martes 2 de mayo de 2006
Crónicas políticas
Juan Urrutia
E STE es el primer capítulo de los tres que conforman Crónicas Políticas. Un compendio de los detalles más relevantes de la vida política de tres profesionales en la gestión de nuestros intereses o de los suyos. Voy a hablarles en esta ocasión de un hombre que resume perfectamente en su persona todo lo deplorable del nacionalismo: amiguismo, fanatismo, doble moral, victimismo y el deseo de convertir a todos los vascos en una fusión humana de pensamiento único. Este ser excepcional no es otro que el alcalde de Guecho, el ilustrísimo señor Iñaki Zarraoa. En Agosto del dos mil tres, las ediles del PP y PSE Marisa Arrúe y Gotzone Mora acudieron a su ayuntamiento, el de Guecho, para asistir a la recepción en honor de unos regatistas franceses. El alcalde que nos ocupa les gritó públicamente que no estaban invitadas, y, cuando ellas defendieron su derecho a estar allí, don Zarraoa las amenazó con enviar a la policía municipal si volvían a presentarse en algún acto organizado por la alcaldía. Tras tan cortés actuación dio la bienvenida a los regatistas vanagloriándose de la hospitalidad de su pueblo. Hay hechos que por su condición absurda nos hacen pensar que sólo son posibles en las películas o en las novela fantásticas. Uno sucedió en Julio del dos mil cuatro: Zabala Etxegaray, condenado por colaborar con el “comando Vizcaya” es contratado como ordenanza por el ayuntamiento regentado por el buen Zarraoa. Se ocupará además de la seguridad del mismo. Es evidente que el alcalde en cuestión no obraba de mala fe. Mi buen amigo Josu Goikoetxea, que lo conoce bien, contaba el otro día —mientras yo le daba una soberbia paliza pescando mojarras— que es un hombre de de una educación y honradez fuera de lo común: por su ausencia, claro. Llegamos al dos mil cinco. Haciendo gala de la educación y honradez de las que hablábamos antes, este individuo acusa a la policía municipal de abandonar a los ciudadanos ante la kale-borroka, que por aquellas fechas había conseguido dejar a Nerón como un simple aprendiz en eso de quemar ciudades. Era de suponer que ante tales imputaciones los sindicatos policiales respondieran al unísono. Y lo hicieron, informando a la ciudadanía de que su ausencia era motivada por… ¿no lo adivinaran?, Iñaki Zarraoa, el cual los mantuvo recluidos en la jefatura o patrullando por lugares absurdos donde el mayor peligro era pisar las deposiciones de algún incívico caniche. Ese mismo año tuvo la brillante idea de repartir insignias para identificar a los vascófonos, con objeto de que el español no fuera hablado innecesariamente. Es probable que, con el tiempo, a los no vasco-parlantes les sean tatuados números de identificación en el antebrazo. Hemos viajado en el tiempo y por fin estamos en el presente. En Enero del dos mil seis la fiscal jefe pide un informe aclaratorio de las irregularidades en la gestión de cierto ayuntamiento vizcaíno (ya supondrán cuál): el pago de facturas sin contrato previo. Hablamos de tres millones cuatrocientos mil euros para la recogida de basuras e incrementar, en más de un cincuenta por ciento, la diferencia entre el precio acordado y el abonado por varias obras. Véanse los accesos a la playa de Ereaga y a una urbanización en la zona de Usategui. Serían probablemente motivos, unidos a las actuaciones antes descritas, para que un partido político fusilase con heces de elefante a cualquiera de sus integrantes. A no ser, claro, que sea tan corrupto, sectario y fascista como el interfecto en cuestión. Tiene además este hombre una curiosa moral dentro de su inmoralidad. Prohibió la desnudez en las zonas nudistas de su municipio. Todos sabemos lo infinitamente más peligroso que es un señor tostándose los vericuetos que un terrorista. Ya durante su etapa de profesor en Azkorri, entraba presa de brutal histeria al recinto donde se estaba celebrando el baile escolar de turno y encendía las luces al grito de “¡¿qué estáis haciendo?!” Así se habla, que se empieza haciendo manitas y acaba uno siendo padre a los doce años, pagando una hipoteca a los catorce y para los veinticinco has vivido tan rápido que te mueres de extrema vejez. Lo hasta aquí relatado no es nuevo ni desconocido en el País Vasco, simplemente no se actúa y don Iñaki Zarraoa sigue campando a sus anchas por su Marbella particular.
lunes, mayo 01, 2006
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