías “alternativas”, resulta, a estas alturas, un tanto patético.
Desconozco las razones por las que los que no se han mostrado conspiradores en la dirección del PP se han visto, por decirlo de algún modo, “atrapados” por los que sí lo han sido. Es más, lo desconozco y me pasma, porque, racionalmente, no tiene relación alguna con una primera valoración de los hechos en el momento de los atentados que luego fue desmentida por las investigaciones bajo la dirección precisamente de un Gobierno del PP, ni incluso con la lentitud, más allá de la intencionalidad de la misma, en cambiar definitivamente la inicial versión.
Me pasma aún más al escuchar a Mariano Rajoy, tras la lectura de la sentencia, que apoyará cualquier investigación sobre los “autores intelectuales” de los atentados. Es un comentario extemporáneo, a mi juicio, que bascula entre la intención de que se siga persiguiendo el terrorismo islamista y sus redes internacionales y la manifestación de una sensación de que, para decir lo que se ha dicho en la sentencia, falta algo. Podrá negarse, a la vista de la literalidad de sus palabras, este balanceo, pero me parece evidente en el contexto en el que se dice, y tras tanta intencionada tontería de algunos de sus compañeros de partido. Me parece no solamente evidente, me parece que, en esa teórica báscula, la impresión que deja se inclina hacia esta segunda opción. Una oportunidad más que pierde el PP para rectificar a los que les han venido metiendo en un monumental lío con el asunto del 11M.
http://www.estrelladigital.es/a1.asp?sec=opi&fech=01/11/2007&name=german
jueves, noviembre 01, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario