lunes, mayo 29, 2006

El esperpento nacional

lunes 29 de mayo de 20006
El esperpento nacional
José Meléndez
E L eslogan “Spain is different”, acuñado por el ministro Sánchez Bella en los años setenta, y que funcionó, porque trajo a España muchos millones de turistas extranjeros que apuntalaron con sus divisas el resurgir de la economía española, sigue teniendo vigencia ahora, cuarenta años después, aplicado al momento político que estamos viviendo y que representa la más acabada e increíble descripción del absurdo. Cundo el genio de don Ramón del Valle-Inclán concibió los “esperpentos” y llevó al teatro unos personajes que se desenvolvían en las más increíbles y sorprendentes situaciones, trazadas con hiriente colorido, no podía imaginar que terminarían retratando a una España que él intentó estilizar y adornar en su inacabado proyecto de “El Ruedo Ibérico”. Porque lo que está ocurriendo en España en los dos años de vida del gobierno socialista, supera con creces las grotescas peripecias de los personajes de “Los cuernos de Don Friolera” o “El terno del difunto”. La representación esperpéntica comienza con la victoria por los pelos –o por un puñado de votos- del PSOE sobre el favorito PP, pero insuficiente para gobernar, por lo que se produce el Pacto del Tinell, la alianza más antinatural de nuestra historia contemporánea porque unía al partido gobernante de una monarquía parlamentaria con un partido republicano e independista, con el apoyo oportunista de Izquierda Unida, -que siempre está al acecho de las sobras-, y cuyo pacto contiene la promesa del PSOE de no llegar nunca a acuerdos con el PP. Y así, con una red secreta de promesas y concesiones al resto de los grupos políticos, que nunca fueron hechas públicas, pero que poco a poco van saliendo a la luz, consiguió José Luis Rodríguez Zapatero llegar a la Moncloa y construir una mayoría parlamentaria cuya solidez se ha puesto de relieve y hace a nuestro presidente sentir y actuar como si de verdad hubiera logrado una amplia mayoría absoluta el l4 de marzo del 2.004. Por eso se ha creído capacitado para cambiar la España democrática y pujante que surgió en 1,978 por otra que ni él mismo sabe lo que va a terminar siendo. Alfonso Guerra –el “enfant terrible” de los años ochenta- afirmó que los socialistas iban a dejar España que no la conocería ni la madre que la parió, pero ha sido perfectamente reconocible en los últimos treinta años como una nación socialmente estable, económicamente solvente y territorialmente cohesionada, que alcanzó un notable peso específico en el plano internacional gracias a los gobiernos anterior del anterior y anterior, léase de Felipe González y José María Aznar, porque notarán ustedes que de un tiempo a esta parte ni Zapatero ni sus repetidores acústicos mencionan esos nombres para nada, a pesar de que no pierden ocasión cuando dan a conocer algún logro propio para compararlo con la mala gestión del “gobierno anterior”. Si el Pacto del Tinell fue el arranque del esperpento, su desarrollo ha sido su apoteosis porque Zapatero se ha visto envuelto en esa oscura y pringosa red de demandas, amenazas y desplantes que los nacionalismos radicales tejen en cuanto ven una oportunidad de alimentar su insaciable voracidad petitoria. El control energético para Cataluña, con el traslado de la Comisión Nacional de Energía a Barcelona y la Opa hostil de la Caixa-Gas Natural sobre Endesa, -con el varapalo posterior de la Comisión Europea al gobierno español por su favoritismo- el traslado de los papeles del Archivo de Salamanca y, sobre todo, el bodrio del Estatuto, de cuya tramitación y resultados huelga hablar por sobradamente conocidos y que ahora resulta que no le gusta a nadie más que a Pascual Maragall, el “tentetieso” de la política catalana porque, a semejanza del juguete para niños, no se cae por más empujones que le den, hasta que el niño se harta y lo estrella contra el suelo. Si el sentido común impera en esa masa amorfa y, en cierto modo, impredecible, que es el electorado, a Zapatero puede costarle muy cara su apuesta personal por el Estatuto, que significa para él el primer paso hacia esa España federal y republicana que tiene en la cabeza. Por eso prometió apoyar lo que saliera del Parlamento autonómico catalán y cuando salió un disparate, trabajó con denuedo hasta esa tarde-noche de cigarrillos en la Moncloa, mano a mano con Artur Mas, que provocó los celos de Esquerra Republicana. Y aquí el esperpento es indescriptible. Carod Rovira, el que pactó en Perpiñán con ETA para que no matara en Barcelona –las nucas del resto de los españoles seguían a disposición de los asesinos- apoyó primero el no al Estatuto en el referéndum del 18 de junio, como el consejero de la Generalitat, Joan Carretero y Xavier Vendrell; pero su número dos Joan Puigcercós, apoyó el sí. Después de muchas vacilaciones, la dirección de ERC acordó el voto nulo, hasta que las bases, importantes en un partido asambleario, han impuesto el no definitivo. Esto ha llevado a una situación alucinante, en la que los republicanos de ERC, en el gobierno tripartito, y el Partido Popular, en la oposición votarán, juntos el no en el referéndum, mientras que el PSC, en el gobierno, y Convergencia i Unió en la oposición, lo harán también juntos, pero en el sí. Entre medias, Pascual Maragall llevó a cabo una reestructuración de su gobierno, prescindiendo de Carretero –que había calificado el Estatuto como una tomadura de pelo- pero tuvo que aceptar a Xavier Vendrell, el recaudador de fondos con cartas amenazantes a los funcionarios de la Generalitat, con sospechas de haber pertenecido a Terra Lliure y contrario declarado del texto estatutario. Y la situación es la siguiente: el que tiene que velar por el desarrollo del referéndum es precisamente Vendrell en su calidad de consejero de Interior, que es como encargar a un zorro de cuidar del orden en el gallinero. Y tanto Carod Rovira como Puigcercós o Carretero, tras su pintoresco viaje del sí al no pasando por todo lo contrario, afirman resueltamente que no ven razón para dejar el tripartito que gobierna a Cataluña y siguen poniendo palos en las ruedas del mayor proyecto del gobierno al que pertenecen y hasta se permiten invitar a los que no se sientan cómodos en él a dejar los sillones del poder e irse. Mientras tanto, Pascual Maragall define el Estatuto como “un pacto entre las soberanías catalana y española” y, hasta cierto punto, lleva razón porque Zapatero ha permitido que, por mucho que quiera disfrazar los hechos y su vicepresidenta Fernández de la Vega se estruje la mollera, el susodicho Estatuto es una Constitución o, por lo menos, el germen de ella, que choca con la Constitución española y que comienza a extenderse por España como una indeseable metástasis. Algo huele a podrido en Cataluña desde hace tiempo, pero el control que la Generalitat ejerce sobre los medios de comunicación catalanes es tan fuerte que envuelve en un manto de silencio escándalos del calibre de la denuncia del propio Maragall, acusando a CiU de cobrar el 3 por ciento de comisión por la adjudicación de obras públicas cuando estaba en el gobierno o el hundimiento del barrio del Carmelo, que todavía tiene sin vivienda a decenas de familias. No acaba aquí el esperpento. Aparte de la obediente claudicación de los socialistas que se opusieron al disparate, como Alfonso Guerra y José Bono, que terminaron votando que sí en el Parlamento y del envío al Vaticano del ex alcalde de La Coruña, Francisco Vázquez, para que el agua bendita le cure la urticaria que le producía el polémico texto y no pudiera votar en el Senado, la dirección del PSC le acaba de cortar nuevamente las alas a Maragall en su intento de convocar elecciones anticipadas, de acuerdo con Carod Rovira. Estos dos líderes desprestigiados, que ignoran por completo lo que es la moral y la ética en política, habían planeado una huida hacia delante con las elecciones anticipadas, convirtiendo así el referéndum estatutario en un plebiscito sobre su permanencia en el tripartito, mientras Artur Mas hace equilibrios en la oposición para tratar de frenar a sus bases y no sabe que hacer para tratar de mantenerse en la carrera por ver quien es más nacionalista. Si ustedes creen que las situaciones esperpénticas acaban aquí, están muy equivocados. Desayunamos, comemos y cenamos con Arnaldo Otegui y Batasuna en los periódicos, las noticias de radio y los telediarios, a pesar de que Batasuna sigue ilegalizada -¿por cuánto tiempo?- y Otegui colecciona sentencias de cárcel, mientras Rodríguez Zapatero se encuentra en “fase de verificación de la observancia de la tregua de ETA”. A pesar de las bombas de Baragain y Guecho y de las cartas de extorsión a empresarios navarros y vascos, que el gobierno de Zapatero califica como “accidentes”, el mal llamado “proceso de paz” sigue adelante porque para Zapatero lo importante es saber si esos atentados han sido ordenados por Josu Ternera o no, que es tanto como determinar la prioridad entre el huevo y la gallina. Y otro líder político fracasado en sus aspiraciones y puenteado sin miramientos como es Juan José Ibarreche, sigue clamando por la legalización de Batasuna para agarrarse a algo, mientras el presidente del PNV, Josu Jon Imaz le siega la hierba con secretos tanteos en sentido contrario. En lo que las fuerzas nacionalistas vascas están de acuerdo es en seguir los pasos de Cataluña y convertir al País Vasco, junto a Navarra y las provincias vascofrancesas en otra nación, sin que Zapatero haya salido claramente en defensa de Navarra y el Partido Socialista Navarro se abstuviera en una declaración institucional del Parlamento de Pamplona en defensa de los derechos forales navarros. Este “proceso de paz” donde nunca hubo guerra, sino una obcecada contumacia de unos fanáticos asesinos que llevan cuatro décadas matando para imponer sus ideas, es otra apuesta personal de Zapatero, por si le falla la de Cataluña. Lo malo para él es que le fallen las dos. Y como ya se ha abierto la puerta de las reivindicaciones identitarias, que amenazan con dejar a España reducida a una nación que limite al norte con la sierra de Navacerrada, al este con Tarancón, al oeste con San Martín de Valdeiglesias y al sur con Aranjuez, acaba de proclamarse “realidad nacional” la Andalucía de Manuel Chaves, el presidente del PSOE que criticó duramente a los nacionalistas catalanes hasta que ha terminado por doblar la cerviz, llevándose a cambio algo para casa, mientras otras cuantas autonomías anuncian que harán lo mismo. Y todavía no han terminado los esperpentos. El flamante presidente de Bolivia, Evo Morales, que vino a la Moncloa con su combo y su cabellera que haría las delicias de un peluquero, para anticiparle a Zapatero lo que acaba de hacer, sin que éste se lo creyera a juzgar por las declaraciones que hizo en su momento, ha nacionalizado los hidrocarburos de su país sin que nuestro presidente haya sabido reaccionar ante una medida que lesiona gravemente los intereses de importantes empresas españolas. Los presidentes de Brasil y Argentina no tardaron 48 horas en tomar un avión y afrontar el problema. El brasileño Lula suspendió las inversiones en Bolivia y ha obligado a Evo a negociar, mientras Zapatero dice que todo está bajo control, porque envió a La Paz una delegación de segundo nivel que no consiguió nada y anuncia que seguirá con el plan de ayudas económicas a Bolivia. Y nos quedan los plátanos. Los plátanos son el alimento preferido de los simios que ahora van a tener sus derechos reconocidos en las Cortes Generales de España porque el PSOE ha anunciado que respaldará el Proyecto Gran Simio, que es una solemne estupidez iniciada por un grupo de pseudointelectuales como Jane Goodall o Joaquín Araujo (Diane Fossey no figura entre ellos porque se la comieron los gorilas que tanto defendió) y acogida, -no podía ser por otro- por Gaspar Llamazares. O sea, una Declaración Universal de los Derechos del Mono que, por lo visto, son más importantes que los de tantas personas como se mueren de hambre o son salvajemente explotadas y tantas a los que no las permite nacer por las prácticas abortivas. Pero a Tita Cervera parece que se le ha despertado la vena de novia de Tarzan (antes de ser baronesa Thyssen estuvo casada con Lex Barker, mediocre émulo en la pantalla del mítico Johnny Weissmuller) y ha irrumpido en la polémica de los plátanos del Paseo del Prado como si hubiera un gorila recostado en cada tronco, arropada por una marea de ecologistas progres y, naturalmente, por Izquierda Unida. Todos y cada uno de los que la jalearon en el Salón del Prado hubieran querido despellejarla por baronesa y capitalista, como también podría afirmarse que a muchos de ellos los plátanos del Prado les importan un rábano, pero los intereses mandan y ahora venía muy bien agitar a la baronesa con el mismo fervor que a las banderas republicanas. Después de la parida con el Estatuto del Mono, Llamazares –este hombre es inagotable en la producción de tonterías- ha soltado otra al pedir que la fecha del l8 de Julio sea considerada Día del Antifranquismo, pero no exige también la desaparición de la paga extraordinaria instituida por el régimen franquista para conmemorar el acontecimiento. Faltaría más. No sería de extrañar que, a este tenor, los gitanos demanden que el 12 de Octubre sea considerado Día de la Raza Calé, una aspiración que hace ya muchos años un gitano trasladó al humorista Álvaro de la Iglesia. El esperpento en estado puro.

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