miercoles 31 de mayo de 2006
Debate sobre el estado de la Nación
El totalitarismo de Zapatero
Agapito Maestre
Zapatero no es un político sectario, sino un revolucionario, que exige otro tipo de oposición más contundente y decidida.
Rajoy se ha cansado de decir que Zapatero no tiene proyecto político. Se equivoca. Zapatero no tiene proyecto democrático, pero tiene, sin duda alguna, un terrible proyecto político, que lleva, por desgracia para los españoles, dos años funcionando con la colaboración de los nacionalistas y de ETA. Rajoy aún no se ha enterado de que Zapatero es el ejecutor de un diseño político totalitario de nuevo cuño, que cuenta ya con la colaboración de los terroristas de ETA. Mientras que no se percate de tal asunto, sus respuestas políticas no pasaran de las buenas intenciones democráticas. No es suficiente. Aquí estamos tratando con gente que está rompiendo la columna vertebral de la democracia. El sentido dictatorial de la política de Zapatero ha quedado claro y diáfano en su discurso sobre el estado de la Nación. Después de dejar sentado que no hablaría de ETA, o peor, que no hablaríande ETA, algo terrible para los intereses democráticos del PP, su mensaje fue sencillo: España puede funcionar sin oposición. El PSOE puede dirigir este país sin tener en cuenta para nada al PP. Más aún, el Gobierno no aceptará nada que venga de las filas del PP.
Día triste fue el del debate del estado de la Nación, entre otras razones, porque se hurtó a la ciudadanía la discusión del principal problema: la destrucción de la democracia a través de la negociación con ETA y la reforma de los Estatutos. Si a eso se le suma que Rajoy fue remiso y breve ante las maniobras de Zapatero para no explicar la negociación con ETA, es para sentir nostalgia de la genuina política, la democrática.
Zapatero demostró en sus intervenciones que no sólo pretende ocupar todo el espacio político, sino todo el tiempo de la discusión. Zapatero habló sin límite ni medida, habló por hablar hasta hacer fracasar la base de la genuina vida política: el sano sentido común. Es más que un sectario, representa la quintaesencia del nuevo político revolucionario. Estamos ante un totalitario postmoderno. Se trata simple y llanamente de reducir las reglas de la democracia a lo que se le antoje en cada momento. Si por la tarde Zapatero ocupó, o mejor, destrozó sencillamente el tiempo, por la mañana casi lo consumió en contarnos las medidas populistas (becas, subvenciones, bagatelas...) que ha adoptado, o adoptará, su Gobierno para que la población no se interese por la política. Una lectura premiosa de cifras y datos destinada a reducir la política, la vida democrática de España, a llenar la barriga de los insatisfechos fue la esencia del discurso de Zapatero. Ahí está sintetizada la concepción política del socialismo español. Es una versión singular de la política franquista. Todo es bueno menos aceptar que exista la oposición. Todo es admisible para Zapatero, para el Gobierno socialista, excepto aceptar que hay una opción política diferente, que representa a la mitad de la población, con la que es posible pactar. La oposición para Zapatero es un adorno. Él y los nacionalistas se bastan para determinar el presente y el futuro de España. La oposición, pues, tiene que tragar lo que impone el socialismo o a la caverna.
Además, por si no hubiera quedado claro que su objetivo es ocupar todo el espacio político, insistió con desfachatez revolucionaria, o sea antidemocrática, en que son necesarias "nuevas reglas institucionales". La vida política concebida como la posibilidad de alcanzar acuerdos, consensos y compromisos, con la oposición, o sea, con el PP para resolver problemas, ha sido definitivamente asesinada por Zapatero.
Por desgracia, el precio político pagado por Zapatero en su discurso fue mínimo: simular que entrega el gobierno de Cataluña a CiU, después de sacarle los colores a Piqué...Lo dicho, Zapatero no es un político sectario, sino un revolucionario, que exige otro tipo de oposición más contundente y decidida.
Gentileza de LD
martes, mayo 30, 2006
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