martes 2 de mayo de 2006
¡Consejos para vivir mejor!
Félix Arbolí
V IVIMOS en un continuo estrés, una constante preocupación por arreglar nuestros absurdos problemas personales. No podemos detenernos a contemplar lo bello y hermoso que nos ofrece el vivir de cada día. Ni deleitarnos con esos pequeños placeres que, sin darnos cuenta, nos están ofreciendo las circunstancias de cada momento. Caminamos a toda prisa, sin detenernos en nuestra desenfrenada carrera hacia ninguna parte para poder sentarnos cómodos y admirar cuanto nos rodea y regala la madre Naturaleza. Vivimos y morimos sin sentir el placer de haber vivido. Cuando queremos recapacitar sobre la inutilidad de nuestras luchas e inquietudes, haciendo caso omiso a todo lo hermoso que hemos ido perdiéndonos en ese peregrinaje en que hemos convertido nuestra vida, ya es demasiado tarde. La edad, el paso implacable del tiempo, te impide realizar lo que antes despreciaste olímpicamente, cuando lo tenías a tu alcance, a tu entera disposición y creías equivocadamente que nunca a iban a faltarte las circunstancias y oportunidades de poder realizarlo. Los recuerdos ante tanto tiempo desperdiciado te atormentan, te atosigan y te hacen ver con la claridad que antes no consideraste, ni supiste aprovechar, que eres un barco a la deriva, sin un timón firme y seguro que te conduzca por las aguas procelosas o por las que serenas y onduladas se enlazan con los amaneceres anaranjados más allá del horizonte. ¡Cuánto tiempo perdido inútilmente!. “! Mi reino por un caballo”!, dijo Ricardo III, cuando se halló solo y descabalgado ante las tropas enemigas del conde de Richdmond, partidarias de Enrique Tudor, siendo derrotado y muerto en la batalla de Bosworth, ya que sin cabalgadura no pudo ponerse a salvo del enemigo victorioso. ¡Qué daríamos los que hemos pasado el umbral de los años de esperanzas y aspiraciones, por conseguir ese “caballo” que nos pueda hacer regresar, aunque sea brevemente, a esa juventud que tanto añoramos y le envidiamos a los que la poseen!. Todo lo expuesto anteriormente, me ha estado fastidiando y machacando cada día de mi veterana existencia y me hacía insensible y falto de interés a todo cuanto me rodeaba. Pasaban los días, semanas, meses y años, con una lentitud monótona y pesada, sin que me preocupara otra cosa que dejar transcurrir el tiempo que aún me quedaba sin complicaciones, ni emociones. Dejándome arrastrar por la cómoda corriente de la desidia y la inactividad. Indiferente a todo cuanto me rodeaba. ¿Para qué esforzarme si ya no había meta que cubrir, ni tiempo para intentarlo? ¡Qué idiotez más grande estaba cometiendo!. Fue necesario un serio percance en mi salud y un contacto bastante directo con el Más Allá, para que me diera cuenta, (pasada la tormenta y aclarado el horizonte), de mi errónea manera de enfocar el día a día. Lo que me ofreció la orientación precisa y necesaria para cortar radicalmente con mi grisácea existencia cotidiana y tomar la acertada determinación de cambiar por completo el rumbo de mi nave vital. Desde entonces, no me importan los años, las limitaciones físicas, ni la certeza de que mi estancia en este mundo pueda extinguirse en cualquier momento. Vivo al día y para cada día, sin importarme el pasado, que ya solo es recuerdo y a veces nostalgia, ni inquietarme el futuro al que intento y hasta milagrosamente consigo hacerlo aparecer como lejano y dilatado. Disfruto del presente como si fuera lo único que de verdad deba interesarme. ¡Y me va de maravillas!. Nada más superar la peligrosa zancadilla que me dio el corazón y otras graves complicaciones, que estuvieron a punto de borrarme del censo de los votantes, me dispuse a reflexionar sobre lo que había sido mi vida hasta ese instante. (Aunque en mi caso particular que figure o no en ese censo no es nada problemático, ya que no me acerco a dar mi voto y confianza a ninguno de los que se han presentado en las últimas convocatorias y me figuro que no seré la excepción, al no hallar en las diversas listas la persona adecuada para encauzar y enderezar una España tan combatida, menospreciada y ninguneada por esta caterva de políticos que sufrimos). Desde el día que las leyes me obligaron a cesar en mi actividad profesional, aunque al verme reflejado en el espejo, no hallaba explicación alguna para ese cambio e inactividad forzosa, ni tampoco al comprobar que mi mente se hallaba en pleno rendimiento, me vi. abocado a emprender un nuevo y desconcertante rumbo, tan imprevisible como tedioso. Como decía Tony Leblanc, en sus mejores tiempos, “estaba hecho un mulo”, aunque para la sociedad y sus extrañas leyes era ya un inútil, una especie de sombra viviente, un ser más beneficioso fuera de órbita que convertido en lastre para el Estado, familiares y allegados. ¡Y sólo tenía sesenta y cinco años recién cumplidos!. La edad en la que los millonarios y potentados, que se citan por sus iniciales, (como si fueran los peluches de mi nieta), encuentran sus segundas o terceras oportunidades en jóvenes “treinteañeras”, que hasta le dan nuevas descendencias. ¡ Y sin la ayuda del joven vecino!. ¡Poderoso caballero es don dinero! A él se debe que la diferencia por los años, se convierta en muralla infranqueable para unos y simple y suave rampa para otros. Me di perfecta cuenta del error tan tremendo que había cometido al considerarme un hombre acabado, sin ilusiones, ni posibilidad de experimentar nuevas emociones. Sin tener la más remota idea de que aún estaba a tiempo de realizar aquellos proyectos que por falta de tiempo libre o simple negligencia, había ido demorando y retorné a mi vocación literaria que tenía abandonada desde hacía muchos años. Aprendí a considerar el futuro como algo que no pertenecía al mundo irreal y lo convertí en una meta e ideal merecedor de mis esfuerzos y afanes. Cada mañana, nada más despertarme, doy gracias a Dios, (soy creyente aunque no meapilas), por haberme brindado la oportunidad de gozar un nuevo día. Pienso que no todos habrán tenido la misma suerte, por lo que me considero un ser privilegiado y procuro no malgastar este fabuloso regalo que me han hecho. Abro las ventanas y me asomo al exterior. Me gusta que inunde toda la casa el aire de un nuevo amanecer. Que entre la gracia y el influjo de ese cielo que nos domina eliminando los malos efluvios de la oscura y siempre tenebrosa nocturnidad. Nada más empezar la jornada, suelo asomarme a la ventana y fijar mi atención en todo cuanto se mueve a mi alrededor. Dejo mi mente libre de problemas e inquietudes y me dedico a observar detenidamente a las personas que ocupan balcones, ventanas y calles, intentando forjarme una historia para cada uno de ellos. Tratando de adivinar sus pensamientos y estudiar sus gestos para averiguar su estado de ánimo. ¡Es fabuloso comprobar de lo que es capaz la imaginación al intentar adivinar sus vivencias en el principio de un nuevo día!. ¡Cuantas historias reales o noveladas, se sacarían con la práctica puntual de este sencillo ejercicio!. No te importe que al principio te parezca una idiotez . Ten la certeza, si eres capaz de perder de diez a quince minutos en esta operación imaginativa, que notarás sus efectos con más rapidez y eficacia de la que puedas imaginarte. Tendrás tu mente repleta de anécdotas, gestos, risas y llantos que te ayudarán, cuando las rememore, a superar el tedio en algún momento de ese nuevo día. He aprendido a decir a las personas que amo y me acompañan en el día a día de nuestra vida, con sus problemas, alegrías, crisis e ilusiones, que las quiero y las necesito. Sobre todas, lógicamente, a mi mujer, esa compañera fiel, partícipe de mis penas y alegrías; la amante descarada en las intimidades de esas noches y momentos inacabables y paradisíacos donde experimenté los inconfesables placeres del sexo cuando hay amor; la madre de mis hijos, columna y soporte de una familia que ya va en su tercera generación, gracias a Dios, con una solidaridad y cariño como nexo común entre todos, que es el mayor tesoro al que se puede aspirar en este mundo de egoísmos, hipocresías y fachadas encaladas. A esta mujer le hago cada vez que lo siento y me apetece, que son muchas veces al día, mi sincera confesión de amor, yendo hasta donde se encuentra, sin que en ningún momento pueda parecer simple adulación. Sintiéndolo de verdad. Es bueno expresar nuestros sentimientos más sinceros, aunque se conozcan y puedan resultar repetitivos. No te sientas ridículo ante esa confesión de amor. Te puedo asegurar que es el antídoto más eficaz contra el aburrimiento y la crisis matrimonial. Me entusiasma admirar la belleza que me rodea y me ofrece la Naturaleza. La maravillosa conjunción de colores en campos y jardines, recreando tu vista, deleitando tus sentidos y renovando tus ansias de vivir para poder fascinarte ante tan maravilloso espectáculo que siempre ha estado a tu alcance, aunque no supieras darte cuenta. ¿No has sentido nunca la magnífica terapia que ejercen las flores sobre nuestros males anímicos?. Gozo asimismo con la embriagadora y relajante música de una