martes 30 de mayo de 2006
Salomón y el Reino de las Autonomías
Miguel Ángel Loma
Q UIENES estudiamos Historia Sagrada en nuestros años escolares, conocemos sobradamente un episodio comúnmente conocido como decisión salomónica o juicio de Salomón. Para quienes han tenido la suerte de disfrutar desde hace años la liberadora educación progresista y sólo conocen de aquella parte de la Historia, lo que cuenta el Código da Vinci y obras de enjundia intelectual similar, recordaré el hecho recogido en el Primer Libro de los Reyes. Ante el rey Salomón se presentaron dos mujeres disputándose la maternidad de un bebé. Como entonces no había CSI ni nada parecido, para dirimir la cuestión el sabio rey ordenó que le trajeran una espada, que partieran en dos al niño y que dieran la mitad a cada una. Al oír la tremenda sentencia, una de las mujeres, conmovida en sus entrañas, renunció a su pretensión y suplicó al rey que entregaran el niño a la otra, pero que no lo mataran; mientras la otra decía: «Que no sea ni para ti ni para mí; que lo partan». Tras ambas reacciones Salomón comprendió que la mujer que renunciaba a la partición era la auténtica madre del bebé, y ordenó: «Dad a la primera el niño vivo; no lo matéis. Ella es su madre». Por esas extrañas asociaciones mentales, muchas de las actitudes partidistas que se manifiestan en los actuales procesos de reformas de Estatutos de Autonomía, me recuerdan aquel episodio salomónico, aunque aquí son los supuestos hijos quienes se disputan, no tanto a la madre, sino su patrimonio. Salomón se encontraría con el problema de que si sentenciara el descuartizamiento de la madre para satisfacer las reclamaciones de los supuestos hijos, casi todos consentirían en acceder a su muerte. Lo más probable es que Salomón concluyera que ninguno de ellos eran los auténticos hijos, dejaría viva a la madre y utilizaría la espada contra los hijos. Pero que nadie se inquiete; no contamos con ningún rey Salomón.
lunes, mayo 29, 2006
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