martes 2 de mayo de 2006
En memoria de Pla, 25 años después
Joan Pla
E N abril del 2004 publiqué aquí un artículo titulado “Pla y Carod Rovira”. Me refería al maestro Josep Pla, que en paz descanse y de cuya muerte se acaba de conmemorar el vigésimo quinto aniversario, el pasado domingo, 23 de abril. Para un servidor, jornalero impenitente de la Literatura, el único triunvirato vigente, que no “tripartito”, es el formado por los tres grandes maestros que pasaron a mejor vida en la primaveral fecha del 23 de abril: Cervantes, Shakespeare y Pla. Supongo que interesarán muy poco, dada la situación política en que nos encontramos, cuando lo que más apasiona y entretiene es el Estatuto catalán que jamás se ha leído y las merluzadas que, en torno a él, han dicho y han hecho los políticos, mis pequeñas divagaciones sobre un señor catalán que era bajito y de derechas, que llevaba boina y que, durante muchos años, lució el mismo abrigo gris. Me gusta la prosa castellana de Pla, más que la catalana y lo afirmo aquí, fundándome en el amor y en el conocimiento que tengo de las dos lenguas. A lo largo de esta última semana he leído algunos artículos referentes a Pla y he observado que, bastan pocos años, apenas veinticinco, para convertir el tópico en juicio definitivo y la leyenda en verdad irrefutable. Se dice que Josep Pla fue franquista, porque no criticó nunca a Franco y por haberse sometido a la censura franquista en todos y en cada uno de sus escritos. Incluso, durante los cinco primeros años de la Democracia, hubo ciertas reticencias por parte del gobierno de Pujol, que no acababa de aprobar con unánime entusiasmo lo de concederle a Pla la medalla de oro de la Generalidad de Cataluña. Al fin, cinco años después de la muerte de Franco, el escritor de Palafrugell pudo irse al otro mundo condecorado en oro, cosa que nunca hubiese sucedido en los cuarenta años anteriores. En el libro "Qui és qui a les lletres catalanes" esperaba encontrarme a su lado, pero me di cuenta al abrirlo de que ese “quien es quien…” sólo consiste en un "repertori d´autors vivents" y él, desventuradamente, ya no es un autor viviente. A mi vera figura otro Joan Pla, ocho años más joven que yo, que nació en Artana de la Plana Baixa y que es maestro de escuela, autor de un libro que se titula "No fiqueu llorers sobre el meu nom". Lo mismo digo: que nadie ponga laureles sobre mi apellido y que queden todos para él que fue nuestro maestro y nuestro pionero en la noble causa de escribir en catalán y en castellano indistintamente y con idéntica pasión filológica. Por la defensa constante de sus orígenes y raíces catalanas ha alcanzado Josep Pla la universalidad. Pensé en Pla, cuando le dieron el premio Nobel de Literatura a la norteamericana Morrison y estoy seguro de que el motivo no fue otro que el de su apasionada defensa de sus orígenes y raíces. La Morrison ha amado apasionadamente a la gente de su pueblo y de su raza. Ha escrito como nadie acerca de las mujeres negras y de los hombres negros en América, ella que es negra y de raíz africana. García Márquez ha escrito como nadie de los colombianos de Macondo y Josep Pla de los catalanes del Ampurdán. Por eso, sus libros interesan y apasionan a los blancos, a los amarillos, a los aceitunados y a los cobrizos de todo el mundo. Por eso, por la defensa y exposición de su singularidad, su obra es universal. Así era en un principio y así será siempre. Estar a pie de obra sólo significa estar en el lugar natural de cada cual. Esa es tu gran lección que, por esta vez, no se me quedará en el tintero. Cuando Pla aprende de Cervantes y dice que es “catalán de nación” no quiere decir que Cataluña es una nación, sino que es “catalán de nacimiento”. Yo, pobre de mi, también soy mallorquín de nación, mucho antes de que Jaume Matas, de acuerdo con el PSOE balear, emprendiese la reforma de nuestro Estatuto.
lunes, mayo 01, 2006
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