bonita sinfonía. Pero lo hago con interés, detenidamente, con suavidad, sin molestar al vecino. Que sea una música que me relaje y me haga viajar imaginativamente a los lugares más insospechados y deseados de mi particular geografía. O me sirva de fondo para el inmenso placer de una buena lectura e incluso poner en orden las ideas pensando o escribiendo. Intento percibir en cada nota musical y en cada canción, el efecto relajante y sereno que me hará sentir a años luz de los límites del salón o estudio donde me encuentre. No hay mejor aliciente en las horas solitarias e indecisas que una buena música de fondo para lograr esa serenidad que necesitas A veces, hallo comodidad y placer sentado en un simple banco público viendo pasar a las gentes. Haciéndole guiños a los niños para sacarles sus sonrisas o admirando la belleza y las líneas anatómicas de esa mujer que pasa ufana y orgullosa al saber la sensación que va causando. Sin embargo, mi mirada está libre de impurezas y obscenidades, que ya no está el horno para bollos calientes, aunque los ojos no sepan de años, ni entiendan de infidelidades. También procuro ser complaciente con el que se acerca a solicitarme una dirección o cualquier otro detalle. No quiero que pase un solo día sin haber realizado una buena acción, por muy insignificante que ésta sea o parezca. Que nunca tengas que decir como aquel emperador romano “Amigo, un día perdido”, al no haber realizado algo en beneficio del prójimo que te necesitaba. Pienso que la edad está en tu cabeza, en tu mente y no en la absurda creencia de que son los años los que nos hacen inútiles. Nadie es inútil, si sabe aprovechar al máximo, con interés y determinación cada momento de su existencia. Para ello hay que ser una persona llena de creatividad, con constantes inquietudes y con la decidida voluntad de hacer cada día, cada hora, cada instante, diferente al anterior. No hay que pensar que no habrá tiempo de realizar esa empresa o proyecto que tanto hemos anhelado, todo lo contrario, hemos de poner todo nuestro entusiasmo en el empeño y comprobaremos que ha sobrado tiempo para verlo felizmente terminado. De esta manera te irás con la satisfacción de haber intentado y en muchos casos logrado cambiar el rumbo de tu vida y hacer más divertido y sorprendente los últimos momentos de tu existencia. Habrás ganado confianza en ti mismo y la proeza de conseguir que tu sueño se convirtiera en realidad. Jamás cuento el tiempo que me queda, sino el que estoy viviendo. No es nada beneficioso contar para atrás. Nadie sabe donde se halla el límite de su vida. Yo te aconsejaría, por propia experiencia, que vivieras cada día como si fuera el último de tu existencia. Así no dejarías nada al azar, ni resquicio a la indiferencia, a la pereza y a la inactividad, que a nada bueno conducen. Intentaría poner en orden las ideas, ver cumplidas las ilusiones que tanto he deseado, pensar en los que de verdad me quieren y demostrarle mi amor sin reservas y procurar evitar ese acto ofensivo, demostración de rencor o afán de dañar que en la mayoría de los casos se convierten en penosos complejos de culpabilidad que, desgraciadamente, no podremos borrar de nuestro cuaderno de errores cometidos. En resumidas cuentas, ocúpate en algo positivo. Aquello que siempre has soñado, pero que tus ocupaciones, responsabilidades familiares y escaso tiempo libre no te han dejado llevar a la práctica. Siempre puedes hallar un momento ideal para hacer realidad esas ilusiones y quimeras. Puedes leer, pasear por el campo, oír la música que te agrade, escribir y versificar sobre lo humano y lo divino, lo lógico y lo irreal, lo divertido o lo sentimental. O si lo prefieres, sobre gustos no hay nada escrito y legislado (por ahora), echar esa partida de petanca, dominó, mus o cualquier otro juego en tu casa, en la del amigo o en ese centro al que llaman de la “tercera edad”, aunque ignoro en cuantas edades se puede contabilizar la vida de un ser humano. Si con todo lo dicho no has sido capaz de cambiar tu rutinaria existencia, ni hallar nuevos y auténticos motivos de disfrutar cada minuto de tu vida, me parece amigo que la vejez no es una pesada joroba que tienes soportar sobre tus espaldas, sino que tu caso es muy especial y en lugar de una tienes más jorobas que un centenar de camellos. A mi me van muy bien esta serie de iniciativas para soslayar la difícil etapa que vivimos los que hemos pasado ya el “Rubicón” de muestra existencia.
lunes, mayo 01, 2006
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