lunes 29 de mayo de 2006
El segundo gran error de Zapatero
José Meléndez
J OSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO no es creyente, pero practica el precepto bíblico de poner la otra mejilla, aunque sea sólo por no reconocer que le han dado la primera bofetada. Como es antifranquista, pero su gestión desprende aromas autoritarios del franquismo y tiende a la loa y el autobombo, como hacía el régimen por él denostado. Son las contradicciones de un personaje maniobrero y engañador, que no se para en nada para conseguir sus propósitos. Por eso no se cansa de recomendar paciencia y vaticinar que el “proceso de paz”, del que estamos en el inicio del principio del fin, será largo, duro y difícil, mientras que en los sótanos del poder acelera dicho “proceso” todo lo que puede y se traga sin pestañear los desplantes de la otra parte presumiblemente contratante. En estos dos meses desde que ETA anunció su tregua indefinida, tanto Zapatero como sus portavoces oficiales y oficiosos se han hartado de decirnos que la intención de los etarras es sincera, que el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba –otro personaje de inquietantes contornos- tiene en su poder tres informes de la Policía y los servicios de Inteligencia que acreditan que la observancia de la tregua por los asesinos es real y que el gobierno no pagará ningún precio político por la paz. Pero habría que dudar de la inteligencia de esos servicios, porque ETA le dio la primera bofetada al gobierno con los atentados de Barañaín y Guecho y el envío de cartas de extorsión a empresarios navarros y vascos y ahora le ha dado la segunda en una entrevista concedida por sus dirigentes al diario “Gara” en la que expone prolijamente sus condiciones para llegar a un acuerdo político que ponga fin “al proceso para solucionar el conflicto que mantiene con el Estado” y que cifra en tres objetivos imprescindibles e inalterables: la amnistía para sus presos y el escenario de autodeterminación y territorialidad para Euskal Herría. Esto es exactamente lo que ETA viene diciendo desde hace cuarenta años y planteó en sus numerosas treguas, que fracasaron porque los gobiernos democráticos de Adolfo Suárez, Felipe González y José María Aznar consideraron sus demandas inaceptables en un Estado de derecho. No hace falta ser un profeta, sino echar mano del sentido común y de esa memoria histórica, antes de que la falseen los que solo quieren recordar lo que les conviene, para saber que esta tregua seguirá el camino de las anteriores si el gobierno de España cumple con su deber y defiende sin titubeos la dignidad nacional y la de las víctimas de la barbarie asesina. Pero esta es la gran incógnita. ¿Está el gobierno español realmente dispuesto a defender el Estado de derecho y la memoria de las víctimas del terrorismo, a pesar de las continuadas afirmaciones que hace en ese sentido? Si analizamos detenidamente todas las reacciones, oficiales u oficiosas, que se han producido tras los nuevos desmanes de ETA y su desafiante entrevista en “Gara”, habrá que concluir, lamentablemente, que existe una predisposición oficial a la transigencia, en mayor o menor grado, a las demandas terroristas. Primero se negó las existencia de las cartas extorsionadoras, después se especuló sobre si eran o no anteriores a la tregua hasta que ahora los capitostes encapuchados han reconocido en la entrevista su existencia y el “legítimo derecho de la banda a recaudar dinero, porque la lucha de la liberación continúa originando necesidades, incluidas las económicas”. La reacción unánime del socialismo gobernante ante la descarada y alarmante entrevista se ha reducido a una calificación tan simplista como inquietante: “Se trata de conceptos para consumo interno”. Zapatero no ha dicho ni eso, porque hasta el momento de escribir este artículo no había dicho ni una palabra al respecto, dejando una vez más que la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega le sacara las castañas del fuego con la frase, repetida por sus correligionarios de que el gobierno no comenta posturas para el consumo interno y que no se pagará precio político alguno por la paz. Acto seguido se anuncia que Zapatero extenderá hasta julio la verificación del alto el fuego y, si es favorable, comienza a insinuarse que en el otoño podría legalizarse a Batasuna, en la creencia de que la presencia de la formación proetarra en las próximas elecciones municipales restaría votos a los nacionalistas del PNV y EA, lo cual sería tropezar por segunda vez en la misma piedra, habida cuenta de los resultados en las últimas elecciones autonómicas, en las que de nada sirvió consentir la presencia del fantasmagórico Partido Comunista de las Tierras Vascas en el Parlamento de Vitoria. Toda la gestión del gobierno de Zapatero en estos dos años es una concatenación de errores, en parte forzados por la imperiosa necesidad de apuntalar su estabilidad parlamentaria con socios no adecuados y, a veces, indeseables, y por el carácter sectario y rompedor con que Zapatero construye su edificio político. Pero entre estos errores –una ley de Educación extravagante y difusa, una política hidrológica en la que lo más destacado es precisamente su ausencia, unas leyes polémicas como la de los matrimonios homosexuales y el divorcio exprés, una política internacional que prácticamente ha reducido las amistades españolas en el exterior a los “compañeros” Fidel, Hugo y Evo, el del combo que después de cada entrevista de sonrisas y palmaditas con Zapatero expropia más empresas y bancos españoles, una ausencia total de medidas económicas preventivas de una crisis que cada vez está más cerca- hay dos que por su magnitud e importancia destacan sobre todos los demás: el Estatuto catalán y la negociación con ETA. Del primero han comenzado ya a sentirse las consecuencias y lo hemos comentado profusamente. Y del segundo, puede decirse ya, a juzgar por cómo empieza su desarrollo, que puede superar al error catalán –del que, en parte, es una consecuencia- por su impacto en lo que son las esencias de un Estado democrático y soberano. Ante las exigencias de la banda asesina no caben los juegos florales de tratar de mostrar una firmeza difuminada por eufemismos ni la aurora boreal de una vicepresidenta que se debate bravamente entre Vogue y la utopía. Este es el segundo gran error de Zapatero en su peligroso afán arquitectónico de construir una nueva España y veremos en lo que acaba. El gobierno actual tiene una decidida inclinación “made in Rubalcaba” de tapar sus estruendos con cortinas de humo. Puede que sea coincidencia, pero cuando se culminaba el desaguisado del Estatuto catalán, que había trascendido a la opinión pública más de lo deseado por sus inductores, surgió el escándalo de Marbella y el encarcelamiento de un montón de concejales y constructores, con la alcaldesa a la cabeza. Las bañeras pictóricas del tal Juan Antonio Roca y la estampa de las dos rubias ediles entre rejas pasaron a ocupar las mentes de los ciudadanos, ganadas por la salsa rosa de un escándalo que venía produciéndose desde hace más de quince años sin que el estamento oficial dijera una palabra. Y cuando se produjo el hecho insólito de la detención de dos militantes del PP por una supuesta agresión al ministro Bono, con su aditamento de falsedades, arbitrariedades y conductas ilegales que han terminado con sentencias de cárcel para tres policías, aparece el escándalo filatélico de los sellos que cualquier coleccionista aficionado asiduo a los domingos de la Plaza Mayor sabía que existía desde hace mucho tiempo. A este tenor y conforme se desarrolla el “proceso de paz” en el País Vasco, los consejeros de más de una gran empresa española estarán temblando por si les toca a ellos el ser la próxima cortina de humo. Así está la política en “estepaís”.
lunes, mayo 29, 2006
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